Tras ver cómo su aire había mejorado radicalmente durante el confinamiento, las ciudades chinas vuelven a llenarse de la niebla sucia a la que estamos acostumbrados a ver en las fotografías. Según un informe que ha publicado recientemente la organización independiente Centre for Research on Energy and Clean Air, China ha registrado en los últimos 30 días niveles de contaminación superiores a los que mostraba antes de la pandemia.
Es lo que algunos empiezan a llamar la “revancha de la contaminación”, una compensación negativa que puede ocurrir si los países intentan recuperar el tiempo perdido sin tener en cuenta el impacto ambiental.
China reabrió su economía a finales de marzo y, desde entonces, los niveles de contaminación han ido subiendo. Los viajes en coches privados, preferidos ahora al transporte público, se han incrementado y la industria ha reanudado en casi todo el país su actividad.
“Todas la miradas están sobre China, ya que es la primera gran economía que ha vuelto al trabajo tras el confinamiento”, explican los autores del informe.
El estudio, que ha medido varias sustancias como el dióxido de nitrógeno, el ozono, el dióxido de azufre y las partículas en suspensión, en más de 1.500 estaciones localizadas por todo el país, y las ha comparado con los niveles del año pasado ajustando las variables meteorológicas, apunta a que la subida de estos contaminantes se debe sobre todo a la actividad industrial, y más concretamente a la quema de carbón.
Como parecía anunciarse hace algunos meses, China ha decidido regresar a este combustible fósil como fuente rápida para la recuperación industrial y como incentivo para algunas de sus regiones que poseen reservas de este mineral. Pero si continúa por esta vía, las emisiones de su actividad, ahora mismo las mayores en el mundo (Estados Unidos es el primer emisor por sus emisiones acumuladas), representarán un problema para la lucha global contra el cambio climático. Además, supondrán un retroceso en el bienestar de su población, que en los últimos años había visto una mejora en la calidad del aire de sus grandes ciudades.
“Las recuperaciones anteriores de China, como tras la epidemia del SARS en 2003 y de la crisis financiera de 2008, se asociaron a incrementos en la polución del aire y los niveles de emisiones de CO2”, explica el informe, “y dieron lugar al llamado ‘airpocalipsis’, que tuvo lugar en 2013 alrededor de Beijing”.
Esta vez, además, los efectos pueden conllevar nuevas complicaciones si se confirma la relación entre la mortalidad del Covid-19 y la mala calidad del aire que respiran las personas, tal y como han advertido varios estudios que se han realizado en los últimos meses en diversos países y universidades como la de Harvard.
“El efecto rebote de los niveles de contaminación son una demostración de la importancia de la economía verde y la energía limpia para la recuperación de la crisis del Covid-19”, explica el principal autor del informe, Lauri Myllyvirta.
Algo que también ha resaltado Katharine Hayhoe, directora del Centro de Ciencia del Clima de la Universidad Tecnológica de Texas, que considera que lo que está ocurriendo en China era algo previsible pero que no debe verse como una batalla perdida. Para esta investigadora, que en tan solo unos meses se haya conseguido reducir entre un 10%-15% de las emisiones mundiales es un motivo para ser optimistas. Pero además, la pandemia nos ha enseñado algo más. “Hemos visto que cuando el desastre nos mira directamente a los ojos, estamos dispuestos a actuar a una escala proporcional a esa amenaza”, ha explicado en varias de sus redes sociales. “Aunque, con el cambio climático, una vez que lleguemos a ese punto, es más que probable que sea demasiado tarde”.
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