El que sigue es un relato que habrá pasado, pasa y pasará en infinidad de pueblos y ciudades de este país. Con otras caras, otros nombres y detalles diferentes, pero es el relato común de la desidia de las instituciones ante los problemas que atañen a los animales y la criminalización hacia aquellas personas que solo tratan de ayudarles.
Durante los años en los que viví en Calahorra tuve encuentros muy tristes con gatos ferales (y caballos, y perros, casi todos utilizados para cazar, abandonados o perdidos. Reventados. Pero ese es un melón que abriremos otro día). Una noche, mi madre me pidió ayuda para recoger a un gato atropellado de debajo de un coche y llevarlo al veterinario de urgencia. El profesional se apiadó de mí y cobró solo el precio de la inyección para sacrificarle. No había nada que hacer por aquel pobre. También me dijo que mi madre tenía un problema si se hacía cargo de todos los gatos que se encontrase por la calle. Y sí, le doy la razón, la vida de quien es sensible y ayuda a los animales no es sencilla, pero no hay mayor compasión y valentía que la de esas personas que en vez de eludir los problemas que afectan a los demás, luchan contra ellos con todas sus fuerzas.
No quiero pensar en todos los casos que habrá visto mi madre. Pero sí sé cómo ha intentado ayudarlos. Alimentándolos, medicándolos, esterilizando a las hembras, acogiéndolos, buscándoles familias que los adoptaran cuando eran socializables. Poniendo especial cuidado en no molestar a los vecinos, en no ensuciar, en no llamar la atención. Por civismo y por precaución, cuanto más inadvertida pasara ella, mejor para la seguridad de los animales. Lo que hacía ella, por puro sentido común, resultó ser el modelo de gestión más efectivo y ético que se ha implantado ya en numerosos municipios del estado, por no hablar de países vecinos mucho más versados en ética y derechos animales. Es el llamado método CES o CER (captura + esterilización + suelta/retorno). Un método que tendría que estar siendo regulado y aplicado por el ayuntamiento y no por vecinos que son tratados como criminales por ello.
El pasado 25 de octubre, varios policías de paisano pararon a mis padres por la calle camino a una de las colonias que gestionan fuera del casco urbano. Les registraron las mochilas y el coche, y les multaron. Mi madre se asustó. Es normal cuando tienes casi 70 años y es la primera vez en tu vida que te ves envuelta en una investigación policial. Todo por alimentar y cuidar gatos.
A los pocos días, el Ayuntamiento de Calahorra emitió una nota de prensa populista y electoralista, cargada de inexactitudes y difamaciones, acompañada de una foto del maletero de nuestro coche familiar con sacos de pienso dentro. La nota se puede ver íntegramente aquí.
Mi madre ha intentado ponerse en contacto con el Ayuntamiento para poder explicarse. Pero nadie quiere atenderla. Hay mucho que discutir sobre lo que se dice en esa nota. Para alimentar a los gatos, mi madre nunca ha “tirado comida a la vía pública” sino que la ha colocado cuidadosamente en recipientes que se limpiaban a las pocas horas el mismo día. No se hacía “a lo largo de toda la ciudad” sino en un punto del casco urbano, que se limpiaba a diario, y en varios puntos en terrenos propiedad del Gobierno de La Rioja. Esto no generaba plagas sino todo lo contrario, la comida solo era consumida, bajo supervisión de mi familia, por los gatos, y estos eran controlados gracias a la esterilización de las hembras. Además, la nota introduce unos gastos de partidas de limpieza anuales que, por mala pericia (en el mejor de los casos) a la hora de redacción de la nota, quedan vinculados de manera directa con la acción de mis padres.
Sabemos que en campaña los partidos utilizan su artillería pesada, pero utilizar a dos jubilados para marcarse tantos electoralistas no es nada bonito. Hablar de “impunidad” y “grandes cantidades de pienso” no es más que un uso populista y sensacionalista del lenguaje que no encaja en la ética y el rigor con el que un ayuntamiento ha de comunicarse con la población. Sobre todo, teniendo en cuenta que hablamos de dos personas jubiladas cuidando animales, no de una red de narcotráfico o de políticos corruptos.
La nota ha sido compartida y exagerada por muchos de los diarios de La Rioja y varias webs digitales informativas. La imagen del gran alijo de pienso felino acompaña cada noticia. Ninguno se ha molestado en contrastar, investigar ni reflexionar si la información que compartían e inflaban podía dañar a dos personas, humildes, jubiladas, que solo tratan de ayudar a unos animales a los que deberíamos estar cuidando entre todos.
