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Susana Díaz adelanta las elecciones andaluzas al 2 de diciembre y agita el tablero político nacional

A las urnas, al fin. Andalucía, como estaba previsto, abrirá el próximo 2 de diciembre el largo y decisivo ciclo electoral que se avecina, con municipales, autonómicas y europeas ya fijadas, y catalanas y generales por fechar. La presidenta de la Junta, la socialista Susana Díaz, ha firmado este lunes el decreto de disolución del Parlamento andaluz, que pone fin a una legislatura de tres años y medio en los que ha gobernado sin sobresaltos recostada sobre el apoyo firme de Ciudadanos.

Díaz ha reunido en la tarde del lunes a su Consejo de Gobierno de forma extraordinaria para deliberar sobre un adelanto electoral “técnico” (de apenas cuatro meses) y convocar los comicios el 2 de diciembre. Este anuncio, tan esperado desde hace meses por todo el arco parlamentario, termina con la letanía política de las últimas semanas, en las que prácticamente no se hablaba de otra cosa que no fuera el adelanto electoral. Minutos antes, el PP andaluz, principal partido de la oposición, ha aprovechado para lanzar su primer golpe de efecto de la campaña: el presidente popular, Juanma Moreno, rodeado de la cúpula de su partido, ha convocado a la prensa a las puertas de un puticlub de Sevilla, ya en ruinas, para difundir un informe de la Guardia Civil que eleva a 32.000 euros el gasto de fondos públicos de la Junta de Andalucía en cinco prostíbulos de Sevilla, Cádiz y Córdoba.

El informe de la Guardia Civil forma parte de una investigación judical abierta en torno al uso de fondos públicos con cargo a una tarjeta de crédito de la Junta en un club de alterne de Sevilla, precisamente en el que ha posado Moreno esta mañana con todo su equipo. La denuncia apunta directamente a un ex directivo de la extinta empresa pública de formación de parados (Faffe), Fernando Villén, pero salpica políticamente al Ejecutivo de Susana Díaz, que está personado en la causa como acusación particular.

El llamado caso Faffe también ha motivado la reciente constitución de una comisión de investigación en el Parlamento, a propuesta del PP, aunque este órgano decaerá antes de comenzar su trabajo, puesto que la presidenta andaluza disuelve la Cámara este lunes para convocar elecciones. Los populares han hecho coincidir su denuncia con el adelanto electoral, argumentando que Díaz disuelve el Parlamento de forma precipitada para evitar la investigación. “Está asediada por la corrupción”, dice Moreno.

Laboratorio nacional

Con este choque de trenes entre el PSOE y el PP andaluz arranca una campaña que se adivina convulsa. La presidenta de la Junta quería una convocatoria en solitario para que el debate político con el resto de aspirantes a gobernar esta comunidad fuera “netamente andaluz”. El presidente del Gobierno y líder de su partido, Pedro Sánchez, se había comprometido con ella a no hacerlas coincidir con las generales, no tanto por las inquietudes de la andaluza, como por el firme propósito del madrileño de agotar todo lo posible su mandato. Díaz ha telefoneado a Sánchez para confirmarle su decisión, según fuentes de la Junta.

Las elecciones andaluzas serán en solitario, pero difícilmente quedarán exentas del ruido político circundante, del inestable tablero catalán -zarandeado por el independentismo- y de la contienda de todos los partidos a escala nacional. Igual que en 2015, Andalucía volverá a ser el laboratorio de la vaporosa y acelerada política española: aquí se medirá por primera vez el presidente Pedro Sánchez, desde que llegó al Gobierno tras una moción de censura contra Mariano Rajoy; aquí se librará el primer pulso por la hegemonía del voto conservador, entre un nuevo líder del PP, Pablo Casado, y un aspirante a liderar la derecha, Albert Rivera, presidente de Ciudadanos.

Andalucía también es un escenario hostil para un Pablo Iglesias abiertamente enfrentado a su homóloga andaluza, Teresa Rodríguez, que concurre en estos comicios con una marca distinta a Podemos -Adelante Andalucía-, que surge de una previa batalla interna con la dirección estatal para lograr la autonomía política y orgánica que no le dio el propio Iglesias.

