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El planeta pequeño de la derecha arrastra a su órbita al grande

Entre otras muchas cosas, la legislatura recién comenzada va a ser la de los reposicionamientos ideológicos de los principales partidos, y quizás la de la agonía de uno de ellos

Las elecciones del 10 de noviembre pasado dejaron algunos mensajes muy claros. A la izquierda le dijeron que se entendiera para gobernar, y se apresuraron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, líderes respectivamente de PSOE y de Unidas Podemos y hasta entonces rivales y casi enemigos, en sellar en pocas horas una alianza que apenas dos meses después les ha llevado al Gobierno. A los independentistas catalanes les dijeron las urnas que seguían tan fuertes o más que en las elecciones de abril, quizás reforzados por la sentencia del procés. A los nacionalistas vascos, tanto PNV como Bildu, que crecían. A otras pequeñas formaciones nacionalistas y regionalistas, que también subían en apoyos electorales y que, bien jugadas, sus bazas en el Congreso de los Diputados podían rentarles grandes beneficios para sus territorios. Y a la derecha...

Hace apenas dos meses, tras las elecciones de noviembre, en el universo de la derecha se observaba un planeta grande, el Partido Popular, con un pequeño satélite tan débil, Ciudadanos, que corría el riesgo de acabar engullido en la órbita de aquel; y un planeta algo menor, Vox, que erraba casi en solitario, pero con luz propia, en los confines extremos de esa galaxia. Ahora, tras algunos golpes de efecto de Vox (el veto parental estos días, y antes la violencia machista, la inmigración, el “no te apoyo los presupuestos si”...), los campos gravitatorios de esa parte del universo parecen haber cambiado, de modo que el planeta grande y su satélite abandonan sus órbitas y se ven atraídos y atrapados en la del planeta menos grande.

Los movimientos en uno y otro lado, y especialmente en el de la derecha, pueden convertirse a la larga un drama sideral. La polarización de la política está llevando a las dos grandes fuerzas tradicionales -PSOE y PP- a posiciones excéntricas, nada centrales, y están dejando el centro vacío y sin puentes. En el último Barómetro del CIS, el de diciembre pasado, los encuestados veían un apelotonamiento de fuerzas tanto a la izquierda como a la derecha de la llamada escala ideológica. En una escala donde el 1 es extrema izquierda y el 10 es extrema derecha, los encuestados del CIS sitúan en el flanco izquierdo a Podemos en el punto 2,4 y a PSOE en el 4,0, más cercanos que nunca hasta ahora; y en el flanco derecho a Ciudadanos en el 6,7, al PP en el 7,8 y a Vox en el 9,4. El trabajo de campo del ese Barómetro se hizo entre el 29 de noviembre y el 19 de diciembre; es decir, bastante antes tanto de la investidura de Pedro Sánchez y de la formación de Gobierno como de debates y polémicas tan relevantes como la del veto parental. Lo primero probablemente haya acercado aún más a Podemos y a PSOE en la escala ideológica, y lo segundo habrá desplazado a PP y a Ciudadanos aún más a su derecha, hacia los territorios de Vox. Los riesgos que corre Pablo Casado con la voxización del discurso del PP son muy elevados. Si el Partido Popular se parece demasiado al de la extrema derecha, los electores pueden cuando sean llamados a las urnas preferir el original a la copia.

En cuanto al devenir de Ciudadanos, los consultados para esta crónica están divididos. Algunos dirigentes de otros partidos creen que es un partido zombie que tendrá difícil una segunda oportunidad y que irá languideciendo poco a poco hasta casi desaparecer, como en su día UPyD. Otros piensan que acabará siendo el hermano pequeño de una coalición permanente con el PP. Hay quien considera que será engullido por este, en una especie de fusión por absorción. Y hay quien sostiene que será capaz de despegarse de sus campos gravitatorios actuales (el del PP y el de Vox) y emprender un nuevo viaje a las fértiles praderas del centro que abandonó Albert Rivera hace tres años para estrellarse, y resucitar como una bisagra que da gobiernos con las dos manos, a izquierda y a derecha.

El proceso de primarias en que Ciudadanos se halla y el liderazgo final que de ese proceso salga, sea Inés Arrimadas o algún otro dirigente hoy tapado, será la clave donde se jueguen sus papeletas de futuro. ¿Si el partido vuelve al centro, se revisarán algunas de las alianzas de gobierno autonómicas y municipales que se hicieron con el PP y con el apoyo de Vox? Un dirigente de Ciudadanos que forma parte de uno de esos gobiernos lo considera altamente improbable.

Entre otras muchas cosas, la legislatura recién comenzada va a ser la de los reposicionamientos ideológicos de los principales partidos, y quizás la de la agonía de uno de ellos

Las elecciones del 10 de noviembre pasado dejaron algunos mensajes muy claros. A la izquierda le dijeron que se entendiera para gobernar, y se apresuraron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, líderes respectivamente de PSOE y de Unidas Podemos y hasta entonces rivales y casi enemigos, en sellar en pocas horas una alianza que apenas dos meses después les ha llevado al Gobierno. A los independentistas catalanes les dijeron las urnas que seguían tan fuertes o más que en las elecciones de abril, quizás reforzados por la sentencia del procés. A los nacionalistas vascos, tanto PNV como Bildu, que crecían. A otras pequeñas formaciones nacionalistas y regionalistas, que también subían en apoyos electorales y que, bien jugadas, sus bazas en el Congreso de los Diputados podían rentarles grandes beneficios para sus territorios. Y a la derecha...