Después de cinco años de forcejeos políticos y orgánicos con Teresa Rodríguez, el equipo de Pablo Iglesias está a punto de tomar el control de Podemos Andalucía, una agrupación con casi 85.000 inscritos en un territorio con 6,5 millones de votantes potenciales. Después de un intento fallido de apartar a Rodríguez de la dirección, impulsando la candidatura alternativa de Isabel Franco -diputada en el Congreso por Sevilla-, los pablistas aterrizan en la ejecutiva andaluza, una vez que la gaditana se ha marchado por su propio pie. Lo que viene a partir de aquí es un campo de minas.
Podemos Andalucía fue una lista electoral encabezada por Teresa Rodríguez antes incluso de ser un partido con estructura orgánica. El adelanto de las elecciones andaluzas en marzo de 2015 precipitó las cosas, y la joven gaditana se convirtió en candidata a la presidencia de la Junta antes de ser nombrada secretaria general de Podemos Andalucía. Rodríguez estaba ocupando un escaño como eurodiputada, que abandonó para disputar el poder al PSOE de Susana Díaz. Al contrario que ahora, la fama precedía a la futura líder de Podemos Andalucía, y su ascenso se vivió con agitación dentro y fuera del partido morado (Susana Díaz adelantó un año las elecciones, en parte, porque veía el crecimiento vertiginoso de su rival en la izquierda).
En el seno del grupo de Unidas Podemos en el Congreso se dice que Iglesias ha buscado “un candidato a palos que mandar a Andalucía” que ocupe el “cráter” político que ha dejado la marcha de Rodríguez. Es una expresión con mala uva, porque es sabido que se usó en el pasado cuando Felipe González pidió a Manuel Chaves que fuera presidente de la Junta. En este caso, además, el salto de la candidata pablista tiene más longitud, porque previsiblemente tendrá que enfrentarse a su compañera, que lidera una coalición electoral de la que Podemos forma parte -Adelante Andalucía- sin que Iglesias tenga entusiasmo alguno por formar parte de ella.
Teresa Rodríguez ya era un peso pesado de la organización morada antes de liderar Podemos Andalucía, venía del activismo con Anticapitalistas, venía de las listas de IU en la provincia de Cádiz, en los años noventa, encabezando las marchas de protesta contra las bases militares estadounidenses en Rota, venía de la marea verde de maestros por la escuela pública, y venía de los indignados del 15M. Estuvo en el equipo fundacional de Podemos en 2011, y era el contrapunto al perfil urbanita y academicista de Iglesias, Errejón, Monedero y Bescansa. Cuando al final se salió de aquel círculo, ella mismo dijo de sus compañeros que habían formado una organización “demasiado urbana, demasiado masculina y demasiado madrileña”.
El hiperliderazgo de Teresa Rodríguez en Podemos sólo es equiparable al del propio Pablo Iglesias, de ahí que su convivencia política durante estos cinco años haya estado salpicada de roces, encontronazos y desencuentros con la lucha de poder orgánico de fondo. Ella peleó por un Podemos más descentralizado, que cediese a las direcciones autonómicas más control político, orgánico y económico sobre sus territorios, pero su fórmula nunca tuvo el respaldo de la mayoría en Vistalegre I y II.
Una idea de partido distinta
Desde el principio tuvieron una idea de partido político distinta, irreconciliable -se enfrentaron con proyectos opuestos en todas las asambleas ciudadanas- y finalmente escenificaron una ruptura pacífica de cara a la galería (aunque el mismo día trascendió la rabia interna con la que su equipo se descolgaba de Podemos). Rodríguez buscó una vía alternativa para lograr su objetivo -un partido andalucista, una marca propia en el Congreso, una lista propia en las elecciones generales- y de ahí nació Adelante Andalucía.
Ese hiperliderazgo, que la propia Rodríguez se autocriticó como parte del problema de Podemos, deja ahora un vacío muy difícil de llenar para quien asuma el reto de sustituirla. Tan difícil, que los movimientos en Madrid para impulsar una candidatura a la dirección de Podemos Andalucía se han hecho entre bambalinas, han sido miedosos y vacilantes, y se ha apurado hasta el último día de plazo para registrar en la lista de candidaturas individuales el nombre de quien está llamada a ser la nueva coordinadora general. ¿Quién había en el banquillo para suplir a Teresa Rodríguez? “De su perfil, nadie. Pero es que nadie buscaba su perfil, sino todo lo contrario”, dicen fuentes de Unidas Podemos.
