El proyecto de los empresarios y el Ayuntamiento del Ólvega (Soria) para captar aguas del acuífero del Moncayo para abastecer a su pujante industria está provocando tensiones territoriales, sociales e institucionales en una zona, la de influencia del monte, en la que ahora mismo hay abiertas tres ‘guerras del agua’.
El Ministerio de Transición Ecológica rechazó () hace cuatro meses la solicitud del consistorio soriano para elevar de 13 a 36 litros por segundo la captación de agua del Arroyo Hontanares que tiene concedida desde 1984 para atender a un aumento de vecinos y de actividad industrial, y que, con una toma en el río el Molinal, en el pueblo vecino de Cueva de Ágreda, iba a suponer un trasvase de un hectómetro cúbico anual, ya que la captación se encontraba en la cuenca del Ebro pero iba a ser consumida en la del Duero.
La petición, que luego fue recortada a 314.710 metros cúbicos para abastecimiento y 553.629 para usos industriales, estaba “en el límite de los recursos disponibles”, lo que ponía en riesgo el cumplimiento de los caudales ecológicos, concluyó la Confederación del Duero.
“Querían llevarse el río entero”, señala el alcalde de Cueva de Ágreda, Miguel Alonso. Para Ecologistas en Acción fue “una demostración más del modelo depredador y cortoplacista del empresariado de Ólvega, que con sus representantes políticos pretenden una explotación desequilibrada e injusta del agua”.
Sin embargo, tras denegar el trasvase el Ministerio de Transición Ecológica, que también instó a Ólvega a instalar contadores para determinar el consumo de agua de la industria local, el Ayuntamiento activó su plan B: abrir un pozo de 175 metros de profundidad en el acuífero del Moncayo para sacar de allí el agua.
Agua de un afluente del Ebro para un territorio del Duero
La iniciativa tiene truco, ya que la delimitación de las masas de agua subterránea no coincide con las demarcaciones hidrográficas. La de esta tiene encima tierras del Duero y del Ebro, aunque es a esta segunda cuenca, principalmente al nacimiento del Queiles en Vozmediano, ubicado en la segunda de esas confederaciones, a la que llega su principal afloración.
“Se está produciendo una situación de deterioro intencionado de los derechos y expectativas de futuro de los municipios de Cueva de Agreda y Beratón, en beneficio de un grupo de empresas de Ólvega que insisten en acaparar más y más agua, sin tener necesidad real de ello y que, de no mediar la administración, supone una grave afección al ecosistema del Moncayo”, señalan los ecologistas.
Mientras tanto, el Ayuntamiento de Cueva de Ágreda ha dirigido a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) un duro escrito en el que recuerda que el nivel del acuífero “ha bajado de forma alarmante” en los últimos 70 años, con un descenso de cien metros en el pueblo y de más de 50 en Ólvega, situado a menor altitud, como consecuencia de la reducción de las precipitaciones, que ronda el 60 %.
“Hemos de tener cuidado con este Ecosistema, para no meterle el rejón de muerte y dejárselo a las futuras generaciones con vida”, dice el Consistorio, que se opone frontalmente a esa captación como antes se opuso, también, a otra para una macrogranja de vacas.
“El conflicto es con el Moncayo, Ólvega está desarrollando una política muy dura con el Moncayo”, explica Alonso, que insiste en que “en estos pueblos tenemos un futuro que queremos vivir”. “El Moncayo es una zona a conservar y proteger, y no entendemos cómo Aragón no se mueve por algo que le afecta directamente”, añade, ya que “el pinchazo de Ólvega, si es autorizado, detraería caudales que ahora van al Queiles en Vozmediano”.
El agua de El Val
Los protagonistas coinciden en las otras dos ‘guerras del agua’ que ahora hay abiertas en la zona, en la que concluyen las comunidades de Aragón, Navarra y Castilla y León.
Ambas giran en torno al pantano de El Val, un embalse incluido en el Pacto del Agua que, tras una inversión de 90 millones de euros, se está convirtiendo en un vertedero de agua residuales por la escasa renovación del caudal ante su inexistente demanda.
Los principales focos de ese deterioro, principalmente causado por la acumulación de fósforo, se encuentran en las depuradoras de Ólvega y Ágreda, las aguas sin depurar de la segunda de esas localidades, la actividad ganadera de la zona y la piscifactoría de Vozmediano.
Paralelamente, la propuesta del Gobierno de Navarra de utilizar aguas del Val para abastecer a la creciente agroindustria de Tudela y el resto de la Ribera ha reabierto heridas que llevan supurando ocho décadas, desde la constitución de la Mancomunidad del Queiles en 1939.
La demanda, de 800.000 metros cúbicos anuales, es similar en volumen a la que Ólvega reclama para abastecer a su industria.