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Alfonso Senovilla, veterinario: “La industria ganadera crea unos requisitos claramente insuficientes de bienestar animal y certifica que se cumplen para engañar al consumidor”

31 de marzo de 2021 06:00 h

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Recientemente, una serie de fotos que forman parte del trabajo de investigación que realiza el fotoperiodista vasco Aitor Garmendia ha sido nominado al prestigioso World Press Photo 2021. En su proyecto Tras los Muros documenta lo que ocurre a los animales dentro del sistema ganadero. Las imágenes seleccionadas por el WPP forman parte de Factoría, investigación llevada a cabo por Garmendia entre 2019 y 2020 en 32 granjas de cerdos españolas. Un trabajo que es respaldado con la experiencia técnica de Alfonso Senovilla, veterinario oficial de Salud Pública.

Senovilla es un caso singular. Ejerció varios años como veterinario de campo en explotaciones de diferentes especies (vacuno, cerdos, ovino y caprino) y después pasó a ser funcionario de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha como inspector de mataderos durante más de 11 años. Una experiencia en la industria ganadera que le han llevado a cambiar profundamente su relación con los animales, gracias a conocer de primera mano cómo es su vida.

Ahora es afiliado a PACMA, partido por el que ha sido candidato en Talavera de la Reina, miembro de AVATMA (Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y del Maltrato Animal) y socio de Igualdad Animal. Vegano y comprometido con la lucha de los derechos de los animales, pretende contar la “realidad que sufren los animales en nuestro país”.

¿Cuál es tu relación con Aitor Garmendia?

Conozco a Aitor y su proyecto desde hace bastante tiempo. Es muy riguroso en su trabajo y quiere entender perfectamente lo que capta su cámara. Ahí es donde yo le ayudo, a comprender y poner nombre a lo que ocurre con esos animales. 

Según los documentos gráficos que conforman la investigación de Garmendia, Factoría, ¿se cumple la normativa?

Es indiscutible que los documentos de Aitor ponen de manifiesto multitud de incumplimientos normativos. Observamos animales con problemas locomotores que tienen que arrastrarse para moverse, otros presentan hernias o abscesos que les impiden caminar con normalidad, hay animales con prolapsos rectales o uterinos. En definitiva, un importante número de animales que presenta patologías, sobre los que se tendría que haber actuado y haber recibido la asistencia veterinaria adecuada y, mientras tanto, haber sido aislados del resto. Para la industria, un aspecto fundamental es la rentabilidad económica y en ocasiones es más costoso ese tratamiento que lo que vale para ellos el animal. Además, existen lesiones que son incurables por su avanzado estado y en lugar de optar por la eutanasia se opta por transportarlos al matadero para, si es posible, sacar un rendimiento económico.

Hay que dejar claro que, de manera general, el único motivo por el que un ganadero mantiene con vida a estos animales con patologías que no van a ser tratadas es por obtener un rendimiento económico de ellos. Diciéndolo más claro, la intención es llevarlos al matadero para conseguir que tras la inspección veterinaria algunos de estos animales o partes de los mismos sean declarados aptos para consumo humano. Ningún ganadero mantiene con vida a un animal de producción con el coste que eso supone si no espera sacar un rendimiento económico de él.

Otro incumplimiento destacable es la castración de los animales en condiciones de ilegalidad. Sin utilizar anestesia o analgesia prolongada en los machos mayores de siete días, así como realizarla a las hembras, hecho que salvo excepciones muy contadas está prohibido. Esto ocurre especialmente en las explotaciones de cerdos ibéricos, ya que se llevan al sacrifico con más edad que en los de capa blanca. 

¿Cómo y cuánto viven los animales dentro de las granjas intensivas y cuánto viven en libertad?

En el caso de los cerdos, un animal sano viviendo en óptimas condiciones sin explotación podría llegar a vivir entre 12 y 15 años. La industria sacrifica a los cerdos habitualmente alrededor de los 6 meses, en el caso de los cerdos de raza ibérica entre 12 y 14 meses, y los lechones o cochinillos con alrededor de 28 días. Con el resto de especies pasa más o menos lo mismo. Si tenemos en cuenta el ejemplo de una vaca: podría vivir 25 años, pero la carne de ternera siempre procede de animales menores de 12 meses. 

¿Qué es la caudofagia y a qué factores se debe este comportamiento­?

La caudofagia consiste en las mordeduras que se producen unos cerdos a otros en los rabos. Principalmente responde a situaciones de estrés provocados por, entre otras causas, el exceso de densidad al que son sometidos. Para evitar este comportamiento se deberían implementar algunos métodos como reducir esa densidad o aportar elementos manipulables a los cerdos. Solo si esos métodos no funcionan se puede proceder al corte de los rabos. Pero en muchas ocasiones, directamente se recurre a esta práctica de cortar los rabos y limar la punta de los colmillos a los animales antes de haber probado otras opciones. En cualquier caso, como todo en la industria ganadera, estas actuaciones intentan evitar las pérdidas económicas producidas por las mordeduras en los rabos de los cerdos, por eso es más sencillo para ellos cortar directamente el rabo que implementar otras medidas más éticas pero más costosas. 

En las imágenes de Garmendia vemos a cerdas inmovilizadas en jaulas en las que no pueden siquiera darse la vuelta.

Como todo, responde a un aspecto productivo. Por un lado están las jaulas de gestación. En ellas se ven filas de cerdas dispuestas en esas jaulas, en las que permanecen al menos la semana antes de la fecha de cubrición y las cuatro semanas después. Esto se realiza así para evitar problemas en el periodo próximo a la fecundación, como la producción de abortos. 

