Bill McKibben (California, 1960) ha dado tantas conferencias sobre el cambio climático que puede predecir las preguntas del público. Como autor del que se considera el primer libro de divulgación sobre el calentamiento del planeta, El fin de la naturaleza (1989), y como fundador de la primera organización ciudadana global contra las emisiones de gases de efecto invernadero, 350.org, ha tenido la ocasión de escuchar las preocupaciones de personas de todo el mundo. Sabe que alguien le preguntará si el problema radica en el exceso de población –no necesariamente, ya que la mayoría no consume apenas energía–, o si necesitamos la energía nuclear –él considera innecesario nuevas centrales pero, ante la emergencia, apoya que se mantengan abiertas las ya existentes– o cuál es el mejor lugar para vivir –no recomienda ninguno concreto pero da una pista: aquél donde las personas confíen en sus vecinos– .
Las respuestas de McKibben desde su hogar en las montañas del estado de Vermont, casi ya en la frontera con Canadá, son articuladas y amables. A pesar de su abrumador currículum –es autor de más de 20 libros y cientos de artículos en publicaciones como The New Yorker, The Guardian o Rolling Stone, premio Gandhi de la Paz y ganador del Right Livelihood, el llamado Nobel Alternativo– se percibe que sigue buscando maneras de encender un movimiento masivo y pacífico que acelere el cambio.
“Hace unos 20 años entendí que escribir libros y artículos no era suficiente”, dice al reflexionar sobre su evolución como activista, “no se trataba de convencer con la razón y los datos. Eso ya lo habíamos hecho. Estábamos perdiendo la lucha porque la lucha era por el dinero y el poder. La industria de los combustibles fósiles disponía de liquidez y poder casi ilimitados. La razón por la que Exxon, Chevron o Total son tan poderosos es porque disponen de grandes cantidades de dinero para corromper los sistemas políticos. Los ecologistas nunca iban a disponer de ese tipo de cantidades. Solo un movimiento global de ciudadanos podía desafiar algo así. Ese es el comienzo de 350.org”.
El movimiento que, como reclama con orgullo, ha llegado a todos los países menos a Corea del Norte, se extendió enseguida por el mundo. ¿Por qué cree que ha tenido tanto éxito?
Creo que el éxito de una campaña se debe a la combinación de dos factores: por un lado, los ciudadanos tienen que entender que la lucha se puede ganar y, por otro, deben tener claro que se movilizan por un tema importante. Cuando se dan estas dos circunstancias, las personas realmente se comprometen.
Tiene una confianza muy grande en los movimientos civiles.
Creo que, junto a los paneles solares, el movimiento social no violento es la mayor invención del siglo XX. Se creó desde los márgenes, con personas como Gandhi, Martin Luther King, las sufragistas y millones de personas anónimas. Pero todavía estamos descubriendo cómo funciona. Casi todos los países tienen academias militares para entrenar soldados, pero todavía no hemos creado una institución equivalente para el movimiento no violento. Cada vez lo hacemos mejor, pero vamos aprendiendo sobre la marcha.
Hace unos 20 años entendí que escribir libros y artículos no era suficiente. La industria de los combustibles fósiles disponía de liquidez y poder casi ilimitados. Los ecologistas nunca iban a disponer de ese tipo de cantidades. Solo un movimiento global de ciudadanos podía desafiar algo así. Ese es el comienzo de 350.org
En un artículo que publicó recientemente en la revista Mother Jones titulado Yes in Our Backyards (Sí, en nuestro patio de casa), aseguraba que muchas de las campañas ecologistas, incluidas las que usted ha liderado, han surgido para frenar alguna acción peligrosa o innecesaria. Sin embargo, defiende que ahora el movimiento debe empezar a decir 'sí'. ¿Qué cambios debe reclamar?
Si queremos prevenir el colapso climático tenemos que realizar importantes transformaciones y hacerlo lo antes posible. Estoy convencido de que la crisis climática es la amenaza más importante que se ha encontrado el ser humano y no nos queda mucho tiempo para afrontarla.
Creo que lo más importante en este momento es reemplazar los combustibles fósiles. No solo porque suponen un riesgo existencial, también porque provocan, a través de los derivados que respiramos, una de cada cinco muertes. Lo mejor de todo es que ya podemos hacerlo. En los últimos 15 años, los ingenieros y científicos han conseguido reducir hasta un 90% el precio de las energías renovables. Podemos dejar de quemar cosas casi por completo en el planeta. Ya no necesitamos un pequeño fuego bajo el capó del coche para encender el motor, ni una caldera en el sótano, ni un fuego para calentar la comida. Ni siquiera necesitamos un gran fuego en las plantas de energía. Se trata de una transformación sin precedentes.
Yo entiendo que haya gente que no quiera ver un aerogenerador desde la ventana de su cocina. Pero estamos en la peor emergencia de la historia y tenemos que estar dispuestos a realizar un cambio, incluso en el sentido estético. Personalmente, considero que los aerogeneradores tienen su belleza
En su caso, defiende que quizá debemos empezar a cambiar incluso nuestro sentido de la estética. ¿A qué se refiere?
