Música callejera: de practicar en el conservatorio a tocar en la calle para darse a conocer

“La música es mi mayor pasión, me llena el alma de una manera inexplicable. Es una de las mayores formas de conexión, conmigo y con los demás. También es super útil para gestionar mis emociones y la banda sonora de cada uno de mis días”.

Esta son las palabras de Sidney Morago Rodríguez, una joven de 20 años de Zaragoza que estudia piano en el Conservatorio profesional y ejerce como profesora de piano, canto y baile en la ciudad. Por su parte, Pablo García Pastor, de 19 años y estudiante de arquitectura y guitarra, asegura que la música “es la mejor manera para evadirte del mundo real y poder centrarte en tus cosas además de ser un entretenimiento y un factor social que genera conexión con otras personas”.

Ambos actúan en la calle. Sidney canta, mientras que Pablo la acompaña con la guitarra y otro micrófono. Estos dos jóvenes se conocieron en una asignatura del conservatorio en donde les hacían crear un grupo pequeño de músicos y elegir canciones que quisieran interpretar. Al ver que les “encantaba” -porque además era “la única asignatura que se salía del estilo clásico”-, decidieron preparar un repertorio y salir a la calle, una idea que siempre fue apoyada por sus familiares y amigos.

Durante unas semanas se informaron de cómo era el proceso, ya que el sitio lo otorgan desde el Ayuntamiento de Zaragoza y tocar en zona centro tiene “sus dificultades”, algo que los llevó a actuar por toda la ciudad, sobre todo, en el Parque Grande con dos altavoces, dos micrófonos y la guitarra. A esto también se sumaban los papeles de permisos que tenían que entregar en donde se acordaba el tipo de actuación y el espacio; se aportaba documentación personal y, ahora con la Covid-19, un papel adicional de respeto a la normativa sanitaria.

“Todo empezó por la curiosidad de probar esa experiencia. Veíamos a muchos grupos callejeros que disfrutaban y que juntaban a bastante gente a su alrededor. Queríamos ver que se sentía y crear esa atmósfera que tanto nos gusta”, señala García sobre sus inicios, para el que también es importante “aprenderse las canciones de memoria, tener confianza en uno mismo y pensar que no importa si te equivocas porque no es un examen, ya que la gente está ahí para disfrutar y no para juzgar”.

Además, según comparte Morago que “la gente se pare a escuchar hace que sientas el corazón lleno”, aunque una de sus cosas “favoritas” es “ver cómo se les ilumina la cara, bailan o se acercan a decir algo”. “No hay que olvidar que tocar en la calle es una academia de crecimiento personal en la que trabajas la timidez y el sentirte completa, aprendiendo a cambiar el enfoque súper rápido en el caso de que lleguen preocupaciones a la mente”, confirma la joven.

Al hablar de dificultades, ambos coinciden en que la importancia que tiene cuidarse la garganta “al ser el principal instrumento”, sobre lo que Sidney presta mucha atención al ser, al mismo tiempo, profesora. Para ello, la cantante realiza ejercicios de vocalización diarios antes de comenzar e hidrata sus cuerdas vocales bebiendo mucha agua. 

Sin embargo, una de las consecuencias a largo plazo que sí contemplan es la posibilidad de que “muchos artistas pierdan sus valores, humildad y humanidad una vez que son reconocidos”, a pesar de que haber salido de la calle te hace “relacionarte mejor y desde más cerca con el que podría llegar a ser tu público” y “aprender que no todo el mundo se para y, por lo tanto, no puedes gustar en todo momento”. 

Su tiempo en la calle les ha hecho vivir experiencias, conocer a gente nueva y sentir que su música traspasa fronteras. Tal y como comparte Morago, un día en la calle Alfonso I de Zaragoza dos chicas, que habían pasado otro día e iban con su grupo de amigas, se sentaron en el suelo para escucharla cantar durante media hora. “Hubo una canción en la que encendieron las linternas y todo. Fue súper especial”, recuerda.

Presente de mucha música y futuro lleno de sueños a falta de oportunidades y ayudas

Hoy en día, con la crisis sanitaria, sus rutinas y sesiones se han visto, en cierto modo, modificadas, aunque son “conscientes” de que tocar en la calle no depende de aforos. “Aun así, suelen parar menos personas y no caben tantas por la distancia. Además, una de las peores cosas es no poder ver las caras ni la expresión completa de todos los que dedican un tiempo a pararse y escuchar”, sostiene Morago.

Actualmente tienen compuesta una canción conjuntamente y están pendientes de poder grabarla de manera profesional. Aun así, Sidney, que empezó piano con seis años y compone desde los doce, admite que de manera individual tiene “unas 30 escritas”, las cuales mostró en público por primera vez en La Bóveda del albergue en Zaragoza. Mientras tanto, Pablo ha sacado su primera canción llamada “Arenas de Marfil” bajo el nombre artístico Paul Depablo. Esta canción le hizo ganar el Premio a ‘Mejor propuesta joven’ en el concurso Popyrock 2021.

Respecto a la falta de ayudas y oportunidades, el joven de 19 años piensa que “en Zaragoza es menor el apoyo que en otros lugares de España como puede ser Madrid” porque “se puede ver claramente que muchos artistas de la ciudad que comienzan sus carreras acaban mudándose allí, en donde es más fácil darse a conocer”. A lo que Sidney añade que “esta falta de recursos hace que mucha gente no vaya a por su sueño porque requiere muchísimo empeño, tiempo y constancia pese a cualquier cosa”.

El futuro lo ven con ambición y es que Pablo “espera llegar a ser un músico reconocido y que la gente vaya a sus conciertos, en los que quiere invitar a otros artistas y colaborar”, mientras que Sidney busca compartir sus propias canciones de estilo pop-indie y seguir compaginando el enseñar música con su lado artístico, ya que “ambas cosas facetas contribuyen en la vida de los demás”, que es lo que le impulsa.

Mientras llega, Pablo (@pauldepablo_) y Sidney (@sidney.music) seguirán por las calles de la capital aragonesa gracias a contar con una licencia que les hará visitar el Parque Grande y la Plaza Piedad Gil (Barrio de Jesús) con su música, que les permite “conectarse al mundo”, compartir y vibrar.