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“El olvido también es un arma de destrucción masiva”

Esther Puisac sosteniendo la fotografía que dio inicio a la investigación

Ana Sánchez Borroy

6 de marzo de 2022 01:31 h

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En la semana en que se conmemoraba el Día de la Memoria Democrática, Esther Puisac Nogarol (Huesca, 1976) ha estado trabajando en convertir en un libro el Trabajo de Fin de Máster con el que ha sacado del olvido a Agustín Alamán, un anarquista altoaragonés que triunfó como pintor en el Uruguay de los años 60. Exiliado tres veces, de España, de Francia y de Uruguay, su historia se había esfumado casi completamente.

Agustín Alamán tuvo una vida de película, ¿ir descubriéndola ha tenido que ser ir de sorpresa en sorpresa? 

Sí, las sorpresas no han llegado en orden cronológico, pero sí ha sido una tras otra. Esperaba que fuera una pequeña investigación, que encontraría algo que no supiéramos, porque había muchos vacíos; pero no las sorpresas del calado que he descubierto a lo largo de la vida de Alamán. Hay algunas que sólo me ha contado una persona, pero muchísimas que sí están contrastadas son absolutamente llamativas. Entre ellas, corroborar que su primera exposición había sido con Picasso; era algo que él decía, pero nunca aparecía en la documentación de esas primeras exposiciones que se llamaron de Arte español en el exilio. Al final, encontré un documento en el que sí aparecía. También es muy llamativa la vinculación anarquista de su padre: daba la sensación de que era, simplemente, el herrero de Tabernas de Isuela, un pequeño pueblo al lado de Huesca y resulta que este señor estaba relacionado con lo más importante del anarquismo catalán, en concreto con el sindicalismo, que era una rama del anarquismo que se abrió a principios de los años 30. Además, a lo largo del recorrido, me han ido surgiendo un montón de personajes que se conectaron con la familia en algún momento y que merecerían una biografía y una investigación por ellos mismos.

Ya tuvo que ser sorprendente descifrar ese primer enigma que sirvió para iniciar esta investigación histórica: poner nombre a la cara de un retrato familiar…  

Eso ha costado años. Es una foto que teníamos en casa. Nos llamaba mucho la atención porque aparecía un señor al que no conocíamos. Cuando veíamos fotos, mi madre conocía a algunos familiares que nosotros no y nos iba diciendo el parentesco. Pero con ese señor, siempre nos decía que no sabía quién era, que había venido aquel día, que era un amigo de mi abuelo que se había marchado durante la guerra y que nunca más volvió. No sabía nada más de él. Cada vez que veíamos esa foto, preguntábamos a mi madre si no se acordaba de nada más, pero decía que sólo había venido ese día. Un día, buscando en Google “Tabernas de Isuela”, de repente, me salió ese señor. Me pregunté quién sería, no correspondía con ningún hombre que conociese del pueblo. Se lo enseñé a mi madre y me dijo que era el señor de la foto. Fue a partir de ahí cómo empezamos a sacar historias y todavía seguimos a día de hoy.

¿Se sabía siquiera en Tabernas de Isuela que Agustín Alamán había sido un pintor de éxito? 

No. Sí que recordaban a los últimos herreros que hubo en el pueblo, sabían dónde estaba su casa... Hay gente mayor que se acuerda de haber jugado con ellos de niños. En la investigación, he contado con Isabel Mur, que tiene la misma edad que tendría ahora Agustín, 101 años, y se acordaba perfectamente de las obras de teatro que hizo con él. Se acordaban de ellos, pero, claro, sólo de la época en la que estuvieron allí. De después, nunca supieron nada.

Ese después es, precisamente, la parte más sorprendente de la vida de Agustín Alamán...

Sí, era una familia de herreros nacidos en el pueblo de Tabernas de Isuela que se vinculan desde muy pronto con el anarquismo. Son descendientes del número 2 del Bandido Cucaracha, de Agustín Alamán Corvinos, Farineza. Con estos antecedentes, metidos en el anarquismo, llega la guerra civil y Tabernas queda en bando de los republicanos. Se habla incluso de que el padre de Agustín Alamán pudo estar detrás de la lista negra con la que mataron a varios vecinos, que habían sido denunciados por ser de derechas y fueron asesinados. En el 38, cuando llega la ofensiva franquista y rompe el cerco de la provincia de Huesca, se ordena desalojar el pueblo en medio de la noche. Todo el pueblo sale, pero esta es la única familia que nunca más volvió. Se fueron a Cataluña hasta el momento en que acaba la guerra, que pasan a Francia. En Francia, Agustín Alamán estuvo en campos de concentración y de trabajo durante los años 39-40 y 41: en Argelés, Septfonds y en Miramás, que eran absolutamente inhumanos. Se fuga y se entrega seis meses después en Alès, donde sigue trabajando igualmente para el estado, en un grupo de trabajadores extranjeros, en las minas, hasta el final de la guerra. En esa época, aunque no está confirmado del todo, se piensa que se implica en acciones de en la resistencia. En cuanto acaba la guerra y se permiten los partidos políticos, se vincula con CNT; es uno de los fundadores de las Juventudes Libertarias en Alès y empieza a hacer muchas cosas dentro de su compromiso político con el partido. Al mismo tiempo, se enamora, trabaja y empieza a pintar. No sé cómo le daba tiempo a todo... El caso es que va sacando su vida adelante hasta que se da cuenta de que no hay posibilidad de volver a España y de hacer esa lucha armada que él quería. Entonces, se va a Uruguay con toda su familia en 1955. Los primeros años allí fueron duros, pero, con el apoyo del círculo anarquista español de Uruguay, le van contratando en algunos trabajos y va tirando para delante, hasta que en el año 1960 gana un concurso muy importante de pintura. 

