El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Decía en mi primer artículo como diputado que es más sencillo cambiar Aragón desde la barra de un bar que desde un escaño. Y a medida que pasa el tiempo, soy más consciente de ello. A esta reflexión se suma otro debate: solventar asuntos particulares o cambiar el sistema en su conjunto. Mejor dicho: intentar solventar asuntos particulares o intentar cambiar el sistema en su conjunto.
No soy el único diputado al que personas o asociaciones acuden para plantear una situación, un problema… y pedir una solución. Todos los partidos recibimos peticiones de reunión con frecuencia. Según quién sea la persona o el tema, se llama lobby; en otros casos, pura ayuda humanitaria.
En mi caso, suelo recibir peticiones relacionadas con la discapacidad y la vivienda. Por supuesto, no voy a revelar el contenido de estos encuentros, pero sí diré que al terminarlos estoy hundido. Por mucha propaganda que lance el Gobierno, sigue habiendo pobreza; sigue habiendo exclusión, desahucios; sigue habiendo discriminación hacia las personas con discapacidad, que sufren humillación, soledad, desprecio y en ocasiones, aunque suene a otros tiempos, hambre.
Las personas acuden a su representante político con la esperanza de que pueda hacer algo por su caso. Y aquí entra la duda. ¿Es ético intervenir? ¿No debemos trabajar para todos y no sólo para aquellos que tienen la posibilidad de poder hablar con un diputado?
Los políticos solemos aparecer en los medios con certezas, pero yo tengo dudas. Y creo que la duda es la única forma hacia el verdadero pensamiento y la acción correcta.
Recuerdo aquí los versos de Bertolt Brecht:
Y tú que eres dirigente, no olvides
Que lo eres porque antes dudaste de los dirigentes.
Por eso ando pensando estos días cómo actuar ante un caso concreto de injusticia, de esos que hacen llorar y arden las venas. El problema de fondo es un sistema que trata a las personas con discapacidad como si fueran niños, que no respeta sus deseos, sus necesidades, sus sentimientos. Hay que cambiar el sistema, está claro. Pero a veces el sistema se cae con un ejemplo personal.
Siempre se habla del gesto de Rosa Parks en el autobús. Se ha mitificado, ya que antes de ella hubo muchas personas que lucharon y murieron por los derechos de los negros. Pero ella quedó como símbolo. ¿Y si al ayudar a una persona mostramos al mundo que el sistema no funciona?
Otra opción sería examinar con detalle el funcionamiento de los protocolos, residencias, fundaciones, certificados de discapacidad, etcétera, y proponer un modelo alternativo. De hacerlo y presentarlo en las Cortes, ¿qué sucedería?
Los tiempos en política son abrumadores, los asuntos a tratar, ingentes. Pero debemos pararnos de cuando en cuando, dudar, debatir y buscar el mejor camino posible. Una vez encontrado, hay que recorrerlo con energía.
Mientras, toca pensar.
Decía en mi primer artículo como diputado que es más sencillo cambiar Aragón desde la barra de un bar que desde un escaño. Y a medida que pasa el tiempo, soy más consciente de ello. A esta reflexión se suma otro debate: solventar asuntos particulares o cambiar el sistema en su conjunto. Mejor dicho: intentar solventar asuntos particulares o intentar cambiar el sistema en su conjunto.
No soy el único diputado al que personas o asociaciones acuden para plantear una situación, un problema… y pedir una solución. Todos los partidos recibimos peticiones de reunión con frecuencia. Según quién sea la persona o el tema, se llama lobby; en otros casos, pura ayuda humanitaria.