Todo ha cambiado desde 2015, pero todo tiene la misma apariencia de volatilidad que entonces. La misma figura de Susana Díaz es muy distinta a lo que fue hace tres años y medio. Entonces la sevillana era presidenta de la Junta sin haber pasado por las urnas, cogobernaba con una IU recién renovada -liderada por Antonio Maíllo en Andalucía y Alberto Garzón en Madrid- y decidió romper de improvisto su alianza con los comunistas para ser la primera en enfrentarse en las urnas a un fenómeno político que iba en aumento: Podemos y, en menor medida, Ciudadanos.

La capacidad de riesgo que tenía entonces es inversamente proporcional a la que ostenta ahora. Susana Díaz era en 2015 una estrella ascendente de la política nacional, cortejada por otros líderes y empresarios, y que viajaba regularmente a Madrid comportándose, de facto, como la líder real del PSOE. Esas aspiraciones se vieron truncadas dramáticamente en las primarias socialistas, a las que llega después de haber zarandeado los cimientos de un partido centenario -con aquella dimisión forzosa de Sánchez en un comité federal de octubre- y que terminan con ella derrotada, y él recuperado política y orgánicamente. Díaz es presidenta de una autonomía y Sánchez es presidente del Gobierno, como él vaticinó en su primer mitin en un pueblo de Almería hace tres años.

Aunque la desconfianza entre ambos perdura, residir en San Telmo y Moncloa les ha obligado forzosamente a cohabitar como aliados de partido. Se necesitan, al menos necesitan no hacerse daño públicamente, como antes, y para ello deben coordinarse. Los dos han puesto empeño en borrar cuanto antes las cicatrices de las primarias, una batalla interna en la que ambos dibujaron un PSOE roto por la mitad: los sanchistas acusaron a los susanistas de ser “la derecha” del partido, y los susanistas vieron a sus rivales como unos ocupas semi podemitas de un partido centenario. “Hay que volver al PSOE de siempre”.

Chaves y Griñán

Las urnas andaluzas pondrán a prueba la capacidad de resistencia de un PSOE que lleva casi 37 años ininterrumpidos gobernando esta tierra, y aspira a cumplir 40. Ese agotamiento del mensaje socialista es el mayor abismo al que se asoma Susana Díaz, y quizá la razón principal de que haya tardado tanto en convocar las elecciones (la ejecutiva regional del PSOE lleva pidiéndole que adelante desde que Sánchez entró en Moncloa).

Díaz quiere afrontar estos comicios con un legado de cinco años -el tiempo que lleva ella como presidenta- y no de 40. Detrás de su mandato están los gobiernos de Manuel Chaves y José Antonio Griñán, dos ex presidentes que se sientan ahora en el banquillo, acusados de prevaricación y malversación de fondos en el juicio del fraude de los ERE. Aunque Díaz reivindique sólo sus cinco años en San Telmo, la solidez del PSOE andaluz en estas cuatro décadas sigue estando en los municipios pequeños, de menos de 20.000 habitantes, donde los socialistas tienen mayor arraigo. Casi el 40% del voto andaluz está concentrado en estos pueblos, donde el PP apenas ha logrado penetrar en cuatro décadas, donde Ciudadanos y Podemos (dos formaciones eminentemente urbanitas) apenas existen, y donde también tiene presencia IU.

Haya o no haya desgaste por el tiempo acumulado, lo cierto es que la presidenta andaluza y su entorno han valorado la conveniencia de adelantar los comicios por la fortaleza que le otorgan las encuestas al PSOE. Todos los sondeos auguran que volverá a ser el partido más votado en Andalucía, aunque logre menos votos que hace tres años.

La posible victoria de Susana Díaz en Andalucía será difícil de gestionar, porque no habrá mayorías absolutas en el Parlamento, y porque su socio natural en estos momentos -Ciudadanos- está librando una batalla nacional con el PP por el votante de derechas, lo cual complica la reedición de un pacto de Gobierno. Sin embargo, antes de adentrarse en el complejo sudoku postelectoral andaluz -en 2015 tardó 80 días en lograr la investidura-, la victoria de Díaz sí supondrá un “revulsivo” para el PSOE y para Pedro Sánchez en las futuras citas electorales. Tanto, que hay quien prevé que el presidente convoque inmediatamente después las generales si el resultado de las andaluzas invita al optimismo, aseguran fuentes próximas al presidente.