El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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Los tenderos franceses han ganado la primera batalla. Se revelaron contra Amazon y han conseguido poner a su gobierno contra las cuerdas. Obligados a negociar, Amazon ha aceptado que el Black Friday francés se celebre, en lugar del 27 de noviembre como en el resto del planeta, el 4 de diciembre.
Importado de Estados Unidos, el Black Friday, se ha convertido de hecho en el inicio de la temporada de Navidad. Después de meses cerrados o con restricciones de acceso que han beneficiado al comercio electrónico, los comerciantes franceses consideran que o abren o mueren. La pandemia ha obligado a cerrar a muchos pequeños comerciantes y también ha perjudicado a las grandes cadenas. A las tiendas va poca gente porque se considera que es menor el riesgo si se compra online. Así, el que se beneficia es el gigante del comercio en Internet que aumenta sus ventas, pero favorece el consumismo, propiciando la inestabilidad laboral y perjudicando el medio ambiente.
La semana pasada, Amazon lanzó en Estados Unidos su farmacia online. Las farmacias tradicionales tiemblan. Nada más conocerse la noticia, las acciones de las cadenas de farmacia caían en bolsa: CVS perdía un 7%, las de Walgreens bajaban un 8,5% y las de Rite Aid se desplomban un 14%. A partir de ahora, en Estados Unidos basta con que el médico extienda una receta para recoger en Amazon y en unas horas recibirá sus medicamentos en casa. Cómodo, rápido, sencillo. La eficiencia de Amazon en la distribución es notable. En una ciudad como San Francisco bastan un par de horas entre realizar la compra con el ordenador y que suene el timbre de casa con las bolsas. El repartidor emplea su coche y cobra en función de lo que reparte sin cargas sociales para la empresa.
Supermercado y farmacia son dos servicios esenciales, pero Amazon también cubre cualquier otro sector o necesidad desde el entretenimiento (Amazon Vídeo) hasta unas agujas para coser, moda o un molde para tartas, por solo poner algunos ejemplos. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Banca, seguros, salud? Amazon llevará a casa lo que los clientes demanden aprovechando que tienen la mejor logística conocida hasta ahora para distribuir toda clase de productos.
Durante los últimos años con Amazon hemos desarrollado la cultura de lo quiero ya: pronto y más barato. En el divertido Diario de un librero (Malpaso Ediciones, 2017), que escribió Shaun Bythell, el propietario de la librería de viejo más grande de Escocia, aparece la palabra Amazon en 76 ocasiones. Bythell aceptó el abrazo del oso y emplea la plataforma para vender sus libros. En el diario registra los pedidos por Internet, además de la recaudación y los clientes. En una de sus anotaciones reconoce que “son contados los libreros que te dirán cosas buenas de Amazon pero, por desgracia, es la única tienda de la ciudad capaz de gestionar las ventas por Internet”.
Bythell no es un admirador de Amazon. Por el contrario. Llega a disparar a un Kindle, el lector de libros electrónicos de Amazon, y exhibe el cacharro en muy mal estado en una de las paredes de su tienda como si fuera un trofeo. “A medida que Amazon avanza en su cruzada por ser la tienda que lo tiene todo, se va convirtiendo, con paso lento pero firme, en el jefe del pequeño comerciante”, dice.
Para que sobrevivan las tiendas del barrio nos encontramos con un dilema: ¿compramos en Amazon o recorremos unos cientos de metros para encontrar lo que buscamos? Si no aprovechamos el comercio local tal vez el año que viene algunas de las tiendas más próximas ya no estarán abiertas.
Empecemos por preguntarnos si se puede pasar una navidad sin hacer clic en Amazon.
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