Aragón Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Aldama zarandea al PSOE a las puertas de su congreso más descafeinado
Corazonadas en la consulta: “Ves entrar a un paciente y sabes si está bien o mal”
OPINIÓN | Días de ruido y furia, por Enric González

Un torbellino llamado Luis Eduardo

Hace unos días conocíamos el fallecimiento del artista Luis Eduardo Aute, figura imprescindible para entender el poder que tuvo la música en la sociedad española durante los últimos cuarenta años del siglo XX. Con Aute, experimento la sensación de arrastrar una asignatura pendiente. Es como si se tratara de un amigo al que no le he prestado la suficiente atención, el genio tímido y discreto del que todavía no sé nada, del que solo conozco la epidermis de un universo proteico y multiforme. Una sensación que a priori resulta desalentadora, pero que se vuelve dulce al descubrir que, realmente, se trata de un regalo al que todavía no le he quitado el envoltorio.   

De manera inconsciente, durante muchos años rehusé profundizar en la figura del creador de una de las canciones clave de nuestra historia: durante muchos años pensé que Aute era Al alba y nada más. No es frecuente encontrar composiciones que consigan aglutinar lo bello y lo cruel, lo onírico y lo real en tan pocas palabras, conseguir viajar a infinidad de lugares en tan breve espacio de tiempo, sin moverte, sin dejarte pestañear. Cuando el cantautor escribió Al alba para que fuera interpretada por Rosa León lo hizo buscando contar una historia de amor, algo tan simple y universal como eso. Lo consiguió, pero es un amor como el propio Aute: polisémico, auténtico, difícil. Hay miedo en él, un temor que va más allá del deseo por la otra persona. Hay miedo a la muerte.

Cuando su intérprete primigenia sugirió las semejanzas con las ejecuciones llevadas a cabo al amanecer por el franquismo, la mirada se dirigió inevitablemente a un Régimen que murió matando, que pocos meses antes del fallecimiento de su dictador y ante el rechazo masivo de todo el país y de parte del extranjero, asesinó a cinco personas. Resulta inevitable escuchar la canción y no estremecerse ante estos paralelismos: porque ahora sabemos que era real el temor a la madrugada, que tras la noche llegó una noche mucho más larga…

El tema fue incluido por Aute en sus discos posteriores, y junto a él siguió sumando composiciones tan populares como Pasaba por aquí o Cine, cine; que a su vez continuaban completando una trayectoria musical en el que se incluían éxitos como Rosas en el mar o Las cuatro y diez. Pero Luis Eduardo no termina aquí, es mucho más. La inquietud por descubrir, experimentar, reivindicar y expresar tuvo más canales, no solo el musical. El documental Auterretrato (2019, Gaizka Urresti) se ha encargado recientemente de bucear también en el patrimonio pictórico, audiovisual y poético de un creador que durante muchos años buscó entenderse a sí mismo y al propio ser humano, sus miedos, sus anhelos y sus contradicciones; la belleza, los sueños, el erotismo, el caos. El presente nos permite seguir disfrutando y aprendiendo de todo este legado, rendirle a su demiurgo el homenaje que se merece. Ahora y siempre, más Aute, por favor.  

Hace unos días conocíamos el fallecimiento del artista Luis Eduardo Aute, figura imprescindible para entender el poder que tuvo la música en la sociedad española durante los últimos cuarenta años del siglo XX. Con Aute, experimento la sensación de arrastrar una asignatura pendiente. Es como si se tratara de un amigo al que no le he prestado la suficiente atención, el genio tímido y discreto del que todavía no sé nada, del que solo conozco la epidermis de un universo proteico y multiforme. Una sensación que a priori resulta desalentadora, pero que se vuelve dulce al descubrir que, realmente, se trata de un regalo al que todavía no le he quitado el envoltorio.   

De manera inconsciente, durante muchos años rehusé profundizar en la figura del creador de una de las canciones clave de nuestra historia: durante muchos años pensé que Aute era Al alba y nada más. No es frecuente encontrar composiciones que consigan aglutinar lo bello y lo cruel, lo onírico y lo real en tan pocas palabras, conseguir viajar a infinidad de lugares en tan breve espacio de tiempo, sin moverte, sin dejarte pestañear. Cuando el cantautor escribió Al alba para que fuera interpretada por Rosa León lo hizo buscando contar una historia de amor, algo tan simple y universal como eso. Lo consiguió, pero es un amor como el propio Aute: polisémico, auténtico, difícil. Hay miedo en él, un temor que va más allá del deseo por la otra persona. Hay miedo a la muerte.