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Esta semana se han vuelto a incrementar dos tristes estadísticas que ninguna sociedad puede consentir. Dos estadísticas llenas de números que no se pueden reducir a simples números, pues detrás de cada cifra hay un rostro, unos nombres y apellidos, una vida truncada de forma injusta y cruel. Ambas estadísticas han vuelto a llenar páginas de periódicos y minutos de televisión y radio. Y a medida que se denunciaban, engordaban con nuevos casos a incorporar a esas dos listas malditas que no son listas, sino una vergüenza colectiva que debemos atajar con sensibilización y el empeño de los poderes públicos.
Una lista es la del terrorismo machista, que sigue aumentando mientras sigue la falta de especialización policial y judicial, unos patrones educativos que poco hacen por acabar con esta lacra y una resignación social ante la cual yo, como muchas más, me rebelo. Hay que seguir insistiendo en las escuelas, acabar con los falsos mitos sobre la violencia machista, insistir hasta no poder más en que no podemos continuar con esta modalidad terrorista que destruye vidas y familias. Todos los días tenemos que seguir trabajando para combatir esta plaga. Todos los días tiene que ser 25 de noviembre, hasta que no haga falta denunciar porque una sociedad madura e igualitaria no conozca ni un solo caso de ataques hacia la mujer.
Esta misma semana, otra lista de la vergüenza se cobraba otras dos muertes. Personas que iban o volvían del trabajo, de pasar un rato con los amigos, de ver a sus familias… Personas que acababan su vida contra el asfalto de una carretera que exige una actuación urgente y que el nuevo ministro de Fomento se lo tome más en serio que sus antecesores. La N-232, como la N-II no pueden seguir siendo un agujero negro en el que cientos de personas acaban su vida. Hay que invertir ya, desdoblar ambas vías y garantizar una seguridad que hoy mismo no está del todo garantizada. Algún lector me recriminará que este olvido no es sólo culpa de un Gobierno del PP, que muchos gobiernos socialistas hicieron poco o nada por resolver un problema que ya viene de largo. Asumo y reconozco nuestra responsabilidad, si bien es cierto que el nivel de inversión entre uno u otro gobierno, en materia de obras públicas, es incomparable. Tampoco me sirve el pretexto de la escasez económica, pues reconociendo la precariedad presupuestaria, un asunto como este exige ser prioritario frente al resto. Renunciaría a cualquier otra inversión si se garantizara la seguridad de estas dos peligrosas carreteras nacionales. Habrá que ver la sensibilidad del nuevo ministro. Intentaré convencerle, como haremos todos los socialistas. Espero que él no sea de la cuerda de otros compañeros suyos, como el ministro Catalá que no quería desdoblamientos para no hacer competencia a las concesionarias de autopistas. Espero que él no sea de los que prefiere rescatar autopistas inútiles como las que proyectó Esperanza Aguirre en el extrarradio de Madrid pese a su inutilidad social. Démosle un margen y una tregua. Pero pequeña. La seguridad no puede esperar más.
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