Yo entiendo que haya gente que no quiera ver un aerogenerador desde la ventana de su cocina. Pero tenemos que aceptar que estamos en la peor emergencia de la historia y tenemos que reaccionar para pararla lo antes posible. No podemos esperar otros 25 años. Tenemos que estar dispuestos a realizar un cambio, incluso en el sentido estético. Personalmente, considero que los aerogeneradores tienen su belleza.
¿Cree que estos enfrentamientos sobre lo que debe o no aceptarse están retrasando las soluciones?
En mi opinión, tenemos que concentrarnos en lo esencial, que es acabar con los combustibles fósiles. Ahora mismo la forma más barata de producir energía es apuntando un panel de vidrio hacia el sol. Se trata de una novedad importantísima. La mayoría de los combustibles fósiles se reemplazará con energía que viene del sol, el viento o la energía hidráulica. La nueva realidad económica juega a nuestro favor. Por eso la industria de los combustibles fósiles intenta frenar y bloquear la energía renovable. Ha comprendido que representa la mayor amenaza para su negocio.
En unos meses hay elecciones en Estados Unidos y Trump puede volver a ser elegido presidente. ¿Se están preparando en caso de que vuelva a la Casa Blanca?
Creo que lo más importante es que en los próximos ocho meses hagamos todo lo posible para que Trump no gane. No creo que nuestra democracia y nuestro planeta pueda soportar cuatro años más de su mandato. Pero en caso de que perdamos, habrá que reagruparse para hacer todo lo que se pueda. En cualquier caso, dudo de que Trump pueda acabar con todo el impulso que han cobrado las energías renovables en estos años. Por razones económicas, hay pasos que seguirán dándose a ciertos niveles y que él no podrá parar. Pero no podemos permitírnoslo. Ganar despacio la lucha contra el cambio climático es solo otra forma de perder.
Ya hemos pasado el momento en el que podíamos frenar el cambio climático Tesla a Tesla. Hoy la acción más importante es dejar de ser tanto un individuo y agruparse con otros en movimientos lo suficientemente grandes como para impulsar un cambio en las reglas básicas del sistema económico y político
En su nuevo blog, The Crucial Years (Los años cruciales), insiste en que vamos tarde en un tiempo clave para poder aminorar la crisis del cambio climático. ¿Dónde le gustaría que estuviéramos después de esos 20 o 30 años?
Yo ya soy una persona mayor. Sería presuntuoso por mi parte decir cómo debería ser el mundo futuro. Nuestra labor es intentar preservar el mayor número de opciones para que la gente joven pueda construir el mundo que desea. Para ello, debemos evitar que las temperaturas suban. Si no, cualquiera que sea el camino que esas nuevas generaciones tomen, tendrán que enfrentarse a una emergencia cuando lleguen a mi edad.
Dicho esto, una de las cosas bellas que tendrá el cambio hacia energías renovables es que inevitablemente se moverá en una escala más local. Eso nos enriquecerá. Podremos construir civilizaciones más interesantes con un sustrato más local frente a lo que tenemos ahora. Es algo que ya estamos empezando a ver. Para ello, la energía local será importantísima. Lo bueno del sol y el viento es que, al contrario que el gas o el petróleo, se encuentran en todas partes.
¿Necesitaremos combinar ese localismo con una unión más global?
Sí, claro. No lo llaman calentamiento global por nada. Se trata de un problema que ningún país puede solucionar por sí mismo. Esa es una de las paradojas. Por eso debemos organizar estos grandes movimientos globales que consigan influir y producir el cambio en todo el mundo. Y creo que eso ya está ocurriendo. El Acuerdo de París fue imperfecto e importante a la vez. Incluso en esta última cumbre tan extraña en Dubái se consiguió redactar una frase en la que todos aceptaron que había que hacer una transición y dejar atrás los combustibles fósiles.
Una de las cosas bellas que tendrá el cambio hacia energías renovables es que inevitablemente se moverá en una escala más local, podremos construir civilizaciones más interesantes con un sustrato más local frente a lo que tenemos ahora
¿Qué es lo más importante que podemos hacer en la lucha contra el cambio climático como individuos?
Se trata de una cuestión fundamental. Quizá habrás percibido que los estadounidenses somos muy individualistas. Por defecto siempre nos inclinamos por la acción individual. Así que si hablas con un americano sobre el cambio climático es muy probable que te pregunte si debe instalar paneles solares en su tejado o qué tipo de coche debe comprar. No es que no sean preguntas importantes. Yo mismo siento cierto orgullo de haber tomado decisiones como poner paneles solares o cambiar a un coche eléctrico. Pero intento no engañarme. Ya hemos pasado el momento en el que podíamos frenar el cambio climático Tesla a Tesla.
Hoy en día, la acción más importante que puede tomar un individuo es dejar de ser tanto un individuo y agruparse con otros en movimientos lo suficientemente grandes como para impulsar un cambio en las reglas básicas del sistema económico y político. Si convences a un 5% de la gente para que se compre un coche eléctrico se trata de un logro muy positivo y, sin duda, conseguirás reducir el número de emisiones. Pero si consigues que un 5% de las personas se comprometan realmente en una lucha para cambiar las políticas climáticas a nivel nacional y global, un 5% es probablemente suficiente para ganar la batalla. Porque la apatía influye en ambos sentidos. Así que es mucho más valioso que los individuos se involucren en movimientos que tienen metas lo suficientemente grandes para cambiar los resultados. Eso es lo más importante.