El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Leo con estupor que concejales de esta ciudad se niegan a conservar el conjunto íntegro de Averly. Leo con pena y con rabia en diversos manuales y artículos de periódico la cantinela del ingente patrimonio perdido, desaparecido o “expatriado” de esta ciudad.
No puedo valorar los trámites jurídicos, no soy experto en leyes, pero sí opinaré sobre la pérdida de patrimonio industrial. Los derribos en el distrito del Rabal acabaron con el penúltimo complejo de nuestro pasado, dejando testimonios “sueltos” en forma de chimeneas, edificios reconvertidos en bibliotecas o algunas viviendas vacías. Sin carteles, sin rutas, sin huellas de nuestros antepasados que trabajaron en estas construcciones. Negando, otra vez, nuestra historia, sacrificada para hacer miles de viviendas a mayor beneficio de promotoras y de entidades bancarias... hasta el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. ¿Acaso no era compatible el patrimonio contextualizado y edificar viviendas para la gente?
Heredamos la tradición de la acomplejada y codiciosa burguesía del siglo XIX, que prefirió remodelar el viejísimo solar romano y musulmán para levantar viviendas a su medida y poder. O aquella que, en los años del desarrollismo franquista, se puso a arrasar bulevares y a derribar palacios renacentistas y barrocos o edificios modernistas del ensanche para instalar mamotretos infumables o edificios posteriormente catalogados... y totalmente fuera de contexto.
Y ahora, una vez más, vuelven las personas expertas - arquitectas, ingenieros, historiadoras del arte, economistas y un largo etcétera - a levantar la voz contra la voraz excavadora. “Un bien patrimonial excepcional”, “uno de los pocos (si no el único) que se conserva en España como testimonio de la unión entre hogar y empresa en la arquitectura industrial urbana desde un periodo tan antiguo”, “una fundición única” “la catedral por antonomasia de la primera industrialización en España”, “uno de los 100 bienes más importantes del patrimonio industrial español.” Palabras, entre otros, del Plan Nacional de Patrimonio Industrial, elaborado por el Instituto del Patrimonio Cultural de España y aprobado por el Consejo de Patrimonio Histórico del Estado.
Me niego a la estulticia, a la cortedad de miras, a la codicia inmisericorde. Me niego a que sea un asunto de mera gestión. Me niego a considerar que la política, la de verdad, la que custodia los bienes comunes, no tenga lugar tampoco en este momento. Me niego a llorar (algunos lo hacen con lágrimas de cocodrilo) por la pérdida de algo que todavía sigue en pie.
¿Verdad que no tendría sentido conservar la mitad de La Seo o un tercio de la Lonja? El conjunto tiene un valor que va más allá de la suma de sus partes, que revela cómo entendían el trabajo, las tensiones entre grupos sociales, la memoria, la vida... Por eso, la organización World Monuments Fund, con sede en Nueva York, una de las más prestigiosas instituciones independientes para la preservación del patrimonio mundial, ha incluido al conjunto íntegro de la Fundición Averly en la lista Watch, que recoge los 50 bienes amenazados más importantes del mundo.
Averly debe permanecer en pie, íntegra, un lugar del que salieron la fuente de la Samaritana, el león del Batallador, el chapitel rojo y la veleta que remata la torre de la Seo, la escultura del Justicia en el monumento de la plaza de Aragón, las columnas de los porches del Mercado Central, los remates de las torres del Pilar, farolas, papeleras, fuentes...
En nuestro blasón, en el de la familia propietaria de la constructora ¿figurará el emblema de “destructora del patrimonio de una ciudad” o, por el contrario, “salvé Averly y serví a la ciudad”? Está en nuestras manos.
Leo con estupor que concejales de esta ciudad se niegan a conservar el conjunto íntegro de Averly. Leo con pena y con rabia en diversos manuales y artículos de periódico la cantinela del ingente patrimonio perdido, desaparecido o “expatriado” de esta ciudad.
No puedo valorar los trámites jurídicos, no soy experto en leyes, pero sí opinaré sobre la pérdida de patrimonio industrial. Los derribos en el distrito del Rabal acabaron con el penúltimo complejo de nuestro pasado, dejando testimonios “sueltos” en forma de chimeneas, edificios reconvertidos en bibliotecas o algunas viviendas vacías. Sin carteles, sin rutas, sin huellas de nuestros antepasados que trabajaron en estas construcciones. Negando, otra vez, nuestra historia, sacrificada para hacer miles de viviendas a mayor beneficio de promotoras y de entidades bancarias... hasta el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. ¿Acaso no era compatible el patrimonio contextualizado y edificar viviendas para la gente?