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16 de diciembre de 2023 11:33 h

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A juicio de Alberto Núñez Feijóo, “es lo más miserable que ha hecho Sánchez”. Da igual cuándo leas esto, en realidad. Porque la espiral de adjetivos superlativos en la que ha entrado el Partido Popular hace del debate político algo equivalente a la peor prensa deportiva: salimos a un partido del siglo por semana, y España se rompe una vez al mes. 

“Lo más miserable”, en esta ocasión, es el apoyo de los socialistas a una moción de censura en Pamplona (Navarra), que aupará como alcalde a Joseba Asiron, candidato de EH Bildu. Y más allá de las hipérboles de la derecha, lo cierto es que es una novedad. Nunca antes el PSOE había permitido con sus votos que una administración quedara bajo la gestión de la izquierda abertzale. 

Antes de seguir, algunos datos más.

1. Joseba Asiron ya fue alcalde de Pamplona durante cuatro años, entre 2015 y 2019. Es difícil convertirlo en un “asesino”, o en un “filoetarra”, o en “cómplice del terrorismo”, por mucho que le califiquen como tal. En 1998, cuando ETA aún mataba, Asiron firmó manifiestos condenando los asesinatos de esta banda terrorista. Algo que no sorprende demasiado para cualquiera que conozca qué es EH Bildu, más allá de las caricaturas simplistas que hace la derecha sobre esta formación. 

2. EH Bildu es una coalición de izquierdas donde no solo está Sortu –sucesores de la antigua Batasuna–, sino también otros partidos que siempre condenaron los crímenes de ETA. Como Eusko Alkartasuna, fundado por el exlehendakari Carlos Garaikoetxea, y que nació como una escisión del PNV. O la gente de Aralar, un partido abertzale pero muy crítico con el terrorismo cuyos líderes recibieron amenazas de muerte por parte de ETA. O Alternatiba, que surgió de Ezker Batua (el referente de Izquierda Unida en Euskadi) y que lidera Oskar Matute; el mismo diputado de EH Bildu que, en uno de los debates electorales, recordó a Iván Espinosa de los Monteros dónde estaba el día en que ETA asesinó a Miguel Ángel Blanco.

3. Hasta que llegue la moción de censura, la alcaldía de Pamplona está en manos de Unión del Pueblo Navarro (UPN), un partido conservador, socio habitual del PP, que históricamente ha sido el más votado en la ciudad. Gobierna allí desde 1999. Perdió la alcaldía en 2015, y en 2019 la volvió a recuperar. No fue porque hubiera una mayoría de derechas entre los pamploneses –al contrario–, sino por el veto del Partido Socialista a cualquier acuerdo que pasara por EH Bildu. 

4. UPN recuperó la alcaldía. Pero nunca ha tenido los apoyos suficientes para gobernar. Pamplona lleva demasiado tiempo bloqueada por esta situación. La ciudad ha estado ocho años sin aprobar presupuestos –solo salieron adelante en 2021, en un acuerdo excepcional por la pandemia– y gran parte de los principales proyectos están parados. 

5. En la moción de censura contra la actual alcaldesa de UPN no solo participan los socialistas y EH Bildu. También la respaldará Geroa Bai –una coalición en la que está el PNV– y Contigo/Zurekin, una alianza entre Podemos, IU y Batzarre. Y no es a cambio de nada: han exigido a EH Bildu su compromiso con el “reconocimiento y reparación de las víctimas generadas por la violencia de ETA”. Un compromiso que la antigua Herri Batasuna no habría asumido jamás. 

Hace 13 años del último asesinato de ETA. Hace más de una década que la banda terrorista anunció su final, que fue una victoria completa de la democracia. A diferencia de lo que ocurrió en otros países que han padecido procesos similares, el fin de ETA llegó sin que la democracia española cediera a una sola de sus pretensiones. No hubo medidas de gracia para los presos, como en Irlanda del Norte. Ni tampoco un acuerdo político, como con las guerrillas colombianas de las FARC. ETA no logró ni uno solo de sus objetivos y fue políticamente derrotada. 

