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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Cotorrofobia: 40 años de mala prensa

La artista Lidia Toga en la concentración frente a la sede de la empresa Matinsa contra la matanza de cotorras en Madrid. Toga vio cómo operarios contratados por el Ayuntamiento de Madrid arrancaban todos los nidos de cotorras de un cedro atlántico sobre el que estaba trabajando para su proyecto artístico sobre la renaturalización del Manzanares
14 de mayo de 2021 22:31 h

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Durante los últimos años se ha estado llevando a cabo una campaña mediática de difamación de las cotorras que está extendiendo la narrativa de que las cotorras son un gran problema para la ciudad. Se les acusa, por ejemplo, de ser una especie invasora (están incluidas en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras desde el año 2011), de ser agresivas con las especies autóctonas, de que sus nidos son peligrosos y de que hacen mucho ruido.

Estos prejuicios han llevado al Ayuntamiento de Madrid a seguir con sus planes de asesinar a 12.000 cotorras Argentinas y de Kramer (una cifra que a día de hoy es posible que no sea real, tras el fatídico paso de la borrasca Filomena). Ya ha comenzado a hacerlo a través de Matinsa y Dypsa (la primera, perteneciente al grupo FCC), empresas que podrán capturar las aves mediante trampeo en sus nidos para luego gasearlas, utilizar carabinas de aire comprimido o cualquier otro método que se les ocurra.

Las cotorras son pájaros que llevan décadas conviviendo en nuestras ciudades, son nuestras vecinas y su exterminio no es justo. Algunos municipios de la Comunidad de Madrid, como Leganés, Pinto, San Fernando de Henares y Getafe, ya han desechado la idea de la matanza, poniendo en marcha otras medidas de control poblacional como la esterilización por vasectomía. Por eso es exigible un plan de gestión alternativo al del Ayuntamiento de Madrid, y los colectivos a favor de la convivencia, el respeto y la consideración hacia los intereses de las cotorras hemos llevado a cabo concentraciones ante la sede del Ayuntamiento y las oficinas de Matinsa para mostrar, como seguiremos haciendo, nuestro rechazo a su matanza.

Con el fin de dar a conocer la realidad de este conflicto y la esperanza de discernir si las acusaciones contra las cotorras son ciertas o no, hemos decidido entrevistar a Sergio Barbero, veterinario experto en animales exóticos y autor de la charla 'Cotorrofobia: 40 años de mala prensa'.

¿Las cotorras son invasoras o sobrevivientes?

La verdad es que el término “invasor” conlleva connotaciones negativas para todo este tipo de especies, les otorga un sentido adverso, una intencionalidad que, evidentemente, no tienen. No comparto esta denominación porque criminaliza en un contexto social una serie de especies que no tienen intencionalidad ni maldad, cualidades que son humanas. Yo prefiero el término alóctono, especies no autóctonas de un lugar que han llegado allí principalmente por causas derivadas de la actividad humana. Por supuesto, son supervivientes, es el principio básico en biología y en la Teoría de la Selección Natural: las especies tienden adaptarse y no por ello hay que criminalizarlas.

¿Son realmente agresivas con las especies autóctonas?

Este es uno de los principales puntos sobre los que se incide para avalar el sacrificio de las cotorras, y me gustaría exponer dos reflexiones al respecto. La primera es que nadie se acuerda de las especies autóctonas cuando se habla de recalificaciones de terrenos o planificaciones urbanísticas que afectan directamente a su entorno, cuando la pérdida de ecosistemas propicios y los elevados niveles de contaminación constituyen las principales causas de decrecimiento en sus poblaciones. Sin embargo, el argumento de la protección de estas especies se esgrime de manera feroz cuando se plantea la gestión poblacional de las cotorras mediante sacrificio masivo.

Por otra parte, no existen evidencias científicas suficientes que avalen el comportamiento agresivo o decrecimiento de la población de las especies autóctonas sinantrópicas (que son las que conviven principalmente con las cotorras argentinas al localizarse en zonas rurales o urbanas). Por poner dos ejemplos, un estudio realizado en la ciudad de Roma, que evaluó las relaciones interespecíficas entre las cotorras y las especies sinantrópicas con las que conviven, no mostró episodios de interacciones agresivas ni peleas con el resto de las especies (Interspecific interactions in nesting and feeding urban sites among introduced Monk Parakeet (Myiopsitta monachus) and syntopic bird species; Mariann di Santo, Corrado Battisti y Marco A. Bologna; Ethology, ecology and evolution, 2016). Incluso en un estudio realizado en Chile, se observó que los nidos de las cotorras eran aprovechados por otras especies, como el cernícalo americano, para su reproducción (Interactions between Invasive Monk Parakeets (Myiopsitta monachus) and Other Bird Species during Nesting Seasons in Santiago, Chile; Cristóbal Briceño, Alejandra Sandoval-Rodríguez, Karina Yévenes, Matilde Larraechea, Angello Morgado, Catalina Chappuzeau, Víctor Muñoz, Pablo Dufflocq and Florencia Olivares; Animals, 2019).