Otro sistema de jaulas son las de la zona de maternidad. Ahí las cerdas están encerradas entre barrotes para evitar aplastar a los lechones recién nacidos. En esta estructuras permanecen la semana antes de la fecha prevista del parto y los 28 días después de este, tiempo que dura, generalmente, la lactación de los lechones.

Según el informe de Garmendia, las inspecciones que se realizan son escasas: durante el año 2017 se realizaron 11.195 de un total de 364.430 explotaciones ganaderas. A tu parecer, ¿son suficientes en número y en procedimiento?

El número de inspecciones que realizan las comunidades autónomas en las explotaciones ganaderas relacionadas con el bienestar animal es claramente insuficiente. Diferentes datos y declaraciones apuntan a que rondan entre el 3% y el 5% del censo de explotaciones al año. Esto quiere decir que, en el mejor de los casos, tardarían 20 años en inspeccionar las condiciones de bienestar de todas las explotaciones. 

Si las leyes de bienestar animal ya son excesivamente laxas, además tenemos el problema de la opacidad de lo que ocurre dentro de las explotaciones y, por si fuera poco, el número de inspecciones de la Administración es ridículamente bajo. Todos estos factores juntos hacen que las condiciones de vida de los animales de las granjas diste mucho de la idea que tenemos de bienestar animal. Existen muchos incumplimientos y situaciones de maltrato que nunca salen a la luz ni son detectados ni sancionados por las administraciones responsables. 

¿Se respeta el comportamiento natural de las cerdas en las granjas de cría intensiva?

Existen multitud de comportamientos naturales de los animales que son imposibles de cumplir en las explotaciones intensivas. Uno de los cinco principios de bienestar animal, en los que se basan los certificados Welfare Quality -protocolos de evaluación del Bienestar Animal- habla de que los animales puedan mostrar un comportamiento apropiado a su especie. ¿Cómo puede mostrar un comportamiento propio de su especie una gallina en una jaula en la que ni siquiera puede estirar las alas? ¿Cómo puede satisfacer una conducta exploratoria una cerda encerrada entre barrotes en los que ni siquiera puede girar sobre sí misma? Evidentemente, es imposible en las condiciones de cría intensiva actuales.

Todo lo comentado se refiere a prácticas que se han de cumplir para garantizar, según la normativa RD 1135/2002, el bienestar de los animales. En el supuesto caso de que se cumplieran esos preceptos, ¿se podría llegar a un estado de bienestar para los animales?

Este Real Decreto regula algunos parámetros, como el espacio del que debe disponer un cerdo, el tiempo que pueden estar las cerdas encerradas en recintos individuales, los milímetros de separación que puede tener el emparrillado del suelo según el tipo de cerdos que se estabulen, etc. Podríamos decir que cumpliendo todos esos aspectos legales se estaría cumpliendo con los estándares que marca la normativa, pero esto no quiere decir que cumpliendo la normativa los animales estén en unas condiciones de bienestar plenas.

No se puede hablar de bienestar animal mientras las leyes permitan castrar lechones con menos de siete días de vida sin anestesia, encerrar a cerdas en jaulas durante prácticamente la mitad de sus vidas, introducir a gallinas ponedoras en jaulas con un espacio del tamaño de un folio por animal o exprimir a las vacas lecheras con ciclos productivos indecentes. 

La industria está cada vez más preocupada por esa imagen negativa que el consumidor pueda tener de las explotaciones ganaderas y se afana en promocionar multitud de certificados de bienestar animal. Un ejemplo de ello es el que acredita INTERPORC en las granjas de cerdos. Podemos ver carne certificada de esta manera procedente de granjas en las que se dan castraciones de cerdos menores de siete días sin anestesia, en las que las cerdas pasan más de 20 semanas al año encerradas entre barrotes, en las que hay animales con problemas locomotores y otras patologías incompatibles con el bienestar. Aun así llevarán el sello de bienestar animal. Crean unos requisitos propios y certifican que los cumplen, unos requisitos claramente insuficientes que sirven para engañar al consumidor.

La última palabra y cómo evolucionará la situación de los animales en las granjas no depende de gobiernos ni de la industria ni de ONGs, el poder real para cambiar la situación de los animales es de los consumidores y es a ellos a quienes apelo para que se informen, para que hagan un consumo responsable. Solo reduciendo el consumo de carne y productos de origen animal se podrá disminuir la alarmante cifra de más de 900 millones de animales sacrificados al año en nuestro país para consumo humano.

Recientemente, una serie de fotos que forman parte del trabajo de investigación que realiza el fotoperiodista vasco Aitor Garmendia ha sido nominado al prestigioso World Press Photo 2021. En su proyecto Tras los Muros documenta lo que ocurre a los animales dentro del sistema ganadero. Las imágenes seleccionadas por el WPP forman parte de Factoría, investigación llevada a cabo por Garmendia entre 2019 y 2020 en 32 granjas de cerdos españolas. Un trabajo que es respaldado con la experiencia técnica de Alfonso Senovilla, veterinario oficial de Salud Pública.

Senovilla es un caso singular. Ejerció varios años como veterinario de campo en explotaciones de diferentes especies (vacuno, cerdos, ovino y caprino) y después pasó a ser funcionario de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha como inspector de mataderos durante más de 11 años. Una experiencia en la industria ganadera que le han llevado a cambiar profundamente su relación con los animales, gracias a conocer de primera mano cómo es su vida.