'Chatarras', el recorrido para coches viejos por Marruecos que aúna turismo, solidaridad y motor
Fuera de pista, por un Marruecos recóndito, hermoso y ajeno a las rutas más trilladas del turismo, se extiende el recorrido de un raid que, en la confluencia del deporte, el viaje aventurero y la actividad solidaria recorrerá en los próximos días 3.000 kilómetros de desierto y paisajes extraordinarios entre Tánger y Marrakech. Será un grupo de casi 250 vehículos con tres particularidades: los coches deben tener al menos 15 años de antigüedad (20 en el caso de que sean todoterrenos), las personas al volante no son pilotos profesionales y la prueba no es competitiva. El premio es el camino y la única verdadera recompensa es llegar.
Los organizadores lo llaman afectuosamente Chatarras por el pedigrí añejo de la mayoría de los automóviles participantes, que incluyen una buena colección de modelos populares de las últimas décadas, muchos de ellos matriculados en los años 90. Vuelve a la vida una enorme colección de Seats Panda y Marbella, Peugeots 205, furgonetas Citroën C15 o Land Rovers de los de toda la vida. Y toda la organización de la prueba se fragua en Asturias porque en la comunidad autónoma existe una base enorme de aficionados a los deportes de motor dispuesta a embarcarse en cualquier proyecto que le llegue al corazón.
Detrás de la idea y de una organización que implica el trabajo de más de 70 personas en España y Marruecos está una intuición de José Verdejo. Después de años trabajo en la organización de pruebas deportivas del mundo del motor, llegó a la conclusión de que algo como el 'Chatarras' iba a tener demanda. «Me parecía que hacía falta una iniciativa así, dirigida a gente solidaria, saludable y curiosa que solo quiere divertirse, no competir. Es una vía de escape, unas vacaciones diferentes y no supone un gasto desorbitado. Es una aventura con valores», explica el organizador. La inscripción para dos personas y un coche (incluidos el alojamiento y todos los desayunos y cenas durante la semana que dura la prueba, los seguros y la asistencia técnica en caso de que surjan problemas mecánicos) cuesta 1.790 euros.
El boca a boca ha hecho su labor y, después de la experiencia del año pasado, la solicitud de inscripciones para 2024 ha hecho necesario cerrar el cupo. Se han inscrito 250 equipos, 500 personas, para la cita del 16 al 22 de marzo y también está completa ya la participación para la segunda edición de este año, que tendrá lugar en noviembre. Ya empieza a haber solicitudes para acudir en 2025. A Verdejo le encanta esa respuesta porque cree que el perfil de los participantes encaja perfectamente en el concepto de solirallydad que está por todas partes en la prueba. Antes de pasar las verificaciones técnicas en Castellar de la Frontera, en la provincia de Cádiz, cada participante debe hacer una donación de 10 kilos al Banco de Alimentos en el Campo de Gibraltar. También llevan material escolar y artículos infantiles a Marruecos.
«Pero eso son los requisitos mínimos y todo el mundo los supera. Las entregas son mucho mayores. La gente se involucra porque somos una comunidad implicada. Y no se trata solo de la organización marroquí con la que colaboramos. A lo largo de tantos kilómetros y entre tantos coches, surgen problemas. Hay averías, hay equipos varados en la arena. Y hay que ver cómo se ayuda todo el mundo, cómo todo el mundo echa una mano», añade Verdejo. «Nos gusta ese punto de locura, aunque locos del todo no estamos». La organización desplaza un numeroso contingente de mecánicos, vehículos de asistencia, monta y desmonta los campamentos a diario y tiene geolocalizados en todo momento a los participantes. La seguridad no se descuida.
Francisco Javier Olmedo, de 59 años, vive en el concejo asturiano de Las Regueras, un enclave rural y tranquilo a menos de 15 kilómetros del centro de Oviedo. A través de las redes sociales, su esposa, Maite Puente, y él se enteraron de la existencia de Chatarras el año pasado y ya son veteranos de la edición de 2023 que van a repetir la experiencia ahora. Pero han cambiado el Peugeot 205 de 1995 que les consiguió un amigo el año pasado por un 4x4. «Hubo sitios y paisajes a los que no podíamos llegar y que creo que sí serán accesibles en todoterreno. Pero lo mejor es el ambiente, el compañerismo que se genera entre personas que al empezar no se conocen entre sí. Y la solidaridad es muy importante para nosotros. Llevamos mucho material para las víctimas del terremoto [de septiembre de 2023], desde material escolar a ropa, disfraces y juegos para los niños», cuenta.
Desde Gijón, vuelve también a apuntarse Héctor Barreiro, aunque participará en la edición de noviembre. «No nos dio tiempo a llegar para marzo», explica. Tiene 27 años, pasión por los coches y un compañero de fatigas, David, que es su amigo desde la infancia. «Yo creo que se necesita mucha confianza para ir a este tipo de experiencia. Porque no es competitivo, pero a veces no es fácil orientarse y cada uno quiere tirar en una dirección distinta, o hay que sacar el coche de la arena, y en esos momentos vale más saber con quién vas. Yo creo que, después de esto, o se vuelve con una amistad reforzada o vuelves sin hablar a la otra persona», bromea. Llevarán el mismo coche que el año pasado, un Peugeot 205 con más de 30 años de antigüedad que es ya una pieza de coleccionista. Le cambiarán el motor para disfrutar del nuevo desafío.
Por el desierto de Merzouga o a través de la carretera más alta del norte de África, la caravana se desplazará entre la pericia y las bromas. Porque la prueba no es competitiva, pero sí hay algunos premios: se elige por votación al mejor participante y hay premios a la navegación, al coche menos potente, al más antiguo, al mejor disfraz o al equipo que más dificultades supere para llegar a la meta.
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