¿Qué impacto real podrían tener sobre la biodiversidad en grandes ciudades como Madrid?

Este es el verdadero quid de la cuestión. La influencia de la expansión de especies alóctonas de todos los reinos (bacterias, hongos, protozoos, vegetales, animales) como consecuencia de la actividad humana constituye un riesgo para la biodiversidad, y este hecho está ampliamente respaldado en términos científicos. Ahora bien, no existe el mismo impacto ambiental en todos los casos. A día de hoy, se desconoce el impacto que puede suponer en ciudades españolas, como Madrid, la influencia de la población de cotorras. Basándonos en hechos observacionales, y teniendo en cuenta que las cotorras argentinas se mueven principalmente por el entorno urbano madrileño, tras 40 años de coexistencia con nosotros no vemos que haya un impacto realmente apreciable. Ni es cierto que los árboles mueran por culpa de las cotorras, ni existe correlación con el decrecimiento en la población de los gorriones, ni tampoco que se haya incrementado la incidencia de enfermedades como la psitacosis. Lo cierto es que el punto de partida para hacer frente a un control poblacional debería ser un estudio del impacto ambiental serio, independiente y exhaustivo.

¿La matanza resolvería el problema?

Desde mi punto de vista, evidentemente, no. En primer lugar, porque en el plan de gestión de población de cotorras cuentan con que se eliminará a un 90% de la población, presuponiendo que será un 10% de cotorras las que queden en la ciudad. Esto solo va a provocar que en unos pocos años volvamos a tener censos de cotorras similares a los actuales, ya que la propia concentración de individuos en una población constituye, per se, una herramienta de control de la misma (al dejar menos cotorras con más recursos, favoreceremos un incremento de su población de forma más rápida).

Pero como punto más importante, creo que es fundamental abordar los problemas desde un punto de vista bioético. El pragmatismo se ve reñido muchas veces con conductas reprobables desde el punto de vista ético, y es un deber del ser humano en el siglo XXI abordar estos conflictos desde un punto de vista conciliador con el resto de seres vivos y el entorno. ¿Es necesario controlar la población de una especie con un crecimiento exponencial? Sin duda, pero lo que cuestionamos es el cómo, no el qué. Una gestión ética de la población pasa por no tener que sacrificar individuos (ni adultos ni pollos) y puede resultar en una solución a largo plazo, mucho más que la eliminación de miles de cotorras.

¿Qué crees que hay detrás de esa mala prensa?

No lo sé. Realmente creo que vivimos en un país muy polarizado en lo político, en lo social, etc, y cuestiones como esta deberían abordarse desde el conocimiento científico y las propuestas multidisciplinares de expertos. No sé si en la dimensión de lo económico, al ser empresas subcontratadas las que asumen el trabajo, puede haber concesiones irregulares con beneficios monetarios ocultos, así que, como lo desconozco, no puedo pensar en teorías conspiranoicas.

El Ayuntamiento de Madrid está sosteniendo sus falacias gracias a datos fomentados por SEO BirdLife. Teniendo tu posicionamiento en cuenta, ¿cómo podemos confiar a esta institución?

SEO BirdLife es una ONG dedicada al estudio y conservación de las aves. Creo que en muchos ámbitos realizan una labor muy beneficiosa para la protección no solo de las aves sino de numerosas especies. Yo mismo he sido socio desde niño y durante muchos años. Sin embargo, no son estrictamente una Sociedad Científica o una entidad especializada en el impacto ambiental. Me parece que los censos realizados de las diferentes especies autóctonas y alóctonas enriquecen mucho nuestro conocimiento sobre ellas, pero creo que hay que dejar las intenciones a un lado y ser realmente objetivo para analizar el impacto que pueden tener estas especies. Desde ahí, lancear soluciones tanto desde un punto de vista preventivo (mediante la regulación en el comercio de animales, por ejemplo) como ético. Como he explicado anteriormente, la evidencia científica a día de hoy es escasa y necesitamos más inversión para la realización de estudios que definan el impacto ambiental que constituyen las cotorras, por lo que no deja de sorprenderme la vehemencia de las afirmaciones que se realizan contra estos animales.  

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