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El agua se asoma a las lagunas y mejora la “situación crítica” de la vegetación: el temporal le da un buen respiro a Doñana

El temporal Nelson ha supuesto un respiro más que considerable para las reservas de agua de Andalucía, sobre todo en la cuenca del Guadalquivir, y uno de los reflejos de esta situación lo tenemos también en Doñana. El parque, que acumula más de una década de sequía, viene de un año muy duro por la combinación de pocas lluvias y altas temperaturas, pero todo ha cambiado en marzo y, muy especialmente, durante Semana Santa gracias a Nelson. Las precipitaciones han devuelto agua a algunas lagunas, han ayudado a mejorar la “situación crítica” de una vegetación con una “mortalidad alta” y, en general, han supuesto un “alivio importante”.

El análisis es de Eloy Revilla, director de la Estación Biológica de Doñana (órgano investigador del CSIC), que advierte de que “esto no saca de la situación de sequía” al enclave. “Harían falta dos o tres borrascas como ésta de aquí al verano para que se note una mejora sustancial”, apunta al respecto, al tiempo que afirma que todavía es pronto para conocer con exactitud el efecto de Nelson. “En una semana, cuando se estabilicen las escorrentías, tendremos datos de la inundación de la marisma”.

Hace un par de semanas, con el arranque de la primavera, el Espacio Natural de Doñana anunciaba que las imágenes de satélite mostraban un estado de inundación de la marisma bastante escaso. Había agua en el Caño de la Madre hasta Veta Carrizosa, en lagunas como Santa Olalla y Las Pajas y láminas muy finas en los grandes lucios, como Vetalengua, El Membrillo, Los Ánsares o Sanlúcar. El parque se encaminaba así a otro periodo bastante seco.

La situación ahora ha cambiado a mucho mejor, aunque Revilla señala que tampoco hay que tomar como referencia la fotografía más conocida, la de la marisma junto a la ermita en El Rocío. “Es la zona en la que entra más agua, lo que es importante porque tiene un gran valor ambiental y social, pero no representa a todo el espacio”, en el que la cuestión ha mejorado pero no hasta la imagen que transmite este punto.

Doñana en primavera

Ahora está entrando agua en la marisma por los arroyos (Rocina, Partido, Caño Travieso...) y en el acuífero por infiltración, pero insiste en que “es pronto para evaluar el efecto”. Las lagunas temporales como Santa Olalla “han mejorado mucho” pero a las temporales les está costando más trabajo, a lo que no ayuda que las cubetas de muchas de ellas están invadidas por vegetación terrestre. “Todo esto se nota visualmente y Doñana está ahora verde, como tiene que estar en primavera”, y con una imagen más lustrosa que la de los últimos años.

Todo ello, fruto de los 145,3 milímetros (o litros por metro cuadrado) que se han recogido en marzo, 106,4 sólo en los días de Semana Santa según los datos de ICTS-Doñana. Teniendo en cuenta que en los meses previos de lo que llevamos de año hidrológico (de septiembre a febrero) se habían registrado otros 259,1 milímetros, el resultado es que por ahora llevamos 404,4 y esta cifra ya supone la época más húmeda desde 2019/20 –entonces fueron 437,2– pero todavía con bastante margen de tiempo para mejorar esta marca. Para que se considere una época normal, tiene que superar la barrera de los 500.

Estos antecedentes se notan y Doñana está pagando ahora los efectos de tantos años secos, con una vegetación empobrecida, la falta de insectos polinizadores y el declive de casi todas sus poblaciones de animales. Esto supone un “importante estrés” para el parque, de ahí el “respiro” que han dado estas lluvias que anegan una marisma que, eso sí, “debería inundarse en invierno” porque por lo pronto ahora hay aves reproductoras que van a perder su puesta. “No pasa nada porque esto es normal y la pueden recuperar”, aclara.

Otro efecto colateral es que hay buenas noticias para los rocieros, porque el río Guadiamar baja con agua, lo que apunta a que este año podrán realizarse los consabidos bautizos en el vado del Quema, el punto por el que cruzan este río las hermandades del camino de Sevilla. El año pasado, y ante un cauce seco por efecto de la sequía, la Junta de Andalucía llegó a solicitar al Gobierno aprovechar un desembalse para llenar el río, lo que finalmente se descartó.

El director de la Estación Biológica apunta que la sequía tiene dos vertientes, una más coyuntural (aliviada con esta borrasca) y otra más estructural, “que no cambia con estas lluvias porque tiene que ver con el exceso que se hace en el uso del agua”. En este caso, la principal víctima es el acuífero que bombea vida a Doñana, por lo que esta situación “no se corrige con una semana de lluvia, tenemos que modificar la demanda”. Así que apelando a la prudencia, insiste en que “no se pueden lanzar las campanas al vuelo”, lo que no quita para que haya algo más de optimismo porque este agua “ha venido muy bien”.

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