17 personas asesinadas. Víctimas del sinsentido y la barbarie. Del franquismo. Familias hechas añicos que, más de 80 años después, suplican justicia. Madres que no conocieron a sus padres, nietas que nacieron sin abuelos. En dos días, dos ataques, dos sacas, fueron asesinadas 22 personas de Pomer (Zaragoza). Cinco de ellas fuera del pueblo, las otras 17 terminaron en tres fosas comunes en el cementerio municipal. La Asociación por la Recuperación e Investigación Contra el Olvido (ARICO) ha recuperado sus cuerpos.
En la última campaña, que comenzó el pasado 1 de junio, se exhumaron los restos de siete víctimas (cinco hombres y dos mujeres), que estaban en la tercera fosa. En noviembre de 2017, en la primera campaña, se sacaron seis de la primera fosa (todo varones) y cuatro de la segunda (también hombres).
Desde ARICO recuerdan que Pomer era un pequeño pueblo al fondo del valle del río Aranda, muy aislado por las malas comunicaciones propias de las regiones montañosas. “Las duras condiciones de vida de sus habitantes y sus ansias de mejora, debieron condicionar la fuerte implantación del sindicato UGT, de Izquierda Republicana y del Partido Comunista (PCE), siendo el líder de la UGT, Cipriano Muñoz Cisneros, candidato del PCE por las circunscripciones de Zaragoza-provincia y Teruel en las elecciones generales de 1933”, explican.
La resistencia al golpe de Estado en Pomer, apuntan, fue organizada por su entonces alcalde, Alberto Pérez Marquina, y por el teniente de alcalde y líder sindical Cipriano Muñoz Cisneros. “Tras la toma de la población por los sublevados y la destitución del Ayuntamiento legalmente constituido, muchos vecinos se echaron al monte para intentar salvar la vida. Toda la corporación municipal republicana fue asesinada, con excepción del entonces alcalde, Alberto Pérez, que consiguió huir a la zona republicana para también morir durante la Guerra Civil”.
En esos primeros meses tras el golpe de Estado fascista de julio de 1936, señalan, Pomer sufrió el asesinato de un importante número de sus habitantes. El 5 de agosto de 1936 se inscriben en el Registro Civil de Pomer las defunciones de seis vecinos: “Todos ellos fueron conducidos por el camino a Malanquilla hasta las afueras de Pomer, donde fueron asesinados y, posteriormente, sus cadáveres fueron enterrados en el interior del cementerio municipal”. Estas seis personas son las exhumadas en la primera fosa común localizada en el año 2017.
Otra gran saca se produjo el día 9 de septiembre de 1936: “Ese día llegaron a Pomer desde Tarazona un grupo de guardias civiles y milicianos falangistas que registraron el pueblo, detuvieron y asesinaron a 11 vecinos de Pomer”. Posteriormente, sus cadáveres fueron enterrados en el interior del cementerio municipal, pero al menos cinco de ellos no fueron registrados. Cuatro de ellos fueron exhumados en la segunda fosa común excavada en el año 2017.
“Si localizo a mi abuelo, mi madre descansará en paz”
Belén García tiene 49 años. Su bisabuelo, Dionisio Lezcano Muñoz, y su abuelo, Saturio Lezcano Martínez, fueron asesinado el 9 de septiembre del 36. Entre los últimos siete cuerpos exhumados hay dos que parecen padre e hijo, dice con ilusión controlada. Su madre no conoció a su padre, ya que nació en enero de 1937, fue asesinado, por tanto, cuando su mujer estaba embarazada de su tercera hija (también había un varón).
Belén ha recurrido a sus dos tías para tratar de saber qué sucedió aquel 9 de septiembre: “La mayor estaba enfrente de casa cuando llegaron unas personas, que no iban vestidas de guardias civiles”. El abuelo, sentado en un poyo en la puerta, les dijo que entraran y miraran lo que quisieran. “No tengo nada que esconder”, les indicó. Al rato, siempre bajo ese prisma nublado que genera el paso de los años, bajaron con un papel en la mano y le dijeron que se fuera con ellos. “Mis tías, que no le volvieron a ver, siempre dicen que el abuelo había sido fusilado por un papel, quizás un trozo de periódico”.
Su abuela, que estaba embarazada de su madre, y murió en 1975, tampoco presenció la escena: “Estaba con su madre en una tienda de esta y que, días antes, había sido destrozada por los falangistas, la estaba ayudando a reorganizarla”.
De su bisabuelo aún sabe menos, aunque le han contado que trabajaba, de vez en cuando, como enterrador, y es probable que ese día, tras enterrar, entre ellos, a su hijo, le pegaran un tiro, apunta Belén.
“Si consigo localizar a mi abuelo, mi madre descansará en paz, siempre la he oído decir: 'Mi padre, dónde estará mi padre”, señala antes de reconocer que se han perdido décadas y que, al principio, no sabía ni por dónde empezar a reconstruir la historia. “Cuando empezó esto de la memoria histórica se lo dije a mi madre y me contestó: 'Para qué, me darán unos huesos que no son los de mi padre”. Ahora ha recobrado la esperanza.