Nervioso, extremadamente delgado y con cierta dificultad para comunicarse. Azman Mohamed ha sobrevivido a una retención ilegal en mitad del desierto. Así lo denunció el pasado 17 de octubre. Cuatro días después de Navidad, mandó un nuevo mensaje de auxilio, asegurando que se encontraba bajo un férrea vigilancia. Su familia biológica, a la que había ido a visitar en verano, le había confiscado dos meses antes su pasaporte español y no podía salir de los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia).
A sus 25 años, este ciudadano español, de origen saharaui y residente de la provincia de Sevilla, ha sufrido en sus propias carnes un delito penado en España con hasta siete años de cárcel. No es un caso aislado, sino tan habitual, que las familias que acogen a jóvenes saharauis en España, contabilizan hasta medio centenar de casos. El propio Azman recuerda que “ni el Corán, ni la religión, ni las leyes permiten que te requisen tu documentación. A una persona mayor de edad no puedes retenerla: va contra la religión y las leyes”.
Azman pudo regresar a España el pasado viernes. Lo hizo tras 7 meses de retención ilegal. Ahora trata de reponer fuerzas en el chalet de Sanlúcar la Mayor en el que vive con sus padres de acogida, a base de largas siestas, pucheros y carrillada. Cuando pisa la calle, los vecinos de la localidad sevillana lo paran a cada paso para preguntarle por su estado de salud y darle la bienvenida. Se siente abrumado. Desconocía las dimensiones de un caso con una enorme repercusión mediática y que ha venido a confirmar que el de Maloma no es un caso aislado.
Azman ha regresado por fin al lugar en el que ha vivido durante los últimos 14 años. Según su familia de acogida, se muestra especialmente cariñoso y, al contrario que en otros casos de mujeres y hombres retenidos en el Sáhara, ha accedido a hablar sobre lo ocurrido con un medio de comunicación. Lo normal, en estos casos, es que impere el silencio, el miedo y, en el caso de que hablen, lo hacen desde el anonimato.
El joven reconoce que lo denunciado por su familia española es cierto y que el 17 de octubre sus familiares biológicos “me retuvieron y me quitaron los papeles”, cuando se dirigía a Tinduf para regresar a España. “Yo tenía el vuelo comprado y tenía idea de volver”, subraya. Asegura que su familia biológica lo sacó del coche a la fuerza, corroborando así la denuncia interpuesta por su familia de acogida. Es consciente de que han cometido contra él “un delito, que está castigado con cárcel”.
“Mi deseo era volver a España”
Admite que los meses en el desierto “no han sido fáciles” y que ha llorado mucho. Se debate entre su situación de víctima y el hecho de que los victimarios hayan sido sus propios familiares, a los que trata de comprender y hasta justificar. Según el sanluqueño, lo que pretendía su familia era que él conociera “su cultura, su nivel de vida, lo que les gusta y lo que no les gusta. Son gente que no tiene estudios, que están mucho más atrasados que nosotros. ¿Cómo lo iban a hacer? Lo que tenían en sus manos era (confiscarme) los papeles”. Él insiste, eso sí, en que siempre manifestó que “mi deseo era volver a España y yo decía con mucho orgullo que quería volverme, porque tenía mi vida aquí”.
Cuando su familia lo retuvo ilegalmente, Azman huyó de la casa familiar, situada en la wilaya de El Aaiun, y se marchó a la de Smara, donde ha estado “viviendo y trabajando en la tienda de un amigo. Me fui de casa, porque cuando no estás cómodo en un sitio, intentas buscarte otro”.
Vigilado, maltratado y humillado
Más de dos meses después de la retención, el 29 de diciembre, Azman se comunicó con uno de sus hermanos de acogida a través de un audio de Whatsapp. En él aseguraba que se sentía vigilado, maltratado psicológicamente y humillado. “Aquí está todo el mundo en (mi) contra. Estoy malísimo, he perdido no sé cuántos kilos. No puedo comer nada, porque todo me sienta fatal (…). Me están haciendo la vida imposible. Antes que estar aquí, prefiero estar muerto”, se lamentaba.
Ahora, se contradice a sí mismo y afirma que en los campamentos, donde “tenemos comodidades, corriente eléctrica y la tecnología ha avanzado muchísimo”, “se vive verdaderamente bien, pero te cuesta mucho acostumbrarte a su cultura y estilo de vida”.
La religión y la desigualdad entre hombres y mujeres han sido dos de los aspectos que más han llamado su atención. De hecho, Azman menciona la religión en varias ocasiones durante la conversación, subrayando que es lo que marca los tiempos y el estilo de vida del desierto. “La religión está antes que nada”, remarca. Azman admite que en España no había ido “ni una vez a la mezquita, porque me consideraba (creyente), pero no lo puse en práctica hasta que llegué allí”.
Cuando Azman partió al Sáhara, Maloma Morales llevaba más de ocho meses secuestrada por su familia biológica. Reconoce que estaba al corriente del problema de las retenciones ilegales, pero que “no se me pasó por la mente” que le pudiera ocurrir lo mismo. Cuando su familia le confiscó su documentación impidiéndole así regresar a España, algunos empezaron a llamarlo Malomo. “Allí me llamaban el Malomo. Lo hacían pocas personas y al principio me dolía, pero luego me dio igual”, afirma. Había tres aspectos que lo asemejaban a Maloma: era un ciudadano español, procedía de la provincia de Sevilla y se encontraba retenido contra su voluntad por su familia biológica. Azman veía a Maloma “de lejos y se me antojaba hablar con ella, pero no lo hice, porque culturalmente no está bien visto que un hombre se acerque a hablar con una mujer”.
Durante su retención, afirma que miembros del gobierno saharaui se entrevistaron con él y le trasmitieron “tranquilidad”, pero que el gobierno español “no se ha puesto en contacto conmigo” en ningún momento. A nivel oficial, sólo recibió la visita de la eurodiputada de Izquierda Unida, Marina Albiol, pero “no recuerdo la conversación” que mantuvo con ella. Según su familia de acogida, el Frente Polisario les pidió silencio y que no interpusieran denuncias.
“Ahora no sé lo que voy a hacer con mi vida”
Antes de su retención, Azman trabajaba de camarero en un restaurante sanluqueño. De momento, no se ha planteado volver a su empleo anterior. “Ahora no sé lo que voy a hacer con mi vida. Me han salido muchos proyectos en el Sáhara y en Argelia, pero lo que quiero es tomarme un tiempo de respiro con mi familia. Después de todo este tiempo, quiero disfrutar de ratos con mi madre de aquí”, desgrana. Asegura que ni se le “ha pasado por la cabeza” emprender acciones legales contra su familia biológica, y que por él “se quitaba (la denuncia interpuesta por su secuestro), porque yo ya estoy aquí”.
El joven celebra ahora su regreso sumido en un cierto estado de shock. “Me parece mentira que esté otra vez aquí. Cuando me encuentro a la gente, me cuesta mucho entablar conversaciones. Llegué por sorpresa a Sevilla y mis amigos estaban esperándome, no sé cómo se enteraron. Me llevó tres o cuatro horas poder entrar en mi casa. Estoy muy contento con todo y en shock, ya que aún me cuesta asimilar que estoy por aquí. El reencuentro ha sido impresionante”, concluye.