Teresa Rodríguez: “Siendo diputada han intentado asustarme algunos poderes económicos”
La portavoz de Adelante Andalucía ha renunciado esta semana a su escaño en el Parlamento para volver a impartir clases en un instituto gaditano. En esta última entrevista confiesa: “no todos en la política eran esa panda de indolentes que yo me pensaba antes de llegar”
Teresa Rodríguez (Rota, Cádiz; 1981) ha formalizado la renuncia a su escaño en el Parlamento andaluz esta semana y, acto seguido, se ha trasladado a la Delegación Provincial de Educación de Cádiz para enterarse de los pormenores de su regreso a la docencia. La gaditana retoma las clases de Lengua y Literatura en un instituto de Secundaria de Puerto Real –aún desconoce el curso que le tocará impartir–, pero seguirá siendo el rostro más visible de Adelante Andalucía y se volcará en la campaña de las generales para meter a su formación –andalucista, feminista y de izquierdas– en el Congreso de los Diputados.
¿Qué balance hace de su paso por el Parlamento andaluz? ¿Está satisfecha?
El cómputo final es positivo a nivel personal y vital, lo hemos pasado muy bien. Sobre mi trabajo, el balance deben hacerlo los andaluces, no yo. Lo más concreto que hemos conseguido hacer en este tiempo es construir una fuerza política de ámbito andaluz que tiene representación institucional. Después hemos conseguido meter alguna enmienda a la Ley de Servicios Sociales en la primera legislatura, contenidos en la Ley de Memoria Histórica, en la Ley contra la LGTBI fobia, o aprobar la Ley de Senderos y la Ley de Bioclimatización de las aulas, o la proposición sobre el archivo del expediente del asesinato de García Caparrós... todo eso son conquistas muy parciales que tampoco merecen grandes titulares.
¿Qué ha aprendido en estos ocho años?
Bueno, que la institución parlamentaria tiene mucho margen de mejora, como dice la gente que habla fino. He aprendido que podríamos tener un Parlamento que se dedicara menos a hablar y más a trabajar en lo concreto. Pero también que en otras fuerzas políticas y de otros ámbitos ideológicos hay gente con el mismo nivel de compromiso con nuestra tierra que gente que he conocido en el ámbito de la militancia y el activismo. Otra cosa es que tengamos recetas diferentes. Digamos que los diputados no eran todos esa panda de indolentes que yo me pensaba que eran antes de entrar en el Parlamento.
He aprendido que los diputados no eran todos esa panda de indolentes que yo pensaba antes de entrar en el Parlamento
¿Se ha despojado de alguna idea preconcebida sobre la política que tuviera antes de formar parte de ella?
Esa última que te digo. He aprendido que no es verdad que todo en la política sean vividores despreocupados y cínicos que fingen estar preocupados por lo común.
¿Le ha resultado menos gratificante el parlamentarismo que el activismo en las calles?
Son complementarios. A la política representativa le vienen muy bien vasos comunicantes con la sociedad civil, porque ahí hay gente que sabe mucho de lo que habla, se preocupa y vive con mucha intensidad los problemas de los que se ocupa. Y, por otra parte, al activismo le convienen unas instituciones que estén del lado de los problemas de la gente. Cuando entramos, siempre dijimos: un pie en las instituciones y mil en las calles. Cuando las cosas cambian de verdad, cambian primero en la sociedad y más tarde en las instituciones. El instrumento de cambio siempre es la gente.
¿Cuál ha sido su mayor decepción en este tiempo?
Las decepciones más grandes en mi vida política siempre han venido del propio bando.
¿Por la ruptura con Pablo Iglesias? ¿Por la ruptura con IU y Podemos y su posterior expulsión del grupo parlamentario Adelante Andalucía?
Por todo eso. Por no haber sido capaces de entendernos, incluso en proyectos separados. Podemos reconciliarnos políticamente, pero no volveremos a compartir organización, porque hemos tomado la decisión de construir el andalucismo de izquierdas y eso tiene valor en sí mismo. Hace falta ensanchar los espacios políticos y eso pasa por sumar a más gente en el bando de las fuerzas progresistas desde distintas perspectivas. La nuestra es el andalucismo y creo que tiene un enorme potencial de agregación.
Su discurso de despedida fue muy duro con el ejercicio de la política y con los políticos. Los describió dentro de “una burbuja de privilegios materiales y simbólicos, que te desvincula de tu gente, te hace adquirir cinismo, te cansas, entras en la rutina, pierdes la pasión...”. ¿Es así como se ve desde dentro?