Ese concurso lo cambia todo...  

A partir de ese momento es un absoluto boom: en todas las citas culturales cuentan con él, expone tanto en Uruguay como en Chile y Argentina; triunfa absolutamente. Vende obra a los principales museos de América del Sur. Lo mismo hace una pintura, que un grabado, una escultura o hinchables. Sin embargo, cuando ve venir la dictadura militar en Uruguay, regresa a España en 1970. Vuelve, en principio, él solo para intentar ganar dinero y preparar todo para que venga la familia. Y ya, con 50 años, no se mete en el mercado del arte, no quiere hacer la pelota a nadie, es anarquista, tiene su manera de ser y va por libre. Entonces, cuando llega aquí, no pretender ser reconocido, no se presenta a los sitios tal y como es. Por ejemplo, en Aragón sólo hizo una exposición, en 1979, y hay un artículo de Azpeitia que dice que está muy bien, que ha viajado mucho por el mundo, pero nadie le pregunta quién es y de dónde viene. Trabaja muchísimo, incansablemente hasta el momento de su muerte, en 1996. Ese mismo día había acabado de pintar un cuadro.

Sorprende que sea una figura tan desconocida cuando ha coincidido con varios personajes históricos que sí han sido muy biografiados: desde Picasso a Benedetti... 

Sí, lo que pasa es que él se mueve por los márgenes de la historia. Está muy conectado con gente muy importante, pero él se mueve siempre en los márgenes. Además, con pretensión precisamente de borrarse, de no figurar mucho, de que no se le vea. No sé si era una actitud suya o si viene del anarquismo, del interés por sentirse libre. Por ejemplo, el hecho de que sea anarquista tanto él como su familia, ya nos lleva por unos derroteros: del anarquismo no se sabe mucho ahora mismo. Podemos saber detalles seguros de figuras comunistas: de Pasionaria, de Carrillo, de lo que hicieron en Moscú cuando salieron de España... pero de los anarquistas, de CNT, hay muy poca memoria. Desde España, que se le consideró un traidor dentro de CNT, todavía menos. En Francia, siendo español, tampoco hay memoria. En Miramás, me pasó que fui al campo de concentración donde trabajó él y allí nadie sabía ni que había habido un campo de concentración, ni que había habido españoles, ni que hubo judíos... y a los judíos se los llevaban de allí a Auschwitz. Son historias absolutamente silenciadas. Su padre, por ejemplo, formó parte de la operación TODT. Era una organización alemana para construir fortificaciones. Se ha hablado mucho del desembarco de Normandía, pero no del desembarco del Mediterráneo. Son esos márgenes que no te acaban de permitir entrar en la historia. Otro ejemplo es su paso por Uruguay: allí es muy conocido, pero en el 73 viene una dictadura militar que borra el arte, borra a la gente de historias y borra a los anarquistas. Parece que por dónde pasa él, la historia va barriendo. Por eso tenemos esas historias al margen que tan bien representa él. Nos permite ver el olvido como un arma de destrucción masiva.

De hecho, la investigación hace una reflexión sobre el olvido, como una forma de no relato de la historia. Apunta que tantos “olvidos” no pueden ser casuales…  

Claro, puede haber cosas que sean casuales, pero de él no se habla en España, a pesar de que está pintando durante muchos años. Quizá es normal que no se hable de él desde el 47, cuando empieza de manera amateur, pero cuando ya en el 60 le empiezan a dar premios y empieza a ser reconocido internacionalmente, esa información tampoco llega a España. Son 10 años de triunfos absolutos y no hay ninguna información en España sobre él. Ese silenciamiento sobre él y sobre otras muchas personas que tuvieron que marchar al exilio es, evidentemente, intencionado. Después, cuando vuelve él no dice: “miren, me llamo Agustín Alamán y tengo toda esta carrera de éxito”. En principio entró con un perfil bajo, con miedo a que se le pudiera considerar anarquista, no sabía exactamente a qué país venía, en el 70 Franco todavía aplicaba penas de muerte. Entonces, hay cosas del olvido que pueden resultar casuales, otras pueden ser buscadas... Pero algunas son institucionales y las han sufrido muchos españoles. Cuando estudias esta historia de Agustín Alamán, te preguntas cuántos habrá como él.

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