Se ha buscado un candidato, primero, entre los seis diputados morados en el Congreso. La de más peso político es Noelia Vera, parlamentaria por Cádiz y alto cargo del Ministerio de Igualdad, que ha librado un pulso con Rodríguez en la retaguardia todos estos años pero que, llegados aquí, no ha querido dar el paso. Las otras aspirantes que han sido tentadas son las diputadas por Sevilla, María Márquez y otra vez Isabel Franco; y la cordobesa Martina Valverde. Todas tienen un perfil bajo en Madrid, y mucho más bajo en Andalucía. Franco ya fracasó en las primarias contra Rodríguez, y Márquez es profesora de Filología de la Universidad Hispalense, con poco recorrido en los círculos de base de Podemos y mínimo contacto con la realidad parlamentaria andaluza.
El Consejo Ciudadano Estatal, tras cerrar su propio proceso interno, ha convocado las asambleas autonómicas. La de Andalucía debía tener un peso específico, tratándose de una comunidad con 8,4 millones de habitantes y con alrededor de 85.000 inscritos en Podemos. Pero la dirección estatal ha abordado la transición con un perfil casi protocolario. “Unos están en el Gobierno, gestionando la crisis del coronavirus y con mil frentes abiertos, y otros han estado liados con el Consejo Estatal”, explican fuentes del partido en Madrid.
La nueva ejecutiva regional de Podemos pasa finalmente a manos de Iglesias, pero sólo cuando Teresa Rodríguez se ha apartado voluntariamente, y después de dos intentos fallidos por disputarle el poder (una corriente pablista y otra corriente errejonista que fueron aplastadas en las primarias por la gaditana).
El aterrizaje de la nueva dirección andaluza se prevé forzoso y accidentado por muchas razones: Podemos Andalucía se ubica en este momento en un espacio político con una nueva entidad propia, la coalición electoral de Adelante Andalucía -con 17 diputados en el Parlamento- que Rodríguez diseñó y construyó junto a IU y otras dos partidos andalucistas, en contra del criterio de Iglesias. La dirección estatal forcejeó con ella para evitar que la confluencia naciera, la acusó de montar un partido político al margen de Podemos y valiéndose de la marca morada como trampolín.
Ahora, ese sector pablista que se opuso a la creación de Adelante Andalucía, entra a formar parte de la coalición y ocupa el espacio que deja libre el equipo de Teresa Rodríguez. Pero la gaditana no se ha marchado, al contrario. En el periodo de transición, y con una pandemia de por medio, Rodríguez ha maniobrado para garantizarse la mayoría de votos dentro de Adelante Andalucía, primero facilitando la entrada de su otro partido (Anticapitalistas) usando el voto que aún ostentaba como líder provisional de Podemos; y luego impulsando un manifiesto político que plantea la necesidad de que Adelante concurra con marca electoral propia en las próximas municipales, autonómicas, generales y europeas. En ambos casos ha contado con el apoyo necesario de los grupos andalucistas -Primavera Andaluza e Izquierda Andalucista- y con el cabreo notorio de su socio fundador: IU.
En este guirigay entra la futura líder de Podemos Andalucía, sin representación en el grupo parlamentario, y en minoría dentro de Adelante, pese a contar previsiblemente con la complicidad de IU. Con los comunistas forman Unidas Podemos, forman Gobierno de coalición con el PSOE de Pedro Sánchez, pero se trata de la marca con la que Teresa Rodríguez prevé competir en las próximas elecciones generales. Porque la gaditana y el alcalde de Cádiz, José María González 'Kichi', el otro referente de Podemos que acaba de abandonar el partido, siempre rechazaron la entrada de los morados en un Gobierno con los socialistas. Y esa discrepancia identitaria terminó de dinamitar los puentes que le unían a su antiguo partido.
El nuevo sujeto político que se inventaron Rodríguez y el ex líder regional de IU, Antonio Maíllo, sufrirá previsiblemente la lucha por la custodia de sus creadores. Los comunistas tienen complicado mantener un pie en Adelante y otro dentro de Unidas Podemos. Este complejo croquis orgánico reproduce las luchas intestinales de la izquierda andaluza, por eso no es raro que uno de los últimos políticos en apoyar esta última escisión interna sea el ex coordinador regional de IU, Luis Carlos Rejón, que en los noventa trazó puentes con el PP de Javier Arenas para zarandear al Gobierno socialista en minoría en la llamada legislatura de la 'pinza'.