En el post que el Ayuntamiento compartió en su perfil de Facebook con la nota, el texto que lo acompaña dice así: “El Ayuntamiento recuerda la importancia de concienciarse sobre la prohibición de dar de comer a los animales en la vía pública y solicita la implicación de los ciudadanos para evitar que otros realicen esta práctica”. Es decir, llama a la población a delatar a sus vecinos. Este hecho es tan irresponsable y recuerda tanto a épocas en las que el enemigo de la gente era su propio vecino delator, que me abstendré de analizarlo más allá por infame y vergonzoso.
Quiero creer que todo esto es fruto de la desinformación, de una herencia política en la que nunca se ha legislado en materia de animales. Y también quiero creer que este equipo de gobierno tan nuevo en Calahorra (el Ayuntamiento está gobernado desde hace meses por el PSOE, por gente joven) se mostrará dialogante y nos dará la oportunidad de explicar que este comportamiento no solo no debería estar penalizado sino que, además, es necesario.
Estos gatos, además de ser alimentados, son curados de enfermedades que pueden ser contagiosas para otros gatos. Además son esterilizados, controlando así el exponencial crecimiento de las colonias. Cabe recordar que las gatas pueden parir un promedio de 12 crías por año. Hagan cuentas.
Nadie nace aprendido y todos nos equivocamos. Lo importante es darnos la oportunidad de aprender y reparar los errores del pasado. Así lo han hecho, por poner tres ejemplos paradigmáticos, los ayuntamientos de Madrid y Capellades (Barcelona), y el Patronato de la Alhambra. La capital del Estado, un pueblo de menos de 5.000 habitantes, y uno de los mayores tesoros arquitectónicos y culturales que tenemos.
El Ayuntamiento de Madrid multó en 2014 a una Comunidad de Vecinos del barrio de Salamanca por alimentar a una colonia de gatos que habitaba en los jardines comunitarios. Pero un Juzgado de lo Contencioso-Administrativo de Madrid avaló la labor de estas personas que utilizaban el método CES, condenando al Ayuntamiento de Madrid a pagar las costas y devolver la sanción impuesta. Ahora, en la capital se permite que protectoras y voluntarios cuiden de estos animales con fondos privados y particulares, guiándose por unas normas de convivencia y con la ayuda, aunque escasa para todo lo que hay que hacer, del propio consistorio.
En Capellades, población de la provincia de Barcelona de menos de 5.000 habitantes, es el Ayuntamiento el que, con fondos públicos, gestiona las colonias felinas del casco urbano. Provee de instalaciones, las limpia y mantiene, cuida y controla a los animales y cuenta para ello con la colaboración ciudadana. Además, en Barcelona, la capital de provincia y segunda ciudad del Estado, las colonias son gestionadas por el Ayuntamiento con la colaboración de las entidades protectoras de animales de la ciudad.
El otro ejemplo llamativo es la Alhambra, uno de nuestros mayores tesoros aquitectónicos y culturales. Allí, entre esas paredes y columnas de valor y belleza incalculable, vive una comunidad de gatos gestionada con la colaboración del Patronato. Los animales están censados, son alimentados, cuidados y controlados para que la población no se dispare. Además, favorecen la adopción de las nuevas camadas cuando nacen por no haber llegado a tiempo a esterilizar. ¿Es posible que se puedan gestionar las colonias de la Alhambra y no se puede en Calahorra?
Mi madre ha sido multada ahora pero no está sola. Existen otros vecinos que también cuidan de estos animales por sus calles, aunque ahora se ocultarán por miedo a represalias, no solo legales, sino por no empeorar la convivencia con quienes viven a su lado. Existe una parte de la sociedad, más grande de lo que este ayuntamiento parece creer, que apoya totalmente el cuidado de estos animales y que cree que las instituciones públicas deberían involucrarse. Si no es con fondos públicos, al menos permitiendo que voluntarios lo hagan, fomentando la buena convivencia entre personas y animales y entre los propios vecinos (no así alentando los enfrentamientos entre ellos). Basta darse un paseo por las redes de aquellos medios que compartieron la noticia y ver la cantidad de comentarios de apoyo a los multados y de repulsa ante la actuación del Ayuntamiento. Existen también asociaciones, abogados especializados, que estarían más que dispuestos en colaborar y ayudar a crear un espacio de diálogo donde tratar de buscar soluciones efectivas y éticas que no harían sino mejorar la calidad de vida y de convivencia de todos los vecinos.
El problema está ahora sobre la mesa, le pido al Ayuntamiento que aproveche la ocasión para dar ejemplo de buena política, de diálogo, de ruptura con los esquemas del pasado y busque nuevas soluciones. Vivimos en un mundo que nos exige nuevas estrategias si queremos cambiar los resultados. Ojalá que así sea.