El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
El otro día, en una reunión del colegio, una maestra nos alertaba a las madres y padres sobre los peligros de las pantallas, algo ya sabido y poco prevenido por muchos de nosotros. Sin embargo, añadió un matiz que me pareció iluminador: “Deben dejar de ser espectadores de vídeos en los que otros hacen cosas y ser ellas y ellos los que pasen a la acción”.
Es cierto, proliferan los vídeos de tutoriales “do it yourself / hazlo tú misma”, DIY, en sus siglas inglesas. “Aprende a hacer un gallinero portátil en media hora”, “consigue un look smokey eyes en tres minutos”, “sorprende a todos con una tarta de manzana en forma de flor”... Para el público infantil hay trillones de tutoriales sobre cómo pasarte pantallas de videojuegos, cómo hacer manualidades o experimentos científicos.
No todos los vídeos de internet son fiemo. Hay buenas ideas en muchas de esas cápsulas audiovisuales que consumimos a diario. Pero me gustaría que alguien hiciera un experimento sociológico y midiera si el visionado de ese tipo de vídeos resulta inspirador y mueve a la acción o bien suple en nuestro cerebro esa pulsión por descubrir y hacer cosas nuevas y nos anestesia, arrastrándonos al siguiente tutorial absurdo. (El hecho de que los denominemos tutoriales es ya bastante perverso, supone otorgarles la capacidad de tutorizarnos, hacerlos responsables de nuestra educación).
Esta idea errática se me cruzó con un lema que encontré el otro día en una foto colgada en Facebook por una asociación amiga: “Tus opiniones NO cambian el mundo, tus acciones SÍ”. Estamos tan bombardeados por información política (con minúscula) y de fútbol que nuestra opinión está en continuo vaivén, estimulada constantemente con el frenesí que cada vez nos acerca más al parlamentarismo de nuestra vecina Italia. ¿Qué tipo de sociedad seríamos si se nos bombardeara con la misma magnitud de mensajes culturales, filósóficos o científicos? Muchas veces me lo pregunto, y eso no significa que denoste la Política. La Política, con mayúsculas, es fundamental, y tengo el gusto de conocer a muchas mujeres y hombres que se creen lo del servicio público y hacia la clase trabajadora.
Pero también a ellas y ellos les quiero lanzar un mensaje: “Que la abundancia de mensajes sobre la importancia de la unidad de la izquierda no os anestesie y no se os olvide que la opinión, sin acción, no sirve de nada”. Quizá con este texto yo esté añadiendo más ruido mediático carente de acción. Quien esté libre de cometer incoherencias, que tire la primera piedra.
Si no paramos de hablar de ella y luego no avanzamos, o por lo menos no mantenemos lo presente, se abrirá un vórtice que absorberá ganas, energías y esperanza.
¿Sabéis quiénes se están movilizando y pasando a la acción? Aunque no haya sido la bomba, mirad la manifestación reaccionaria y fascista de Madrid de este fin de semana y recordad cuando era la izquierda la que tenía la hegemonía de la protesta social. Cómo los problemas reales eran los que llenaban los telediarios. Recordad ese sentimiento de indignación y camaradería. Mirad a vuestro alrededor y observad que las condiciones materiales de vida siguen siendo iguales que en 2012. Sigue habiendo desahucios, precariedad, machismo, ataques medioambientales... ¿Qué ha cambiado? Gracias a la lucha, otras conquistas, como el derecho al aborto, el matrimonio homosexual, permisos de paternidad y maternidad, pensiones, etc. se mantienen pero... ¿hasta cuándo?
Si la situación actual te inquieta, no tienes más que dejar de consumir información sobre la unidad de la izquierda, dejar de movilizar tu opinión, y pasar a la acción. Y aquí, la receta mágica, que si no esto no sería un tutorial como las diosas de Internet mandan (por supuesto que no se consigue en dos minutos, es un camino sin fin. Es un truco barato para que hiciérais click en este artículo):
Dejar de consumir opiniones de los demás y empezar a producir ideas, contribuir al torrente que llenó las calles en la primera mitad de la década y que luego impulsó la victoria electoral de 2015. Recordar el sabor de la victoria y no olvidarlo. (La victoria puede ser desde parar un desahucio a ganar un Ayuntamiento). Comerle la oreja mucho a las personas a tu alrededor, inocular el virus de la inquietud social, del inconformismo con un sistema que te machaca. Unirte con tus iguales. Tus iguales no son clones con tu misma cara y gustos, son las de tu clase, las que sufren los mismos problemas que tú y comparten tus soluciones. No busques la pureza ideológica, no existe. Sé igual de exigente contigo que con los demás. Sé igual de misericorde contigo que con las demás. Autoevalúate constantemente y corrige tus actitudes pasivas contra la injusticia. Piensa amplio, hay otras con los mismos problemas que tú en todos los rincones del planeta. Si te sientes sola, alíate, con relaciones de mutualidad, no esperes sólo que los demás hagan cosas por ti. Hazlo tú misma. Hazlo tú mismo.
El otro día, en una reunión del colegio, una maestra nos alertaba a las madres y padres sobre los peligros de las pantallas, algo ya sabido y poco prevenido por muchos de nosotros. Sin embargo, añadió un matiz que me pareció iluminador: “Deben dejar de ser espectadores de vídeos en los que otros hacen cosas y ser ellas y ellos los que pasen a la acción”.
Es cierto, proliferan los vídeos de tutoriales “do it yourself / hazlo tú misma”, DIY, en sus siglas inglesas. “Aprende a hacer un gallinero portátil en media hora”, “consigue un look smokey eyes en tres minutos”, “sorprende a todos con una tarta de manzana en forma de flor”... Para el público infantil hay trillones de tutoriales sobre cómo pasarte pantallas de videojuegos, cómo hacer manualidades o experimentos científicos.