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Poco teletrabajo en Aragón: la mitad que en Europa

Teletrabajo

Pablo Alvira Fuertes

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Fueron muchas las personas que, viendo venir la tormenta a principios de marzo de 2020, decidieron abandonar el lugar donde trabajaban y volver a su tierra. Es el caso de Juan Miguel Fernández, quien teletrabaja desde su casa en Huesca para el Instituto de Salud Carlos III. Aunque puede teletrabajar hasta el 9 de mayo, fecha en que finaliza el estado de alarma, desde el Instituto están valorando la posibilidad de trabajar en remoto para aquellos puestos donde se pueda aplicar, ya sea a tiempo completo o parcial. “De una manera u otra esta situación ha acelerado el cambio y ha llegado para quedarse”, dice Fernández.

Al no tener contacto con sus compañeros, Fernández asume que se puede perder la sensación de pertenencia al grupo. Por otra parte, asegura que siente menos estrés “al no tener que lidiar con situaciones sociales diarias que no son estrictamente necesarias para el trabajo, como el ruido, salas con mucha gente o la interacción con superiores poco agradables”. Pide una regularización de esta forma de trabajo, ya que actualmente está sujeta “a lo que cada empresa considere. De pronto, mucha gente aprovechó a adelantar trabajos pendientes y aumentó la actividad de correos, solicitud de datos, revisión de documentos, etc. Es importante regular para que no se convierta solamente en algo de empresas de alto nivel y punteras, sino que pueda ser algo transversal en la sociedad”, señala. 

Juan Miguel es una de las personas que ha tenido que incorporar el teletrabajo a su rutina laboral. Hace más de un año que forma parte de los hábitos laborales de muchos, y esto ha provocado que hayan decidido quedarse en su lugar natal en vez de acudir a la ciudad donde está su empresa. Muchas regiones ya han visto en el trabajo remoto una opción para luchar contra la despoblación. Hasta marzo de 2020 este modelo de trabajo era residual; menos del 5% de los españoles trabajaba desde su domicilio, copado en su mayoría por autónomos.

Las zonas despobladas buscan una oportunidad para aumentar su población gracias al teletrabajo. Es el caso de la comarca zaragozana de las Cinco Villas, que ha puesto en marcha un proyecto para atraer a nuevos pobladores en la zona mediante una oferta de viviendas. ‘Teletrabajar en Cinco Villas’ es una iniciativa que tiene como objetivo la instalación de vecinos en los municipios que tengan la posibilidad de realizar su labor profesional a distancia. Por lo tanto es imprescindible tener una buena conexión a internet y una infraestructura que la proporcione. 

Las localidades que se han adherido al plan tienen entre 67 y 950 habitantes. Los alcaldes de Luesia, Biota, Castejón de Valdejasa han señalado que es una gran oportunidad para dar a conocer el municipio y seguir creciendo. Es una buena ocasión para aquellos que se fueron al no poder compaginar su trabajo con la vida en el pueblo, puedan volver con mejores infraestructuras y comunicaciones. 

Solo el 11% de los aragoneses teletrabajan

Según el Índice de Confianza Empresarial, hasta el confinamiento domiciliario de marzo, el 15% de las empresas utilizaban teletrabajo. Durante los siguientes tres meses se multiplicó hasta alcanzar el 49%. Sin embargo, aunque la pandemia no haya acabado el trabajo en remoto, experimentó un descenso en los últimos meses del año pasado. Según un informe de la consultora Adecco publicado el pasado miércoles, solo el 14,5% (casi 3 millones) de los trabajadores españoles lo hace a distancia. Muy lejos del 21,5% de la media en la Unión Europea y del 40% en países punteros en esta materia como Suecia u Holanda. El elevado peso del turismo y la hostelería en el PIB son dos factores que explican este bajo porcentaje. 

Dentro de la península, Cataluña y Madrid copan los primeros puestos con un 17% y 22%, respectivamente, de sus ocupados teletrabajando. En territorios como Canarias (9,8%) o La Rioja (9,6%) los niveles son mucho más menores y Aragón se sitúa en torno al 11%. 

Yolanda Vergara forma parte de ese 11% de los aragoneses que han incorporado el teletrabajo a su rutina laboral tras la pandemia. Trabaja para el Instituto de Investigación de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos (BIFI) de la Universidad de Zaragoza. Comenzó a teletrabajar en Huesca desde el primer lunes tras la proclamación del estado de alarma. Hasta el 1 de septiembre fue 100% remoto y desde entonces realiza una jornada del 80% no presencial. “Hago lo mismo, a excepción de que no hay viajes de trabajo para asistir a reuniones de proyectos o jornadas científico-técnicas. Todos, tanto internos como con externos se realizan online. Para las jornadas y eventos, prefiero el teletrabajo porque permite asistir a mayor número de personas y, además, el coste es mucho menor. Las reuniones son mejor presenciales, ya que sino se pierde agilidad y el lenguaje no verbal, además de la socialización personal”, indica. 

Prácticas en remoto

Otro caso son los jóvenes que acaban de finalizar sus estudios superiores y están incorporándose al mercado laboral, bien con contrato de prácticas o bien temporales. Kevin Barragán e Inés Urieta están en esta situación. Barragán se encuentra teletrabajando en Huesca ciudad para la empresa Volkswagen Finance Service, en Barcelona. A mediados de octubre la cerraron presencialmente y ahora acude a la oficina dos días a la semana, intercalando una sí otra no, en grupos burbuja. “No hay diferencia en las tareas que desempeño, pero sí que estoy más concentrado y soy más productivo. Al ir acabando te va llegando más faena, hay veces que no sabes poner un tope. En la oficina a las 18.30 horas recogías y te ibas, en cambio en casa hay días que te dan las 20.00 horas no te das cuenta y sigues delante del ordenador”, destaca. 

Los dos jóvenes coinciden en que es necesaria una regularización “porque teletrabajar no es estar en el sofá de tu casa con el pijama. Tienes que tener una rutina, unos aspectos claros y eso es lo que falta por definir”, indica Urieta, quien tiene un contrato coyuntural con el BBVA y teletrabaja desde Huesca. Tampoco discrepan en que hay más efectividad trabajando en remoto, “ya sea porque me organizo mejor o por la flexibilidad pero focalizo más mi atención en acabar el trabajo y luego dedicar tiempo a mi vida personal”. Sin embargo, afirma que cuando tiene dudas “antes te girabas y preguntabas al compañero de al lado pero ahora debes enviar un correo o un mensaje y puede tardar en responder, eso entorpece la comunicación”. Destaca el ahorro que puede suponer para las empresas aunque haya quienes todavía “están muy verdes” con las ‘nuevas’ tecnologías y ha ayudado a eliminar malos hábitos como “el síndrome de la silla caliente: te pones delante del ordenador tengas o no trabajo, cumples tu jornada y te vas a casa. Ahora se ha equilibrado la carga de obligaciones”. 

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