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Mi vecino el alcalde. Mi vecino el presidente

En realidad, tenéis razón, tampoco es para tanto: Cientos de personas se podrían considerar vecinos de Echenique y Santisteve, pues ambos viven en barrios de esos en los que habita la mayoría de la gente, de esos donde las viviendas se acumulan en manzanas y pisos, uno encima y al lado del otro.

La curiosa coincidencia, aunque no pase de la pura anécdota, me viene a la cabeza de vez en cuando durante esta campaña para recordarme que casi nada de lo que está pasando estos días es casualidad. ¿Por qué dos personas que tienen su vida profesional resuelta, como son Echenique y Santisteve, han decidido dar este paso con el sacrificio personal que supone? Cada uno lo cuenta a su manera. Yo digo que algunos ya nombraban con cierto romanticismo eso del “asalto ciudadano para poner las instituciones al servicio de la gente”, sin que otros supiéramos bien a qué se referían, mientras era algo bien real que estaba llegando y que solo necesitaba ser encarnado.

Con Santisteve y su equipo tuve la ocasión de compartir el proceso de primarias del entonces llamado Ganemos Zaragoza, a través de la gestión de las redes sociales del candidato. Eso fue solo un poco de rumba comparado con la ración doble de heavy metal que me esperaba unas semanas después como jefa de prensa de Echenique en la campaña autonómica. Una figura pública muy conocida, aunque no tanto al principio como candidato en Aragón; dos televisiones y radios públicas prácticamente “capadas”; una constelación de medios regionales y comarcales con afinidades, necesidades y alcances muy desiguales… Y un sendero de fuga con línea directa con Dios: la televisión (privada), la aún más eficaz herramienta de llegar a la gente de forma masiva (y decisiva). Menudo combo.

“¿Qué hacemos? ¿Bailamos?”, le dijo a Íñigo Errejón una de las personas de su equipo el día en que la comitiva del número dos de Podemos visitó Zaragoza, justo antes del inicio de campaña. No le estaba clavando la pupila en su pupila azul, ni nada de eso. Bailar, en neolengua -al menos como yo lo entiendo-, parece que significa enfrentar ciertas preguntas de periodistas con cintura y diplomacia aunque con la intención clara de no desviarse del mensaje que se quiere colocar. Las perchas -enganches- y los duplex -desconexiones en directo- se han colado en nuestro vocabulario cotidiano y sumado a los ya conocidos briefings y marcos, que si bien no son términos tan hegemónicos como otros, nos permiten pelearnos con garantías por los significantes flotantes

“Todo discurso debe contener una línea destituyente y una línea constituyente”. Lo escucho cada día formulado de cien maneras diferentes… Pondré un ejemplo que saco de algunas notas que tomé durante la preparación del debate a siete en Aragón TV: “La cuestión es cómo les explicamos [a los televidentes, en este caso] que Podemos apuesta por tomar el timón de la economía aragonesa y asumir de una vez la transformación de un modelo productivo que hasta la fecha es dependiente de los mercados financieros. Y que eso está relacionado con el hecho de que sus nietos ingenieros han tenido que emigrar”. Ahí es nada. Ahora vas y lo explicas para todos los públicos. Esa es nuestra vida en campaña...

Pese a que mi papel es básicamente aceptar que me frían la oreja a llamadas de forma permanente -bienvenidas sean todas las llamadas, ¡para eso estoy!-, he de decir que tengo mucha suerte. Como pasa con el buen heavy metal, a veces caen baladas: porque Echenique es un candidato que elabora sus mensajes y que escribe sus discursos -y pese a todo lo que asume no se le desgasta el buen humor-; porque los candidatos que le siguen tampoco tienen miedo a nada y se echan al hombro lo que les pongan por delante; y porque pese a los momentos difíciles que vive el equipo de campaña, el amor siempre vence. Esto último quizá suena moñas, pero es verdad: Si hay algo indispensable para que Podemos llegue a aplicar sus medidas de rescate con éxito, eso es el querer y el quererse.

En pocos días termina este período, que es sin duda excepcional para todos nosotros. La semana que viene muchos de los que hoy vemos como candidatos ya sabrán que van a ser diputados autonómicos o concejales municipales por primera vez en su vida. Un periodista amigo me recomendó, ante una pregunta mía sobre cómo ser profesional, que sobre todo no fuera hooligan del partido. Quizá pidiendo el voto para Echenique y Santisteve me esté saltando este consejo que he seguido a pies juntillas. Pero tampoco todos los días tus vecinos van camino de ser el próximo presidente y el próximo alcalde. Larga vida a la nueva política. De verdad deseo que no se nos desgaste muy rápido: aún queda todo por hacer.

En realidad, tenéis razón, tampoco es para tanto: Cientos de personas se podrían considerar vecinos de Echenique y Santisteve, pues ambos viven en barrios de esos en los que habita la mayoría de la gente, de esos donde las viviendas se acumulan en manzanas y pisos, uno encima y al lado del otro.

La curiosa coincidencia, aunque no pase de la pura anécdota, me viene a la cabeza de vez en cuando durante esta campaña para recordarme que casi nada de lo que está pasando estos días es casualidad. ¿Por qué dos personas que tienen su vida profesional resuelta, como son Echenique y Santisteve, han decidido dar este paso con el sacrificio personal que supone? Cada uno lo cuenta a su manera. Yo digo que algunos ya nombraban con cierto romanticismo eso del “asalto ciudadano para poner las instituciones al servicio de la gente”, sin que otros supiéramos bien a qué se referían, mientras era algo bien real que estaba llegando y que solo necesitaba ser encarnado.