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Ese hongo espeso de togas y PP

29 de enero de 2024 23:02 h

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El gigantesco hongo nuclear en el que se ha convertido poco a poco el contubernio entre jueces y PP domina todo el panorama político de este país. ¿Recuerdan Hiroshima? Aquella gran nube, no sus efectos, por supuesto, catastrofismos los mínimos, se asemeja bastante a la tapadera que ahora nos ahoga en este país, atados todos de pies y manos por unos señores a los que nadie ha elegido para dirigir el rumbo de nuestras vidas. Todo empieza y acaba en las puñetas, las togas y los birretes. Antes fueron Marchena o Llarena. Hoy es García Castellón, a quien Isabel Díaz Ayuso, siempre tan dicharachera, agradece en público sus actuaciones: “La libertad gana [...] cada vez que jueces como García Castellón investigan”, clama a los cuatro vientos la reina del vermú; “Siempre nos quedará un García-Castellón”, titular del artículo de Antonio Jiménez en El Debate, que graciosamente nos ha cedido para esta columna mi antiguo amigo El Catavenenos. 

Se han explicado muy bien en este medio –El boletín del director, artículo de Elisa Beni, entre otros destacados– las aberraciones jurídicas de la retahíla de autos del susodicho magistrado. ¡Esas acusaciones de terrorismo! Atentos a las guasas de una de las derivadas de ese todo es terrorismo, que pasaría por que cualquier magistrado considere terrorismo, con el agravante consiguiente de las penas, una concentración de trabajadores, una manifestación de protesta estudiantil de cualquier tipo con su habitual enfrentamiento con la policía. ¿También Ferraz? Claro que aquellos actos del Tsunami Democràtic fueron protagonizados por verdaderos terroristas, gritan –y escriben, no se olviden– los mendrugos que todos conocemos. Pone los pelos de punta imaginar a dónde serían capaces de llegar con tales armas legales esos magistrados con el alma hecha de la misma madera de la que latía en los pechos franquistas de los jueces del Tribunal de Orden Público. 

Y ahí, en esas playas judiciales, vendrán a desembarcar, estén seguros, todas las iniciativas gubernamentales en torno a la amnistía. Habrá que enfrentarse pues a esas togas armadas con tizonas dispuestas a impedir la voluntad popular. Qué importa que las leyes vengan avaladas por la mayoría del Congreso, que a ellos les da exactamente igual. El Ejército de los birretes está suficientemente armado y cuenta con mentes leguleyas capaces de cualquier retorcimiento. Bien harán en el Gobierno en repasar palabra a palabra cada una de las leyes que vayan a enfrentarse a ese muro, que ya hemos visto las mil y una artimañas de las que se sirven. Se necesita determinación política, desde luego, pero también acierto total en la elaboración técnica. ¿Hace falta recordar el fiasco de alguna ley de la pasada legislatura, sufrimiento tras sufrimiento por los resquicios que encontraron los señores magistrados para saltarse el clarísimo espíritu de la ley? Jamás volver a cometer el mismo error, tome nota Bolaños en primer lugar, Sánchez en segundo.

Permitan al Ojo un inciso para reflexionar un minuto sobre los sentimientos que sin duda albergarán no pocos ciudadanos catalanes a la vista de las actuaciones policiales y judiciales ordenadas desde los gobiernos de Madrid. De entrada, los dirigentes que han sabido a posteriori que decenas de policías han investigado su vida privada y, lo que es aún peor, que se han elaborado dosieres falsos para desacreditar su honradez bajo el mando de altísimos cargos políticos que se han comportado como auténticos charranes. Otros han visto también, so pretexto de dirigir aguerridos comités, cómo se les ha espiado de mala manera. Representan a miles y miles de catalanes, por mucho que les duela a los nacionalistas españoles, a los que tampoco les habrá gustado ese trato, acusados ellos mismos de terroristas. Y ahora, además, al servicio de Putin. Trasladen el infumable mejunje a extremeños o murcianos y la reacción en ambos sitios habría sido muy similar. Mismo enfado, misma desafección. Sólo por entender que cada cosa en política tiene su consecuencia en la convivencia, y más cuando se trata de una violación flagrante de los derechos de los ciudadanos, aunque sean de Mont-Roig del Camp, cuyos naturales gozan de los mismos reconocimientos, aunque algunos no lo crean, que Villafranca del Bierzo.   

El domingo celebró el PP su quinta, sexta o séptima gran concentración en Madrid contra la amnistía. Los desahogados Aznar –la mentira del 11M– o Rajoy –la policía patriótica, Bárcenas– arropaban con su presencia, vaya compañeros de viaje, a un Núñez Feijóo choqueado, del que toda España, incluidos los suyos, desconoce qué estrategia piensa desarrollar para llegar al Gobierno. Y a falta de conocer cuál es el camino para el final deseado, es imposible saber qué tácticas hay que desarrollar. ¿Creen de verdad en Génova que a golpe de manifestación, cada vez será más magra como no puede ser de otra manera, van a hacer caer al diabólico gobierno socialcomunista del miserable Perro Sanxe? Pues van aviados, que semejante tontuna no cabe en cabeza medianamente pensante. Griten, insulten, pancarteen, pero ese camino los llevará a la desesperación. Sus jefes actuales son capaces, como ya han hecho, de echar kilos de basura contra el Congreso, el Tribunal Constitucional o cualquiera que se entrometa en su camino. Desquiciados, son capaces de segar los cimientos del Estado de Derecho. Para nada, por cierto. Porque este empecinamiento de Núñez Feijóo en no pasar página de las últimas elecciones y su consiguiente derrota democrática en el Congreso, sólo conduce a su partido a la melancolía. Manejen el Senado a su antojo, pongan piedras en el camino, pero únicamente van a lograr demoras estúpidas. Su única salvación, y por eso la explotan con vehemencia, se halla en los juzgados. De ahí los vítores en la manifestación al juez García Castellón, uno de los nuestros, en tus manos depositamos nuestro espíritu. Lo demás, filfa.  