El cómputo total es de aprendizaje, incluso de las cosas negativas con las que he intentado no mezclarme. Pero que las instituciones son una burbuja de privilegios materiales y simbólicos es una cosa obvia. La política es un sitio donde la gente tiene un sueldo muy superior al de la media andaluza, por hacer un trabajo que creo que no lo merece, honestamente. Ese salario tan alto, esas dietas sin tener la obligación de declararlas a Hacienda o cobrar cesantías cuando uno tiene un trabajo fuera... Nuestra propuesta es que los diputados cobrasen el sueldo medio en Andalucía para ser representativos de la gente a la que queremos representar. Si son diputados con experiencia y conocimientos técnicos concretos, quizá pueden cobrar un complemento, pero si son, como la mayoría, que vienen directamente de la sede de su partido, ¿entonces por qué ese privilegio?
Las decepciones más grandes en mi vida política siempre han venido del propio bando
¿En qué ayuda a mejorar la vida de la mayoría social que se igualen a la baja las condiciones de vida de sus representantes?
Igualar a la baja no, en la media. Que los políticos vivan como vive la gente a la que representas en las instituciones: que cojan el mismo transporte público que tú, que accedan a los mismos servicios públicos disfuncionales, para saber de primera mano qué falla en la sanidad o en la educación, que vivan en los mismos barrios. Eso te hace más representativo objetivamente que empezar a cobrar de repente 6.000 euros al mes, porque te has convertido en político y te has ido a vivir a una urbanización cerrada con un coche oficial en la puerta.
En su discurso de despedida dijo que las instituciones “no son un nido de corrupción, pero generan dinámicas que dan lugar a actitudes oportunistas y corruptas”. ¿Usted ha sentido la cercanía de la corrupción siendo diputada?
Bueno, yo he estado muy lejos de los espacios de toma de decisiones. Pero cuando faltan controles, con una Cámara de Cuentas con 30 auditores para vigilar a todas las administraciones andaluzas –la Junta, los entes instrumentales, los ayuntamientos, las universidades– se generan ángulos muertos donde es posible que uno ejerza el poder de una forma inadecuada. Si uno lleva mucho tiempo ocupando una institución, termina pensando que es algo muy vinculado a uno mismo, a su familia o a su partido. Es lo que pasó con el caso ERE, donde las personas condenadas todavía no saben muy bien lo que les está pasando. Dicen: “Coño, yo no me he enriquecido”. Pero han estado durante mucho tiempo vinculando una administración a su partido. Eso le puede pasar al PP cuando lleve un tiempo, porque el sistema no tiene suficientes mecanismos de control y de oxigenación para evitar que se repita.
¿A usted han intentado corromperla?
A mí nadie ha intentado corromperme en política. Pero, siendo diputada, sí han intentado asustarme algunos poderes económicos. De manera muy sutil, pero bastante evidente.
Cuando uno se ve obligado a confluir a martillazos, las relaciones con tus socios son más duras
“Es importante que Adelante Andalucía no se vea más como el partido de Teresa Rodríguez”. ¿Adelante Andalucía puede sobrevivir sin el liderazgo de Teresa Rodríguez?
Si Adelante Andalucía no puede sobrevivir sin mí, entonces no es un proyecto político. Yo creo que lo es, que ocupa un espacio que estaba huérfano, en una comunidad autónoma que sigue necesitando de voz propia.
Tiene un antecedente en Podemos Andalucía. ¿Cómo ve a su antigua organización desde que usted dejó de dirigirla?
Podemos Andalucía es un referente andaluz de un partido de ámbito estatal y con sede en Madrid, cuyo objetivo fundamental ahora es defender los logros de su Gobierno de coalición con el PSOE. ¿Tiene sentido eso? Sí, en la izquierda estatal. Nosotros estamos construyendo otra izquierda, la andalucista.
¿De qué le sirve a los votantes a los que usted representa que abandone la política seis meses después de lograr el escaño? ¿Es lo que esperan de usted?
