El de La Camocha es el único pozo minero asturiano que está a la vera del Mar Cantábrico, por eso para muchas personas constituyó el brazo que unió Gijón con las cuencas del Nalón y del Caudal, cunas por excelencia de la minería asturiana, junto a Cangas del Narcea.
Esta mina subterránea, explotada mediante pozos y ubicada junto al poblado que lleva su mismo nombre, estuvo en producción durante 72 años, desde 1935 hasta 2007. A día de hoy aspira a recibir el reconocimiento de 'Lugar de Memoria Democrática', que reconoce la ley estatal aprobada hace dos años.
Y es que el artículo 51 de la Ley 20/2022 de Memoria Democrática establece la creación del Inventario Estatal de Lugares de Memoria Democrática, como instrumento de publicidad y conocimiento de los mismos. El objetivo es conformar una relación de espacios, inmuebles o parajes en los que se han desarrollado hechos de singular relevancia para la memoria democrática.
Es un justo homenaje a aquellos luchadores y a la cuna de Comisiones Obreras que, antes y ahora, ha sido un pilar del sindicalismo de clase en Asturias y en España
En 1957, en plena dictadura franquista y tras la primera de muchas de las huelgas que se vivieron en este pozo, La Camocha se convierte, seguramente sin ni siquiera contar con ello, en el lugar de nacimiento del sindicato Comisiones Obreras. Por este motivo, el consejero de IU en el Gobierno del Principado de Asturias, Ovidio Zapico, ha solicitado este reconocimiento para la mina gijonesa.
Zapico confía en que La Camocha logre este reconocimiento pues “es un justo homenaje a aquellos luchadores y a la cuna de Comisiones Obreras que, antes y ahora, ha sido un pilar del sindicalismo de clase en Asturias y en España”, y destaca la “buena acogida” que tuvo esta petición cuando la comunicaron a la Secretaría de Estado de Memoria Democrática.
El pozo gijonés que desafió al franquismo
Víctor Álvarez tenía siete años en aquel enero de 1957. Hoy, con 74 y algún que otro achaque encima, recuerda perfectamente las reuniones en la casa del cura, Don José, donde una veintena de mineros de La Camocha, el poblado en el que había nacido y vivía, preparaban la primera huelga para reclamar a los dueños de la empresa, la familia Felgueroso, unas condiciones de trabajo y sueldo dignos para los casi 1.600 trabajadores que tenia el pozo.
Fue la primera vez en la que un grupo de trabajadores le plantaba cara a la dictadura franquista. Nueve días en los que los mineros de La Camocha fueron ejemplo para todo un país.
Esta gesta tiene nombres y apellidos, los de Casimiro Bayón, Celso Álvarez, Francisco 'El Quicu', Pedro Galache y Gerardo Tenreiro. También se les conocía como un comunista clandestino, un socialista de corazón, un miembro de las Juventudes Obreras Católicas (JOC), un minero sin ideología conocida y un falangista reconocido por todos.
Fueron los cinco trabajadores a quienes la dirección empresarial aceptó recibir para intentar solucionar el conflicto que ya se prolongaba a lo largo de los días. Ellos constituyeron la primera comisión obrera, germen del sindicato Comisiones Obreras que, años después, se extendería por toda España.
Desde la Fundación Juan Muñiz Zapico, su presidente, Juventino Montes, reconoce que había otras comisiones anteriores, pero por sus características tan especiales, ninguna fue como la de La Camocha, erigiéndose frente al Sindicato Vertical, en defensores de los derechos de los trabajadores.
La posguerra había sido muy dura. La represión de la dictadura golpeaba a los vencidos. Así que antes de 1957, ya se habían generado conflictos laborales, con huelgas de brazos caídos y con algún resultado exitoso, pero nada comparable al plante del pozo gijonés, pues allí, además, se daban las condiciones perfectas para que la revuelta triunfase.
Para Luis Felipe Capellín, militante de Comisiones Obreras en la clandestinidad y concejal del Ayuntamiento de Gijón/Xixón durante la primera corporación democrática, “cuando se habla de La Camocha se habla mucho de la mina, pero poco del poblado”. Un barrio “muy solidario” en el que las mujeres tuvieron un papel fundamental en el mantenimiento de las huelgas y luchas obreras.
Un argumento que comparte Víctor, quien recuerda los problemas respiratorios que hacían enfermar cada dos por tres a los habitantes del poblado, debido al polvo del mineral que respiraban a diario. “Cuando los mineros no podían bajar a la mina, todos los vecinos se volcaban para compartir con esas familias el poco alimento del que disponían”.
Ambos coinciden también en la importancia que tuvo para La Camocha la procedencia de las familias que fueron llegando al poblado para que los hombres bajasen a trabajar a la mina. Y es que muchos de los mineros eran represaliados que procedían de Mieres y Langreo, y llegaban al pozo gijonés tras haber estado años sometidos a trabajos forzosos en el Pozo Fondón (Sama de Langreo).
Víctor sigue repasando su vida de niño en el poblado de La Camocha, su entrada en la mina como trabajador en 1968, a los 19 años, y los 29 que estuvo allí picando hasta que se prejubiló. Su militancia clandestina en el PCE y hasta la responsabilidad asumida dentro del comité de empresa de la mina, una vez que las Comisiones Obreras fueron legalizadas.
No sé si son comunistas o no, lo que sé es que tengo la mejor plantilla de mineros de España
Y recuerda también cómo le contaron a aquel niño de siete años que vivía en el poblado de La Camocha las palabras de Jesús Riva Batalla, director de la explotación minera entre los años 1939 a 1980, cuando fue llevado por la autoridad a la comisaría tras haber permitido que se celebrara la reunión con aquellos cinco mineros, “no sé si son comunistas o no, lo que sé es que tengo la mejor plantilla de mineros de España”.
La Ley de Memoria Democrática recoge la declaración de los lugares de memoria democrática para explicar, proteger y señalizar espacios en los que se hayan desarrollado hechos vinculados a la memoria democrática, de las mujeres, a la represión o violencia sobre la población desde el golpe de Estado, que hayan sido relevantes por su significación histórica, simbólica o por su repercusión en la memoria colectiva.