Porque, ¿qué ofrece Núñez a la sociedad española? ¿Cómo se enfrentaría el PP a los problemas de las nacionalidades históricas? ¿Qué alternativas económicas propone a la desarrollada por el Gobierno, que cuenta en su haber con datos más que pasables? ¿Quizá en política exterior muestra otras opciones ante Europa, por ejemplo? ¿En emigración, Marlaska un asco, pero qué más? ¿En Sanidad, o en Educación, más allá de esa bobada de la EBAU sincronizada, fenecida antes de empezar? En definitiva, ¿qué armazón de futuro está construyendo el líder del PP, para una vez acabada la refriega de la amnistía, que alguna vez se acabará, aunque no sepamos cuándo, mostrar un abanico sólido de esperanza a los españoles? Ni luce políticas atractivas, ni cuenta con un equipo sólido y de prestigio. Núñez Feijóo no tiene nada. Cero. No se trabaja su papel de alternativa, más allá de la descalificación grosera del adversario. Y eso es poca cosa. Muy poca. Porque, además, allá donde gobierna con Vox, debe aguantar las arremetidas de las huestes del partido del aclamado Santiago Abascal, fuera rivales, que me los como, tal que ese vicepresidente castellanoleonés que exige hacer frente a la islamización de España -ya ven- o al otro vicepresidente torero, tan puesto en puntillas para banderillear cualquier acontecimiento cultural que se le acerque. 

Bien. Seguramente este martes pasará la ley de Amnistía en el Congreso, y al día siguiente Bolaños y Pons se verán las caras en Bruselas para intentar solucionar la vergüenza de ese Consejo del Poder Judicial momificado, pestífero con su sola presencia. Habrá pelea, pero quizá, sólo quizá, Europa podría encontrar la vía de salida del laberinto. Ojalá. Pongamos un gramo de optimismo.

Adenda. También Lilith Verstrynge, ni más ni menos que la número tres de la formación morada. Y Monedero, fuera de foco, que Iglesias le ha dejado sin programa en su tele. Podemos se queda en los huesos o en la raspa, podríamos decir. Qué pena y qué cadena de errores de una dirección desnortada. Recordemos: 71 diputados en 2016. Hoy, 4. Lo decimos siempre, pero es que este adelgazamiento en las fuerzas de izquierdas es demoledor. Porque el resultado de tanta gresca interna, como se ve, va en detrimento de todo el conjunto de la izquierda. No es, desgraciadamente, un experimento electoral de vasos comunicantes de votos que pierde Podemos para que los recupere Sumar. En absoluto. Se pierden en el éter.

 La derecha aprieta y la izquierda con estos pelos. Como siempre. 

El gigantesco hongo nuclear en el que se ha convertido poco a poco el contubernio entre jueces y PP domina todo el panorama político de este país. ¿Recuerdan Hiroshima? Aquella gran nube, no sus efectos, por supuesto, catastrofismos los mínimos, se asemeja bastante a la tapadera que ahora nos ahoga en este país, atados todos de pies y manos por unos señores a los que nadie ha elegido para dirigir el rumbo de nuestras vidas. Todo empieza y acaba en las puñetas, las togas y los birretes. Antes fueron Marchena o Llarena. Hoy es García Castellón, a quien Isabel Díaz Ayuso, siempre tan dicharachera, agradece en público sus actuaciones: “La libertad gana [...] cada vez que jueces como García Castellón investigan”, clama a los cuatro vientos la reina del vermú; “Siempre nos quedará un García-Castellón”, titular del artículo de Antonio Jiménez en El Debate, que graciosamente nos ha cedido para esta columna mi antiguo amigo El Catavenenos. 

Se han explicado muy bien en este medio –El boletín del director, artículo de Elisa Beni, entre otros destacados– las aberraciones jurídicas de la retahíla de autos del susodicho magistrado. ¡Esas acusaciones de terrorismo! Atentos a las guasas de una de las derivadas de ese todo es terrorismo, que pasaría por que cualquier magistrado considere terrorismo, con el agravante consiguiente de las penas, una concentración de trabajadores, una manifestación de protesta estudiantil de cualquier tipo con su habitual enfrentamiento con la policía. ¿También Ferraz? Claro que aquellos actos del Tsunami Democràtic fueron protagonizados por verdaderos terroristas, gritan –y escriben, no se olviden– los mendrugos que todos conocemos. Pone los pelos de punta imaginar a dónde serían capaces de llegar con tales armas legales esos magistrados con el alma hecha de la misma madera de la que latía en los pechos franquistas de los jueces del Tribunal de Orden Público.