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Hacia la Huelga Feminista. Juntas

Han pasado ya unos días. Necesitaba algo de tiempo para reposar lo que sucedió este fin de semana en Zaragoza. Todavía me dura la borrachera de voces y silencios, de miradas y abrazos, de frustraciones y sonrisas. Casi 500 gargantas contándomelo todo: la fuerza, el dolor, la alegría, el frío, la rabia. Con diferentes acentos, peinados, edades, historias y esperanzas. Con las mismas energías y sonrisas, con similares bufandas, legañas, inquietudes y harturas.

Pasamos un frío pelón. La punta de la nariz helada y los pies como chupetes. Barriendo con la mirada los rostros desconocidos, besando a las caras amigas.  Cierto temor por saber que va a haber quién te cuestione tus propios privilegios, invisibles para ti, hasta que alguna compañera te los muestra en su espejo. Suelo hablar mucho, pero este fin de semana pasado me estresaba mi excepcional objetivo personal: no perderme ni uno solo de los silencios.

Las voces se recogerán en las múltiples actas, informes de conclusiones, evaluaciones y manifiesto. Llegarán por mail, por telegram, el grupo de watshsapp y doodle. El cuaderno que me llevé volvió a casa con el mismo contenido que el día anterior. Bueno no, hice un dibujo amorfo en un momento de desconexión necesaria. A ratos, necesitaba hacer hueco en el occipital izquierdo y seguir procesando imágenes.

Son importantes los silencios. No todas las mujeres tienen voz. Cuando llevas toda la vida callada es difícil hacerte oír por más que las 500 gargantas que te rodean sean fraternales y sororales. Llevamos tanto tiempo queriendo ser escuchadas, queriendo mezclar graves y agudos con otras semejantes, que nos olvidamos de aquellas que necesitan más tiempo para poder hablar. Aquellas compañeras que necesitan espacios sin cronómetro para poder aportar, para vencer la vergüenza, para superar ese convencimiento incrustado en las tripas de que su opinión, nuestra reflexión, su angustia o nuestros deseos no le importan una mierda a nadie.

Fue el pasado sábado y domingo, en mi ciudad. Casi 500 mujeres de todo el Estado español se juntaron en el Centro Social Comunitario Luis Buñuel. Un centro recuperado por las vecinas y vecinos de un barrio humilde. En Zaragoza. Con una temperatura exterior de un grado, y la interior de 10. El frío no logró que se enfriaran, ni por un momento, las voces y silencios de todas las que estamos hartas de ser humilladas, patologizadas, colonizadas, sufriendo techos de cristal y pies de lodo. De ser cosificadas, estereotipadas, violadas y capitalizadas. Fueron voces y silencios de las que limpiamos casas, trabajamos en una oficina, estudiamos, somos desempleadas, apostamos por el autoempleo en la economía social, nos marchitamos en la cadena de montaje o estamos jubiladas. Hablamos y callamos por las asesinadas. Por las encarceladas por haber cruzado el estrecho en un cayuco huyendo del horror. Por las que tienen diversidad funcional que les impide estar con nosotras. Por las que defienden la tierra y por las que tienen miedo.

Fue el fin de semana pasado, en mi ciudad. Casi 500 mujeres de todo el Estado español se turnaban la palabra y el silencio para calentar el espacio con fuerza, inteligencia, inquietud, poder, sabiduría, utopía y coraje. Ilusionadas porque somos imparables, inquietas por no estropear nada. El rumbo de la historia está en nuestras manos. Queremos pararlo todo para poder construirlo de nuevo.

Vamos hacia una Huelga Feminista. El próximo 8 de marzo paramos para parar el mundo. Un mundo que nos trata como basura, que nos somete. Que nos viola, que valora menos nuestro trabajo, que decide por nosotras, que nos asesina, que nos desprecia, que no nos considera personas.

Y unas gritaremos mucho, y otras callarán porque todavía necesitan más gárgaras de empoderamiento para que podamos disfrutar de lo que tienen que contarnos. Pero yo las espero. Las esperamos. Esto no ha hecho más que empezar. Estamos preparadas para disfrutar y pelear por una resaca de aventura y lucha colectiva. Una corriente de poder feminista que pasará a la historia. Con voz o en silencio, pero juntas. 

Más información sobre la #HuelgaFeminista8M, aquí: http://hacialahuelgafeminista.org/

Han pasado ya unos días. Necesitaba algo de tiempo para reposar lo que sucedió este fin de semana en Zaragoza. Todavía me dura la borrachera de voces y silencios, de miradas y abrazos, de frustraciones y sonrisas. Casi 500 gargantas contándomelo todo: la fuerza, el dolor, la alegría, el frío, la rabia. Con diferentes acentos, peinados, edades, historias y esperanzas. Con las mismas energías y sonrisas, con similares bufandas, legañas, inquietudes y harturas.

Pasamos un frío pelón. La punta de la nariz helada y los pies como chupetes. Barriendo con la mirada los rostros desconocidos, besando a las caras amigas.  Cierto temor por saber que va a haber quién te cuestione tus propios privilegios, invisibles para ti, hasta que alguna compañera te los muestra en su espejo. Suelo hablar mucho, pero este fin de semana pasado me estresaba mi excepcional objetivo personal: no perderme ni uno solo de los silencios.