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La exitosa plantación vecinal en la Dehesa de la Villa que evidencia que los madrileños reclaman más árboles

Plantación vecinal en la Dehesa de la Villa

Luis de la Cruz

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La mañana del pasado domingo, 24 de noviembre, se presentó con magnífico sol de otoño a la cita. El punto de encuentro era a las 11 de la mañana en las inmediaciones del Centro de Educación Ambiental (CIEA) y a esa hora había allí varios centenares de personas –unas 400 fueron al final, a lo largo de la mañana–, una legión repobladora formada sobre todo por familias.

Aunque había micro, pronto se vio que sería difícil que todos escucháramos las indicaciones del personal del CIEA y el resto de interlocutores de forma precisa, aunque la comunicación en cadena funcionó a la perfección y todo marchó sobre lo previsto. Congregaban asociaciones vecinales, como la Asociación Vecinal San Nicolás-Dehesa de la Villa, y el propio CIEA, que ponía los plantones y la herramientas. También estaba por allí la gente el Proyecto Arrendejo proporcionando bellota recolectada en las últimas fechas para plantarlas en la Dehesa.

La jornada retoma una tradición vecinal que se viene llevando a cabo al menos desde lo primeros 2000 por iniciativa vecinal, aunque bebe de tadiciones mucho más antiguas. A principios del siglo XX, de hecho, los niños del albergue de La Paloma y el propio Ayuntamiento importaron en la Dehesa de la Villa el arbor day anglosajón, que se llevo a cabo también en otras localizaciones, siendo la Fiesta del Árbol de la Ciudad Lineal la más importante.

Aquellas primeras replantaciones fueron coincidentes en el tiempo con la reforestación que convirtió la dehesa en el pinar que hoy conocemos. Hoy en día, sin embargo, hay una tendencia resuelta a devolver las encinas al lugar que tuvieron en la primigenia dehesa histórica, que fue reserva carnicera y comunal de titularidad municipal desde muchos siglos atrás.

Y a eso se dedicaron los asistentes, a plantar encinas y bellotas, entre algunas otras especies (como jara) sobre una gran franja preparada por la máquina para la ocasión detrás del Centro de Prevención de Riesgos Laborales Fabiola de Mora y Aragón. Antes, una espectacular sepiente humana se había trasladado a través de los desniveles y caminos el bosque urbano desde el CIEA hasta el lugar elegido para la plantación de este año.

Pero la plantación no es un ejercicio neutro de civismo. Está sujeta a una genealogía de movilización vecinal de defensa del parque, que queda patente en la notable presencia asociativa del evento, en el que la pancarta de la Coordinadora Salvemos la Dehesa recuerda los tiempos en los que los vecinos se tuvieron que movilizar para evitar que una carretera atravesara aquellos terrenos.

Culpa de ellos era el ya clásico caldo de pollo y los montados de cocido. Hubo para todos. También los libros sobre la Dehesa –aves, historia, caminos del agua– y  las bolsitas de chuches. Para conseguirlas, los niños y niñas solo tenían que decir la contraseña secreta: “La Dehesa de la Villa es una maravilla”.

Un rato después de dar por terminada la plantación, al filo del mediodía, el cielo se había cerrado y cayeron las primeras lluvias del día. No fue mala noticia: se contaba con ellas como aliadas para que se asentara la plantación. El éxito masivo de las últimas plantaciones de la Dehesa de la Villa, un acto ya veterano de creación de comunidad a través del arbolado urbano, nos habla. Y el mensaje es sencillo de comprender.

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