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Muy a menudo, se suele dar por obvio lo que no lo es y por definido lo que solo sobrenada en la turbia laguna de los tópicos. Mayte Pérez, perdida por unas horas, se haría a sí misma, y de paso a muchos otros aragoneses que vamos a depender de sus decisiones e indecisiones en política educativa, un regalo de gran valor: determinar qué es eso de educación, concretar con qué certezas reales y concretas cuenta a este respecto, depurar lo esencial de lo nimio, consolidar, en fin, un universo personal donde hayan de moverse durante su mandato lo irrenunciable y lo negociable.
Probablemente, Mayte Pérez, como cualquier otra persona, necesite perderse dentro de sí misma, bucear dentro de sí, a fin de pensar sobre lo ya supuestamente sabido y repetido: qué es eso de la educación. Sólo así podrá hacer realmente bien su trabajo y no se encontrará un día con que la excesiva cercanía de los árboles le impide ver el bosque. De hecho, aunque lloviere sobre ella un alud de árboles, Mayte Pérez estará en condiciones de ir ajustando la adecuada ubicación y tratamiento de cada árbol, si y sólo si previamente cuenta con una percepción certera y firme del bosque en su conjunto. De ahí la conveniencia de que se pierda por unas cuantas horas en algún paraje de su variado y hermoso Teruel.
Suele ocurrir que los políticos son los primeros en no creerse lo que a veces suelen afirmar con aparente rotundidad. Por ejemplo, que la educación marca e indica el nivel de la política y el grado de desarrollo de un país. Quizá por eso mismo la propia política se gana a pulso en tantas ocasiones su propio descrédito. Más allá de las declaraciones oficiales, ha ido creciendo en muchos la sospecha de que los sucesivos Gobiernos aragoneses, incluido el actual, corren el riesgo de confundir la enseñanza con la educación, de tal forma que hablan casi exclusivamente de horarios, calendarios y jornadas, plantillas, interinos, ratios, libros de texto, fechas de inicio y finalización del curso, presupuestos, etc. En el fondo, esa sospecha va aún más allá: la enseñanza es para muchos de ellos un ente de proporciones y dimensiones descomunales, que cíclica y crónicamente se transforma en una molesta patata caliente, pero que, para su ventura, parece funcionar por sí sola, más allá de las personas, como si se tratase de una maquinaria automática, incluso algo tonta. Confío y deseo que la nueva Consejera sea excepción, y no regla, a este respecto.
No hay tiempo para los cien días de gracia que se le concede a un nuevo cargo tras su nombramiento (aunque a su antecesora Serrat le concedimos año y medio de espera antes de plantarnos en las inmediaciones de su portal denunciando los recortes perpetrados en educación y reivindicando una escuela pública y laica).
Me pregunto si Mayte Pérez, gracias a o a pesar del decálogo de Podemos, llevará a cabo algún día su programa global de educación (no confundir, repito, con escolarización, ni tampoco con enseñanza). ¿Tiene dinero Mayte Pérez para realizar cambios sustanciales en el mundo educativo no universitario? No, en absoluto, pues depende de unos presupuestos ajustados desde Madrid, que, a su vez, dependen de las directrices de la Troika, acordes con el actual artículo 135, reformado apresuradamente durante un reciente gobierno socialista para dar prioridad al pago a acreedores antes que al gasto social básico. ¿Qué puede hacer Mayte Pérez? O dimitir al estilo de Manuel Pimentel (se admiten apuestas), o declararse en rebeldía como protesta por la política de “ajustes” de su Gobierno y del Gobierno de Madrid (se admiten apuestas) o limitarse a ser una buena gestora de los dineros que tiene poniendo los parches y tiritas que pueda y le consientan (se admiten apuestas).
Se necesita un giro copernicano en la política económica y educativa de España y de Aragón. Otros países tienen la fortuna de que sus fuerzas políticas y el conjunto de la sociedad han logrado ponerse de acuerdo inequívocamente desde hace muchos años para tener una ley de educación que garantiza sobre todas las cosas el derecho a la educación universal y gratuita, centrada en lo esencial, por encima de cualesquiera cuestiones religiosas o ideológicas, buscando la creación de ciudadanos libres, iguales, críticos, autónomos, solidarios, cultos y bien formados profesionalmente. En España, hasta el momento, eso parece imposible. Y en Aragón, aún menos. Suerte, Consejera Mayte Pérez.
Muy a menudo, se suele dar por obvio lo que no lo es y por definido lo que solo sobrenada en la turbia laguna de los tópicos. Mayte Pérez, perdida por unas horas, se haría a sí misma, y de paso a muchos otros aragoneses que vamos a depender de sus decisiones e indecisiones en política educativa, un regalo de gran valor: determinar qué es eso de educación, concretar con qué certezas reales y concretas cuenta a este respecto, depurar lo esencial de lo nimio, consolidar, en fin, un universo personal donde hayan de moverse durante su mandato lo irrenunciable y lo negociable.
Probablemente, Mayte Pérez, como cualquier otra persona, necesite perderse dentro de sí misma, bucear dentro de sí, a fin de pensar sobre lo ya supuestamente sabido y repetido: qué es eso de la educación. Sólo así podrá hacer realmente bien su trabajo y no se encontrará un día con que la excesiva cercanía de los árboles le impide ver el bosque. De hecho, aunque lloviere sobre ella un alud de árboles, Mayte Pérez estará en condiciones de ir ajustando la adecuada ubicación y tratamiento de cada árbol, si y sólo si previamente cuenta con una percepción certera y firme del bosque en su conjunto. De ahí la conveniencia de que se pierda por unas cuantas horas en algún paraje de su variado y hermoso Teruel.