Cada día, un candidato a las Cortes cuenta en eldiario.es/Aragon sus experiencias en la campaña. Este blog no se edita y lo que escriben los candidatos es lo que se puede leer al día siguiente.
Vida frenética o política 2.0
Hace unos días, con la precampaña, los candidatos, nóveles en estas lides, pudimos empezar a entrever el ritmo vertiginoso que nos esperaba en este mes que, teóricamente, compone lo que se suelen llamar momentos de intensidad política fuerte. Bueno, realmente para ser honesta esta sensación de vivir en la velocidad de encarnar un tiempo acelerado la llevamos sintiendo en Podemos desde nuestra configuración. Todos los meses acaban por ser momentos únicos, pasos ineludibles, decisiones trascendentales, reuniones vitales… Sabemos que ha habido otras etapas históricas que han compartido con la nuestra está sensación destituyente que hace que todo tenga que reconfigurarse con prontitud. Pero sin duda, para los que lo vivimos desde dentro hace que sintamos el sinsabor agridulce de una felicidad acompañada de una falta de sueño agotadora.
Vuelvo que me desvío divagando. Hacía semanas que, en medio de la precampaña, comencé a sospechar cómo iba a ser el ritmo de nuestra campaña. Quizás por detalles sutiles como que a las reuniones de campaña, a las nueve de la mañana en la oficina, a la jefa de prensa se le había escapado que había que llegar con la prensa leída, lo que me hizo percatarme de que madrugar y recibir el último télegram a las dos de la mañana iban a ser fenómenos que condicionarían, inevitablemente, que dormir sería algo que debería esperar. Me lo temía, me temía hojas y hojas de documentos compartidos en red con argumentario por revisar, y me lo temí con mayor certeza cuando el jefe de campaña apareció ayer en la oficina con zumo y madalenas. Mal presagio.
Pero la cosa no ha empezado tan apocalíptica para los biorritmos humanos como sospechaba. Debe ser que el entrenamiento de estrés de los últimos meses con procesos internos, documentos organizativos y políticos así como con el programa, finalmente, han servido para hacer tablas en esto que llaman vida frenética o política 2.0. Ayer, el madrugón por la entrada en tele de Pablo a primera hora se compensó con el éxito de oír por su boca ideas de programa que llevaban meses fraguándose en las bambalinas aragonesas. Al oírle hablar del instituto de crédito, de la dación en pago, del proceso de emergencia ciudadano sentí la satisfacción del trabajo bien hecho y un poquito, para que negarlo, de orgullo por ser partícipe, por ser una más de las hacedoras de un cambio tan necesario para nuestra tierra. El resto del día continuó bajo tal nivel de excitación y prisa que sólo al caer la noche y en la cama fui consciente del cansancio.
Si el resto de campaña consiste en esto, creo que podremos sobrellevarlo. Espero acordarme, el día 23, de la cara de mis compañeros de piso que me ven salir y entrar corriendo como loca mientras repito en voz alta que me voy con la caravana a “tal” pueblo, que no me esperen a cenar. Hoy nos toca bajar a Teruel, y el viaje me hace especial ilusión. Allí se presentan compañeros y compañeras que me han acompañado desde el principio en Podemos y dicha complicidad hace que sea divertido verlos en el escenario como si tal cosa, mientras recuerdo cómo hace unos meses ninguno hubiera imaginado que acabaríamos aquí. Recuerdo estudiar junto a María, candidata por Teruel, y cómo ella deseaba aprobar sus oposiciones de patrimonio, o hablar con Héctor sobre cuándo iban a salir las suyas para institutos. Realmente estoy rodeada de compañeros que hemos aceptado hacer un corte excepcional en nuestras vidas para dar este salto, imbuidos por una mezcla de valentía y sentimiento de responsabilidad que nos sabemos explicar pero que, cuando nos miramos, somos conscientes de compartir esa sensación en forma de secreto a voces. Este secreto, al final, es el que alimenta estos días, como lo lleva alimentando todos estos meses. Es esa certeza sentida de saber que el momento es ahora y de que todo el esfuerzo tiene un sentido: cambiar las cosas. Ante eso, no hay falta de sueño que consiga pararnos.
Hace unos días, con la precampaña, los candidatos, nóveles en estas lides, pudimos empezar a entrever el ritmo vertiginoso que nos esperaba en este mes que, teóricamente, compone lo que se suelen llamar momentos de intensidad política fuerte. Bueno, realmente para ser honesta esta sensación de vivir en la velocidad de encarnar un tiempo acelerado la llevamos sintiendo en Podemos desde nuestra configuración. Todos los meses acaban por ser momentos únicos, pasos ineludibles, decisiones trascendentales, reuniones vitales… Sabemos que ha habido otras etapas históricas que han compartido con la nuestra está sensación destituyente que hace que todo tenga que reconfigurarse con prontitud. Pero sin duda, para los que lo vivimos desde dentro hace que sintamos el sinsabor agridulce de una felicidad acompañada de una falta de sueño agotadora.
Vuelvo que me desvío divagando. Hacía semanas que, en medio de la precampaña, comencé a sospechar cómo iba a ser el ritmo de nuestra campaña. Quizás por detalles sutiles como que a las reuniones de campaña, a las nueve de la mañana en la oficina, a la jefa de prensa se le había escapado que había que llegar con la prensa leída, lo que me hizo percatarme de que madrugar y recibir el último télegram a las dos de la mañana iban a ser fenómenos que condicionarían, inevitablemente, que dormir sería algo que debería esperar. Me lo temía, me temía hojas y hojas de documentos compartidos en red con argumentario por revisar, y me lo temí con mayor certeza cuando el jefe de campaña apareció ayer en la oficina con zumo y madalenas. Mal presagio.