Iker Aramendia (Sangüesa, 1975) ha pasado prácticamente toda su vida a los pies del pantano de Yesa. A pesar del miedo a una catástrofe, se resiste a abandonar su pueblo porque piensa que también es abandonar su vida. Hace unas semanas, la Confederación Hidrográfica del Ebro dio a conocer un informe que confirma que la ladera derecha sigue moviéndose aproximadamente un centímetro al año. Y que se han detectado movimientos en 47 de los 63 puntos de control, doce más que hace seis meses.
¿Cómo habéis recibido en la asociación Yesa + No el último informe de la Confederación Hidrográfica del Ebro sobre los deslizamientos de las laderas del pantano?
Con preocupación renovada. Vivimos aquí, debajo del pantano, día a día y lo tenemos que llevar con toda la normalidad que podemos. Nos ocurre cada vez que recibimos una noticia como ésta, que dice que el deslizamiento lleva ya más de cuatro años activo y ahora se mueve en más puntos y con más velocidad. Tenemos la sensación de que es una pesadilla que no termina. No podemos vivir con el miedo, así que intentamos transformarlo en preocupación. Es un sinvivir, sobre todo, según cuál sea el tiempo atmosférico, de los últimos datos sobre la ladera, del avance de la obra, de la actitud de los políticos y los organismos competentes. La mejor manera de llevarlo es hacerle frente. Hoy mismo, hablando con los socios de Yesa + No, hemos encontrado una carta que escribimos a la ministra Narbona en 2005; hace ya 12 años de esa carta, estábamos muy preocupados entonces y han ocurrido muchas cosas muy graves.
¿Qué ha sido lo más grave?
Que desde diciembre de 2012 hasta julio de 2014 tuvimos que pasar 18 meses con una mochila, una linterna, un transistor y ropa de abrigo junto a la puerta de nuestras casas, porque así lo ordenaba el Plan de Actuación Municipal, basado en el Plan de Emergencia de Confederación. Teníamos activado el segundo nivel de emergencia en la presa y había que estar preparados para salir. Eso es muy grave y, en realidad, el problema no ha terminado. Hemos bajado un nivel, pero sigue activo el Plan de Emergencia y tememos que la situación pueda volver a empeorar. Los geólogos con los que nosotros trabajamos nos dicen que la ladera está triturada, que es un conjunto de movimientos caóticos dentro de una ladera enorme y que puede pasar cualquier cosa.
¿Os creéis los datos de los informes de la Confederación Hidrográfica?
Los geólogos a los que nosotros consultamos, que tienen una mirada crítica, confían en que los datos que aparecen en los informes de la CHE son ciertos porque se extraen de aparatos tipográficos instalados por profesionales. Otra cosa es que sabemos que no todos los datos se hacen públicos. La ladera izquierda también tiene instalados aparatos de medición y, por mucho que los hemos pedido, incluso por proceso administrativo, no nos los entregan. Lo mismo ocurre con los datos de la propia presa: en un informe reconocieron que el estribo derecho se había levantado hasta un centímetro y medio y ya no hemos sabido más. Por otra parte, pensamos que la Confederación hace una interpretación política de los datos técnicos.
¿Ha habido vecinos que se han llegado a plantear dejar de vivir en Sangüesa?
Sí, es una idea que se nos pasa muchas veces por la cabeza. Son muchos días, muchos años... En el año 59, cuando se inauguró la presa actual, ya hubo gente que se fue de Sangüesa. Y cuando tuvimos conocimiento de la gravedad del informe que envió la Confederación al gobierno de Navarra en enero de 2013, también hubo gente que se fue, no poca. Casi todos volvieron porque, al final, aquí tenemos nuestra casa, nuestra familia, nuestro trabajo y nuestra vida. Esa idea de abandonar el pueblo la retomaremos si empeora la situación, pero ¿por qué nos vamos a ir si lo tenemos aquí todo?
¿Confiáis en ganar la guerra contra el recrecimiento de Yesa?
Sí, estamos convencidos de que podemos ganarla, de que estando atentos, presionando, pidiendo explicaciones y movilizándonos, podemos llegar alguna vez a girar esa palanca. En el fondo, pienso que falta poco para que se acabe reconociendo que el embalse recrecido es inviable por los riesgos que conlleva.
¿Vais a retomar las protestas próximamente?
En realidad, nunca las hemos parado. Justo una semana antes de conocer los datos del último informe -no los tuvimos hasta finales de diciembre- hicimos una manifestación. No nos hemos parado y vamos a continuar, ahora volvemos a estar todos más atentos y vamos a seguir. Ahora estamos intentando trabajar con el conjunto de zonas afectadas por estas obras del proyecto de recrecimiento. Pensamos que hay muy pocos beneficiados y que son los de siempre: FCC, ACS y Ferrovial y algunos políticos que sacan rendimiento electoral y algún puesto jugoso. Por el contrario, el resto somos afectados: la zona aguas abajo, aguas arriba y también la zona de Cinco Villas, que es gente a la que se ha transmitido que van a ser los beneficiarios de unos derechos de uso de agua. También pensamos en los pueblos que se abandonaron, que se expropiaron con la presa del 59 y que no pueden volver a sus casas, aunque tengan proyectos. Y, además, en Zaragoza capital.
Ahora, en Aragón, junto al PSOE, gobierna un partido que se ha opuesto al recrecimiento de Yesa, que es Chunta Aragonesista, ¿cómo veis su posición?
CHA tiene un difícil papel en el Gobierno de Aragón con el tema de Yesa. Y se va a ir complicando. Tiene por delante el reto de transmitir a sus socios de Gobierno, el PSOE, su opinión sobre el recrecimiento, hacerse escuchar y mostrarle que ese proyecto es el que va a marcar el futuro de una amplia zona de Aragón pero de forma contraria a la que ésta última formación cree: si el proyecto falla y se hace quebrar la estructura existente, no seríamos solo los pueblos aguas abajo los que sufrimos, sino que también lo sería toda la zona que ahora usa el agua de Yesa, principalmente aragonesa. Se está poniendo en juego lo que ya se tiene por empecinarse en un proyecto que muchos creemos que ya ha fracasado y que, en caso de colapso o fallo en la presa, se puede cargar el propio sistema actual.