Hace anÌos, mi concepto de las personas que no consumiÌan animales era muy diferente al que es hoy. Recuerdo pensar que se trataba de gente extremadamente sensible, incapaces por naturaleza de desvincular un filete del animal del que proveniÌa.
Para miÌ aquello era marciano, porque a miÌ siempre me habiÌan descrito como una persona sensible, y si yo era efectivamente sensible, ¿coÌmo no tendriÌan que ser entonces esas personas que comiÌan soÌlo verde? Pues hechas casi de otro material. Ni me planteaba seguir su ejemplo, jamaÌs lo hice. Nos diferenciaba algo maÌs allaÌ de la voluntad: nos distanciaba la biologiÌa y, en definitiva, no se podiÌa luchar contra eso.
Por supuesto, mi informacioÌn sobre el tema era nula. Ni siquiera diferenciaba lo que llamaban entonces “ovolacteovegetariano” de “vegetariano”. Marcianadas de nuevo. ¿Huevo siÌ pero carne no pero leche siÌ pero peces no? En mi opinioÌn aquello rozaba ya el delirio.
Un diÌa, porque siempre hay un primer diÌa de muchos que vendraÌn luego en cualquier despertar, alguien puso una semilla en mi cabeza. Y fue en Twitter. Andaba yo protestando contra la tauromaquia, lamentaÌndome porque Izquierda Unida (auÌn Podemos no existiÌa) no llevaba en su programa abolir esa praÌctica, sino simplemente dejar de subvencionarla con dinero puÌblico hasta hacerla desaparecer. Me pareciÌa TAN injusto. Yo queriÌa que propusieran su abolicioÌn. Mientras, me metiÌa entre pecho y espalda tremendos filetes de buey, poco hechos, con sangrencita, que es como me gustaba a miÌ la carne.
Entonces alguien, no recuerdo quieÌn, me preguntoÌ: “¿Eres vegana?” Yo no veiÌa relacioÌn alguna entre mi reclamacioÌn antitaurina y aquella pregunta. Ninguna es ninguna. ¿QueÌ tiene que ver eso? No soy vegana. Algo asiÌ respondiÌ. Aquella persona me explicoÌ que la tauromaquia soÌlo era otro tipo de abuso, y que mi alimentacioÌn estaba llena de sufrimiento animal.
Algo quedoÌ en miÌ aquel diÌa. SeguiÌ comiendo carne, por supuesto. Sin culpa, sin nada. Simplemente fue una conversacioÌn a la que volveriÌa una y otra vez, a lo largo de mi proceso de conciencia sobre este tema.
LeiÌ algunas cosas de forma casual sobre la industria caÌrnica, escucheÌ algo en la radio sobre que las sufragistas eran veganas, pregunteÌ cuando teniÌa oportunidad a gente vegetariana sobre su alimentacioÌn y sus motivos para hacerlo. Cosas esporaÌdicas, semillas salpicaÌndome de vez en cuando, a lo largo del tiempo. El feminismo y la opresioÌn a las mujeres hizo que entrara de lleno en el antiespecismo y la opresioÌn sobre el resto de animales. PaseÌ de leer sobre el tema cuando me lo encontraba a buscar informacioÌn y documentarme voluntariamente. Y seguiÌa comiendo carne.
TemiÌa que jamaÌs fuera a dejar de consumir animales, que me faltara la sensibilidad y la empatiÌa necesarias. Pero algo habiÌa cambiado: ya teniÌa la suficiente informacioÌn como para darme cuenta de que preferiÌa tener esa supuesta “sensibilidad extra” a no tenerla, preferiÌa no disfrutar con la carne que disfrutar como lo haciÌa.
Los meses o anÌos que duroÌ mi proceso no los conteÌ, pasa un poco como con la conciencia feminista. ¿CuaÌndo te diste cuenta de que teniÌas perspectiva de geÌnero? No hay un diÌa, no hay un momento en el que ves la luz. Es un aprendizaje constante y no se le puede poner fecha.
Lo que siÌ seÌ es que paulatinamente fui entendiendo que no me separaba nada bioloÌgico, ninguna aptitud me diferenciaba de las personas que optaban por una alimentacioÌn sin animales. EntendiÌa tambieÌn que en el pasado me habiÌa separado la falta de informacioÌn, y luego tan solo el egoiÌsmo: ese saber conscientemente que no me haciÌan falta los animales para mantener una dieta perfectamente sana, pero auÌn asiÌ gustarme su sabor.
Poco a poco, fui sensibilizaÌndome maÌs y maÌs, porque cuando empiezas a indagar ya no hay marcha atraÌs, es como ponerte las gafas moradas. Pero cuando decidiÌ que podriÌa prescindir del placer y la comodidad de la alimentacioÌn omniÌvora, me puse a miÌ misma la excusa de “no hay opciones fuera de casa para mantener este tipo de decisioÌn sobre mi alimentacioÌn”. A resistencia no me ganaba nadie, el problema luego eran los bares y sus nulas opciones sin sufrimiento animal.
Pero el proceso seguiÌa adelante en mi cabeza, y la contradiccioÌn no se sosteniÌa ya dentro de miÌ. Cada vez se me haciÌa maÌs difiÌcil hacer la compra sin culpa. Cada paquete de pavo cocido o lata de atuÌn que incluiÌa en el carrito me revolviÌa maÌs. Las excusas que me habiÌa construido me sonaban tan hipoÌcritas que, casi por puro egoiÌsmo, por vivir en paz, dejeÌ de comprar todas esas cosas en el supermercado.
Tampoco queriÌa pedirlo ya en lo bares. No queriÌa cadaÌveres -porque asiÌ lo veo ahora- en mi plato. No queriÌa pagar para que mataran animales para miÌ. TardeÌ mucho tiempo en darme cuenta de que la sensibilidad no te nace, la haces. Aquella frase de Simone de Beauvoir sobre las mujeres serviÌa para describir muchas otras formas de opresioÌn y de creacioÌn de conciencia sobre dichas opresiones.
Desde mi punto de vista, las feministas tenemos que luchar por nuestra liberacioÌn, pero, por pura coherencia, no ejercer opresioÌn sobre otros seres sintientes. Nadie duda de que el sujeto del feminismo debe ser uÌnicamente la mujer, nadie dice (a pesar de lo que he leiÌdo por ahiÌ a veces) que el feminismo deba incluir “a la vaca” como sujeto del feminismo. Estas son lecturas reaccionarias de lo que significa el antiespecismo. Simplemente se trata de ser coherente, y de la misma forma que no queremos ser abusadas y oprimidas, tenemos que querer lo mismo para el resto de animales, aunque no sean humanos como nosotras. Porque nosotras somos animales tambieÌn, con voz, pero animales con capacidad de sufrir y sentir como el resto.
Los animales jamaÌs haraÌn su propia revolucioