En un boeing 737-800 convencional suele haber 162 asientos para pasajeros, pero en los aviones de Ryanair se meten 189. Para la compañía de transporte aéreo low cost, esos sillones de más en cada avión son clave para ganar en eficiencia y reducir las emisiones por pasajero un 14%. ¿Es mejor para el medio ambiente que cuando volemos vayamos más apretados y nuestras rodillas choquen contra el asiento delantero?
Aunque esto posiblemente tenga algo de verdadero, las cosas tampoco son como las vende la empresa irlandesa. De hecho, expertos en aviación inciden en que el modelo de billetes baratos de Ryanair representa justo el camino contrario para avanzar hacia una aviación más sostenible. La situación es la siguiente: el número de pasajeros que viajan en avión en el mundo se ha triplicado desde 1990 y se espera que siga aumentando de forma rápida. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) considera que la cantidad de viajeros al menos se duplicará de aquí a 2035. Y, como es lógico, esto tiene un impacto: aunque en 2015 se estimaba que las emisiones causantes del cambio climático generadas por la aviación mundial suponían entre el 1% y el 2% del total, se calcula que para 2050 representarán el 22% si no se toman acciones para evitarlo. Resumiendo, este uno de los grandes desafíos en la lucha contra el calentamiento global para los próximos años.
Todos estos números aparecen en el informe Aviation and shipping –impacts on Europe's environment de la Agencia Europea de Medio Ambiente, que incide en otro dato significativo: en 2016 el sector aéreo europeo cubierto por el mercado europeo de emisiones lanzó a la atmósfera 61,4 millones de toneladas de CO –un 7,6% más que el año anterior–, y las dos compañías que más emitieron fueron Ryanair (8,4 Mt) y EasyJet (5,1 Mt), dos de los máximos exponentes de aviación low cost basada en billetes baratos.
Paradójicamente, la compañía irlandesa presume de ser la compañía europea con menos emisiones por pasajero. Esto es tanto por los 27 asientos de más en cada avión, como por contar con una flota más moderna que otros operadores tradicionales. En 2005, Ryanair redujo sus emisiones por pasajero un 31% reemplazando sus viejos boeing 737-200A por nuevos 737-800NG. Y está previsto que en 2019 comience a introducir en su flota un importante pedido de naves boeing 737-Max-200, que aparte de mejoras en aerodinámica todavía reduce más las emisiones por pasajero con su rediseño de asientos 'slimline', que permite meter en cada avión 197 sillones (ocho más que en sus aeronaves actuales).
¿Qué dice de esto la Agencia Europea de Medio Ambiente? “Desde una perspectiva ambiental, la clave para el sector de la aviación es que el precio de los billetes debería reflejar el verdadero coste del transporte aéreo. Esto significaría internalizar los costes ambientales y de salud que actualmente no pagan la industria ni los usuarios del transporte aéreo”, incide Andreas Unterstaller, director de proyectos de Transporte y Medio Ambiente de la agencia.
“Aunque la afirmación de las compañías de transporte low cost de ser más eficientes puede tener cierto mérito, los precios más bajos aumentan porque la entrada de las empresas 'low cost' en el mercado de la aviación ha supuesto una mayor demanda de la aviación”.
Todo depende de cómo se mida. Si se dividen las emisiones de un avión por el número de pasajeros que transporta, la proporción de los viajeros de Ryanair será más baja que la de otras aerolíneas. Pero si se mide por el conjunto de emisiones, ahí ya no sale tan bien parada la compañía irlandesa. “Muchos operadores low cost suelen tener flotas más nuevas con aviones más eficientes, pero también tienden a alcanzar mayores factores de carga, por llevar más sitios y mayor porcentaje de asientos completos”, destaca Unterstaller. Aunque la mayor crítica a estos operadores low cost es justamente el bajo precio de sus billetes, dado que esta es una de las causas principales de que cada vez haya más viajeros subiendo a aviones para desplazarse.
A este análisis habría que añadir un elemento social: se estima que el 15% de la población mundial toma el 70% del total de vuelos, según cálculos de la New Economics Foundation con sede en Londres. Es decir, una minoría privilegiada incide con sus viajes en emisiones cuyo peor impacto sufren los países de ingresos más bajos, que no vuelan en avión. La solución para esta entidad es sencilla: “Los que viajan más deberían pagar más”.
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