El acoso escolar en los grupos burbuja: “han sacrificado la convivencia por la salud”

Unos meses atrás le hicieron daño en una pierna y lo escayolaron. Después lo tiraron por la escalera. Hace unos días lo ingresaron en el hospital por un fuerte golpe en la espalda. Este niño de diez años es uno de los casos de acoso escolar que la pandemia no ha reducido. “La solución que propone la dirección del centro y la Inspección ante las agresiones es sacar a la víctima de su grupo-clase y llevarla a otra aula, con lo que se victimiza doblemente al niño y se premia al agresor, que permanece con sus compañeros”, relata Carmen Cabestany, profesora y presidenta de la asociación NACE (No al Acoso Escolar).

Los grupos burbuja se presentaron como la solución perfecta para evitar la propagación del coronavirus en los centros educativos. Se intenta contener así la transmisión entre los más jóvenes. Dentro de este contexto el acoso escolar no ha parado. Víctima y agresor pueden ahora pasar el curso en un mismo grupo llamado de convivencia estable. Esto ha provocado “un conflicto de intereses” en el que “se ha sacrificado la convivencia por salud”. Es una situación compleja de abordar porque “tiene una lista muy larga de consecuencias”, pero lo primordial es detener el avance del virus. 

Ante una situación de acoso, la solución de cambiar a los alumnos de un grupo burbuja a otro no siempre es posible: “Cuando solo hay una clase por nivel no tienes oportunidad. En una pandemia no puedes separarlos, tienes que tenerlos en el aula. En secundaria tienes a grupos de bilingüismo o asignaturas optativas y alternativas, pero hay veces que no es tan fácil y siempre tenemos que proteger al alumno. Tampoco puedes decir a nivel público que sacas a un estudiante de la clase A para llevarlo a la B porque lo están acosando”, explica la psicopedagoga Toñi Morcillo. 

Morcillo asegura que “la salud tiene que ser lo prioritario porque sino esto del covid no va a parar nunca” pero también recalca las consecuencias a la larga que puede tener primar la convivencia: “Ha aumentado la ansiedad y el estrés. La sensación de incertidumbre hace también que aumenten los casos de acoso, ese malestar tiene que salir por algún lado. No poder jugar con tu amigo de toda la vida en el recreo afecta mucho psicológicamente”, opina la psicopedagoga. 

“Los propios compañeros tienen la llave para solucionar el problema”

Además de profesora, Morcillo es coordinadora en Aragón del programa TEI contra el acoso escolar y pertenece al colegio oficial de psicólogos de Aragón y a la Asociación aragonesa de psicopedagogía, donde estudian y manejan datos de acoso escolar. “Solo 1 de cada 10 se lo comunican a los profesores, por vergüenza o miedo. A quien más se lo cuentan es a sus mejores amigos, un 60%. Por eso decimos que son los propios compañeros los que tienen la llave para solucionar el problema. A la familia se lo cuentan un 14%. El 90% del bullying se produce en la misma franja de la edad”, expone. 

Cabestany explica que la principal razón por la que los protocolos contra el acoso escolar no suelen funcionar es que son “muy laboriosos: hay que constituir una comisión, notificar a las familias, al inspector, hablar con mucha gente, etc. Por diferentes razones, entre las cuales la desidia, la incompetencia o la manipulación por parte del centro, el resultado del protocolo suele ser negativo”. 

Afirma también que, en muchas ocasiones, quienes tienen la responsabilidad de implementar estos protocolos “ni siquiera saben interrogar” y que entre los menores “impera la ley del silencio”. En cuanto a la labor del profesorado, Cabestany afirma que, la mayoría de veces, no saben identificar el acoso escolar, “cuando ven algo piensan, erróneamente, que es un hecho puntual y no un caso de bullying”.

La presidenta de la Asociación de Familias y Víctimas de Acoso Escolar en Aragón, Cristina Monclús, indica que “cuesta aplicar los protocolos” y en el papel de mediadores que tiene la entidad, “es complicado que un centro educativo te abra las puertas”. “Tienen sus propios instrumentos, dicen, de solución de conflictos. El acoso escolar no es un conflicto, en una situación de violencia no se puede mediar, y en todo caso se media entre familia y centro escolar para acercar posiciones”. Cuenta que muchas veces suelen adoptar una posición “negacionista” o ponen trabas para que actúen los mediadores: “No quieren que entre nadie y menos que les digan lo que tienen que hacer. No son cosas de niños, son situaciones de violencia. Se pueden cronificar en el futuro, se pueden sentir totalmente anuladas”, insiste. 

Covid-bullying

Con la pandemia está apareciendo un nuevo modo de exclusión en las aulas llamado ‘covid-bullying’. “Hay sospechas e indicios pero por suerte no es una conducta instaurada. El pretexto del ‘virus’ es un nuevo y viejo motivo para maltratar a alguien. Desde hace años existe un tipo de maltrato que consiste en decir que alguien tiene un virus y que no hay que acercarse a él. No podemos hablar de una situación instaurada y alarmante de acoso, para hablar de bullying tiene que haber reiteración, pero sí que observamos hechos puntuales que podrían convertir el coronavirus en un motivo para maltratar a alguien”, explica Cabestany.

La presencia de los menores en redes sociales ha aumentado con la pandemia, lo que también se ha notado en el ciberbullying, “al estar más en casa y con dispositivos móviles. Pero por otro lado al haber menos presencialidad, hay quien está notando un respiro al no encontrarse con su agresor”, indica Morcillo. La psicopedagoga concluye con una reflexión: “En caso de acoso es muy importante no bajar la guardia, tenemos que estar siempre con los ojos bien abiertos. En vez de decir vamos a poner en marcha el protocolo o vaya marrón se nos viene encima, lo tenemos que ver como una oportunidad para mejorar la estrategia del nivel educativo que no vuelva ocurrir. Porque cuando hay un caso de acoso escolar yo digo que todo lo que tenía en marcha el centro educativo ha fracasado”.