Un pasillo con columnas azules, bancos vacíos, luces frías y un teléfono colgando en una cabina abandonada. Así comienza 'La distancia justa', el diario de viaje de Pepe Guinea a través del cáncer, escrito con fotografías. Un pasillo de hospital que él decidió recorrer armado con su cámara.
En el año 2010 Pepe Guinea se desmayó. Tras salas de espera y pruebas médicas, le diagnosticaron un tumor cerebral. “Empecé a tener periodos de baja y me llevó a un momento vital de revisar todo lo que venía haciendo los años anteriores. Sentí que la fotografía era algo que tenía pendiente y que quería retomar”.
Capturar momentos que sucedían a su alrededor es una afición que ya había comenzado muchos años atrás. Guinea entró en contacto con el mundo del cine a través de la pareja de su madre que trabajaba en el sector. “Él me animó a explorar la fotografía. Cuando estaba estudiando, todavía de muy chaval, me acerqué a algún rodaje y trabajé como meritorio”. Con un pequeño sueldo compró su primera cámara y descubrió su afición. “La verdad es que me gustó y me quedé con ganas de más. Empecé a estudiar informática y me puse a trabajar en cuanto acabé, y la fotografía quedó apartada durante mucho tiempo”.
Cuando a Guinea le diagnosticaron cáncer, quiso aferrarse a aquello que le motivara, que le hiciera ilusión y que le conectara con la vida. “Con el tiempo he ido reconociendo todo el valor que la fotografía ha tenido para mí a la hora de tener motivación para seguir adelante a pesar de la complejidad de algunas situaciones que he ido viviendo. Y a nivel terapéutico ha sido algo que me ha ayudado a mostrarme, a compartir y a expresar cosas que de otra manera me resultaría muy difícil decir”.
Pepe Guinea se tumbó en su cama blanca de hospital con una cámara siempre al lado, para convertirse en un “fotorreportero” de su situación y alejarse de la “condición de enfermo, de víctima”. El resultado fue 'La distancia justa', la muestra fotográfica con la que ganó la IV beca DKV del Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín 2019.
Ahora, su diario de viaje queda colgado en las paredes blancas de la sala f/DKV, centro de fotografía con causa de la Torre DKV de Zaragoza. La fotografía le sirvió para “poner conciencia en ciertas situaciones y poder verlas con más claridad, y, a veces, también para poder distanciarme, dar dos pasos más atrás y fotografiar desde un sitio más lejano, con mayor perspectiva. Y en ese baile de acercarme y alejarme siempre he estado buscando una distancia, que no es una concreta, sino que cambiaba en cada momento y a la que me tengo que ir ajustando para tratar de comprender y asimilar lo que me pasa”.
En las instantáneas de Guinea, el blanco y el azul son los protagonistas, colores que inundan siempre cualquier hospital. Sin embargo, un pastillero repleto de píldoras amarillas, rojas, blancas y marrones rompe el patrón de inmediato. Cada imagen tiene su experiencia detrás, “yo estoy muy pegado a esas imágenes porque tienen un sentido para mí que entiendo que puede ser difícil para los de fuera”. Ese orden de pastillas de colores es para él el recuerdo de lo complejo que era “estar medicándome tanto durante tanto tiempo”.
“Yo tuve una quimioterapia muy fácil en comparación con la que tiene mucha gente y reconozco que me costó soportarla por ese miedo que tenía tan metido dentro de que la quimioterapia te mata”. Guinea denuncia la mala prensa de los tratamientos contra el cáncer, considerados en muchas ocasiones como “algo que te mata, que está orientado a matar todas las células, sin discriminar”. Cuando se acercaba una de las sesiones de quimioterapia, Pepe “sentía una ansiedad tremenda, como estar constantemente sujetando la sensación de querer salir corriendo”.
La imagen que cierra 'La distancia justa' muestra al fotógrafo comiendo frente a un espejo con la compañía de su reflejo. “Al final uno queda muy vulnerable, muy expuesto a mucha incertidumbre, y ese sentimiento de fragilidad conecta también con sentirse muy solo en el mundo, aunque estuviera acompañado por amigos, por personas de confianza y por familia”.
Pepe Guinea decidió mostrar sus años con cáncer para alejarse de la enfermedad y convertirse en un fotógrafo que cuenta una historia. “Algo que me ha aportado también esta experiencia es aprender a relativizar mucho sobre ese dramatismo de mi enfermedad y entender que al final me llevó a tomar conciencia de que todos nos morimos y ponerme en otra visión con la vida. Aún con dureza, han sido años bellos en cuanto a que han sido una apuesta por vivirlo todo con mayor entrega”.