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David contra Goliat: la lucha por mantener en pie la ‘torre Eiffel’ turolense

Central Térmica de Andorra antes de la demolición de las torres.

Isabel Traver

20 de agosto de 2022 23:07 h

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El 13 de mayo el Bajo Aragón histórico decía adiós a una de sus principales señas de identidad; las torres de refrigeración de la Central Térmica de Andorra desaparecían en cuestión de segundos del paisaje del que habían formado parte los últimos 40 años. Casi 300 kilos de explosivos fueron necesarios para borrar del mapa a las tres gigantes. A su mediático final asistieron representantes de Endesa, hasta quince medios de comunicación diferentes y vecinos de la localidad andorrana y alrededores. 

La demolición de estas torres dejaba huérfano al otro gran símbolo de la central, la chimenea, que con 343 metros es la segunda estructura de hormigón más alta de España y supera en altura incluso a la icónica Torre Eiffel de París. Sin embargo, si los planes de desmantelamiento continúan según lo estipulado, la chimenea será historia el próximo año, cuando está prevista su demolición.

Como ya ocurriera tras el cierre de la central en 2020, las voces a favor de preservar esta infraestructura –ahora solo la chimenea– se han alzado tanto en la provincia como fuera de ella e incluso han surgido propuestas enfocadas a dar una “segunda vida” al patrimonio industrial. Es el caso del artista aragonés, Miguel Ángel Arrudi, que propone convertir la chimenea en una especie de teleférico panorámico desde el que contemplar el paisaje con unas vistas privilegiadas. 

Ya en 2019, Arrudi proponía dar un nuevo uso a las torres de refrigeración convirtiéndolas en eje de un parque escultórico. Ahora se centra en la figura de la chimenea, para la que ha ideado una especie de funicular con cápsulas panorámicas que asciendan y desciendan por la estructura. Estas cápsulas estarían equipadas con climatización y equipo de emergencia y tendrían capacidad para entre seis y doce personas. El recorrido total que harían los usuarios sería de 850 metros —contando la subida y la bajada— y en tiempo supondría unos 15 o 20 minutos. Un trayecto lento para poder “ver y disfrutar de todo el paisaje del Bajo Aragón y las cuencas mineras a vista de pájaro”, relata. 

Su idea con este proyecto es dotar a la chimenea de una utilidad que justifique al menos parcialmente sus elevados gastos de mantenimiento, ya que es una de las razones que argumentó en su día Ignacio Montaner, director general de Endesa en Aragón, por las que no se contempla la preservación de la chimenea. “Particularmente soy de la opinión de reutilizar de forma razonada los elementos definidos como patrimonio industrial, darles nuevos usos, y así contribuir con la economía circular de la que tanto se habla”, señala Arrudi.

El proyecto, que ha titulado Cautivos del olvido, pretende ser no solo un atractivo turístico, sino también didáctico, por este motivo Arrudi incluye en el conjunto aulas para escolares y talleres y menciona la posibilidad de crear un centro de documentación sobre las nuevas energías. Sostiene que esta nueva utilidad de la chimenea podrá compaginarse con las nuevas plantas de energía renovable que albergará el entorno una vez se adjudique el Nudo Mudéjar. “Mantener la chimenea supondrá, al mimo tiempo, mostrar el cambio sustancial del paisaje en pos del denominado Reto Demográfico, la Transición Justa y el Desarrollo Sostenible y de alguna manera justificarlo”, apunta.

Además, Arrudi propone que la estructura de la chimenea se habilite para albergar antenas y sistemas de telecomunicaciones modernos. Por otro lado, en el exterior se llevaría a cabo una intervención artística y por las noches se convertiría en una escultura lumínica.

Preservar el patrimonio, el clamor general

El rechazo a la demolición de la icónica torre es algo generalizado —especialmente en Andorra— y los partidos políticos locales han empezado a hacerse eco del clamor de los vecinos. El pasado mes de junio el Partido Popular y Elijo Andorra presentaron en pleno extraordinario una moción en la que solicitaban el mantenimiento de la chimenea de la Central Térmica de Andorra y la declaración de la misma como Bien Industrial. Así mismo pedían que se paralice cualquier trámite y gestión encaminado a su derribo al tratarse de “un emblema para la localidad y también para la provincia de Teruel”. 

El resto de partidos mostró su acuerdo en cuanto a la visión de la chimenea como un emblema para Andorra, pero señalaron que para su mantenimiento deben estudiarse varias cuestiones como puede ser el coste anual que ello supondría o los usos que podría tener para que genere beneficios y sea rentable. Finalmente se aprobó con siete votos a favor y cinco abstenciones por parte del Partido Socialista.

No son los únicos que piden la preservación de la ‘torre Eiffel turolense’; nombre con el que la Agrupación de Electores Teruel Existe bautizó a la chimenea. Este grupo se opuso al desmantelamiento de la térmica desde el principio, señalando que “no es incompatible mantener el patrimonio industrial con el desarrollo de energías renovables y, sin embargo, mantener el patrimonio nos daría una oportunidad de diversificar la economía del territorio” y apuntando que la central “es uno de los símbolos que han identificado la historia del carbón y de la minería en la provincia, es un patrimonio industrial único”.

No obstante, las voces más críticas han surgido de la ciudadanía. Ya en 2020, Rolde de Estudios Aragoneses (REA) fue el primero en presentar un detallado estudio para justificar su preservación de la térmica y que esta fuera declarada Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés. La petición se respaldaba en un informe científico de María Pilar Biel Ibáñez, miembro del Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial y coordinadora del Máster de Gestión de Patrimonio Cultural de la Universidad de Zaragoza. 

En este documento Biel no solo defendía el valor tecnológico, arquitectónico y territorial de la central, sino que reivindicaba un plan estratégico para el territorio enfocado en conservar el paisaje industrial que había surgido como consecuencia de la generación energética y que englobaría también las minas y el ferrocarril minero.

Sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano. “Nos dimos de bruces con el muro de la Dirección General de Patrimonio cultural del Gobierno de Aragón, que denegó nuestra petición”, apunta Vicente Ibáñez, miembro de la Plataforma en defensa del patrimonio industrial de la central térmica de Andorra, a la que pertenece Rolde.

Tampoco la Asociación de Acción Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés (Apudepa) logró paralizar el desmantelamiento. Su presidenta, Belén Boloqui, alegó el pasado 13 de mayo, cuando se dinamitaron las torres que estas caían “por la voluntad del poder representado por Endesa” y añadía “ese poder aliado con los gobiernos, con el de Aragón y con el MITECO”. Lamentaba, además que el patrimonio industrial “todavía no está suficientemente protegido ni por la Ley de Patrimonio Histórico Español ni por la Ley de Patrimonio Cultural aragonés”.

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