Bueno, la política no la abandono, dejo el Parlamento. Hay otras formaciones que han tenido líderes fuera de las instituciones, no pasa nada. Yo espero que entiendan los motivos: intentamos hacer compatibles nuestra presencia en las instituciones con el compromiso de abandonarlas tras ocho años. En Andalucía es imposible, en otras comunidades sí. La única esperanza era recurrir al Tribunal Constitucional, pero nos ha demostrado que no es una herramienta útil para resolver situaciones de discriminación flagrante, como que los funcionarios no puedan compaginar su trabajo con labores de representación pública. Los votantes de Adelante entienden que votan a un proyecto político, que su representación no se verá mermada porque yo no esté. Lo importante es el proyecto, no las personas.
“Desde que tenemos un espacio político propio, nos llevamos mejor con el resto de fuerzas”. Explíqueme esto.
Cuando uno se ve obligado a confluir a martillazos, las relaciones con tus socios son más duras que cuando se tiene un proyecto político delimitado, diferente, que se respetan entre sí y que tienen puntos en común. Nosotros tenemos en común con la izquierda estatal la defensa de un programa de reformas. ¿Qué nos diferencia? Que para nosotros lo prioritario es defender Andalucía, cerrar la brecha entre Andalucía y el resto de España y Europa. Y para eso es necesario poder exigirle al Gobierno central de izquierdas que cumpla con nuestra tierra. Eso necesita de una formación con una posición autónoma clara.
El andalucismo es una reivindicación territorial ligada a la mayoría social. El nacionalismo me suena a ricos que miran por sus privilegios
¿Ha hablado con Yolanda Díaz alguna vez?
Nunca.
Pero sí a través de intermediarios...
Sí, con gente de su equipo sí. Vinieron en las andaluzas a enterarse de cómo estaba la cosa de la candidatura, le contamos que no era comprensible una coalición a escasos meses de que IU nos expulsara del grupo parlamentario que compartíamos. Era como plantear ir a vivir con quien te echó de casa. Creo que lo entendieron a la primera.
¿Por qué cree que un solo diputado de Adelante Andalucía en el Congreso puede aportar más a esta región que los 61 diputados andaluces distribuidos en las grandes formaciones?
De entrada, sólo porque habría una persona que se sube a la tribuna a hablar de Andalucía, igual que los catalanes hablan sistemáticamente de Cataluña, los valencianos de la Comunidad Valenciana o los canarios de Canarias. Le voy a dar un dato: en la última legislatura sólo hubo 26 intervenciones sobre Andalucía en el Pleno del Congreso de los Diputados. ¡En toda la legislatura! Sobre Madrid hubo 2.337 en el mismo periodo. Basta con meterse en el buscador por palabras del Congreso para comprobarlo.
¿Cuál es la diferencia entre andalucismo y nacionalismo?
Son palabras. Las palabras tienen atribuidas connotaciones que, a veces, no tienen que ver con su significado. A mí nacionalismo me suena a PNV y a CiU, es decir, me suena a ricos, a una burguesía nacional que defiende su territorio para defender sus privilegios. Por eso me gusta más el andalucismo, porque es una palabra que tiene más que ver con una comunidad donde la reivindicación territorial ha estado siempre vinculada a las reivindicaciones de la mayoría social, no de una minoría privilegiada.
Ahora que vuelve a la docencia, ¿cómo ve de movilizado al profesorado andaluz? A principios de diciembre fueron las elecciones sindicales y el nivel de sindicación resultante es muy exiguo...
El profesorado suele ser un sector muy implicado socialmente. Estoy harta de ver a maestros implicados en miles de luchas: el ecologismo, el feminismo, movidas culturales, asociaciones vecinales... Otra cosa es que se sindiquen para defender sus derechos laborales. Cuando yo hacía sindicalismo docente, lo que me interesaba más no eran los sexenios de marras o los permisos del profesor, sino la situación de la gente que trabaja en precario en la escuela, como las monitoras escolares, los comedores, las aulas matinales... que trabajan con condiciones muy malas. La iniciativa legislativa popular para la bajada de la ratio escolar que llegó al Parlamento es una prueba de ese compromiso, eso lo hicieron los profesores. A ver cómo me lo encuentro después de ocho años.
¿Cree que si la iniciativa legislativa popular la hubiesen defendido los sanitarios, la Junta también la habría tumbado?
Buena pregunta. En la sanidad hay un problema mayor de corporativismo: enfermería, médicos, auxiliares administrativos... poner a todos de acuerdo para defender un interés común es un reto. Yo creo que el Gobierno de Juanma Moreno les habría pasado por encima igual, como se pasó por encima las movilizaciones del sector sanitario.
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