“Bildu no es heredera de ETA, sino heredera del reconocimiento por parte de ETA de su derrota frente a la democracia española”, escribe Javier Pérez Royo en un artículo que merece la pena leer: “Los conflictos únicamente se acaban cuando la parte que pierde reconoce la derrota. De ese reconocimiento nace Bildu, que debería ser celebrado por los demás partidos como lo que es: un éxito de la democracia española”.

“Tomar posesión de un escaño siempre es preferible a empuñar las armas”, defendía en 1998 el expresidente José María Aznar. Era cuando todos los partidos democráticos exigían a la izquierda abertzale exactamente lo mismo que finalmente pasó una década después. Que empujara a ETA hacia el abandono de las armas –como hizo Arnaldo Otegi, a pesar de esa injusta condena a cárcel que después fue anulada por la Justicia europea–. Que dejara atrás el terrorismo y defendiera sus ideas en los parlamentos. Que pidiera perdón a las víctimas –como han hecho– y ayudaran a construir un futuro sin sangre. Es el presente en el que vivimos hoy.

A EH Bildu se le exige constantemente una condena de la pasada complicidad de algunos de sus integrantes con el terrorismo de ETA. Sin embargo, la democracia española nunca pidió nada similar a los cómplices del periodo más negro de nuestra historia reciente: el episodio de violencia política que más víctimas y muertes nos dejó. No fue el terrorismo de ETA –siendo gravísimo, que lo fue–, ni menos aún el procés catalán o la amnistía, como ha llegado decir Feijóo. Fue la dictadura y sus crímenes: que empezaron con un golpe de Estado contra la legalidad democrática a la que siguió una guerra civil y una brutal represión que después culminó con la consolidación de un régimen sangriento que reprimió las libertades durante cuatro décadas. 

El mismo Manuel Fraga que firmó condenas de muerte en la dictadura fue el fundador de AP. Nunca pidió por ello perdón. Tampoco se arrepintió. Sus herederos están hoy en el PP, donde también confluyeron otras familias políticas que nunca fueron cómplices del franquismo. Es el mismo partido que hoy apela al “espíritu de la transición”, a la concordia, a la reconciliación, pero no está dispuesto a permitir que esa misma regla del perdón se aplique hoy. 

Hace 13 años que ETA no mata y, para el PP, no es tiempo suficiente como para que EH Bildu pueda ser un partido político como los demás. La mancha del pasado les inhabilita, dice el PP. Feijóo les acusa de ser “el partido que heredó las prácticas de una banda terrorista”, en otra exageración brutal. ¿Habría sido razonable aislar políticamente a la derecha española y a sus votantes hasta 1988, hasta que pasaran al menos trece años desde los últimos asesinatos políticos del franquismo

Lo dejo aquí por hoy, con una recomendación final: el espectacular especial que hemos publicado esta semana sobre la rueda de la desigualdad. Son tres reportajes de nuestro equipo de datos. El primero: qué tiene que ver tu barrio con tu nivel de estudios. El segundo: cómo influye el origen familiar. El tercero: el mapa de la segregación por renta y estudios, calle a calle. Es un trabajo excepcional de nuestro equipo de datos –Raúl Sánchez, Victòria Oliveres y Ainhoa Díez– del que estamos muy orgullosos en elDiario.es. Si no lo has visto aún, no te lo pierdas.

Te mando un abrazo. Y mi agradecimiento por tu apoyo. Nuestro periodismo es posible gracias a ti. 

Ignacio Escolar

A juicio de Alberto Núñez Feijóo, “es lo más miserable que ha hecho Sánchez”. Da igual cuándo leas esto, en realidad. Porque la espiral de adjetivos superlativos en la que ha entrado el Partido Popular hace del debate político algo equivalente a la peor prensa deportiva: salimos a un partido del siglo por semana, y España se rompe una vez al mes. 

“Lo más miserable”, en esta ocasión, es el apoyo de los socialistas a una moción de censura en Pamplona (Navarra), que aupará como alcalde a Joseba Asiron, candidato de EH Bildu. Y más allá de las hipérboles de la derecha, lo cierto es que es una novedad. Nunca antes el PSOE había permitido con sus votos que una administración quedara bajo la gestión de la izquierda abertzale.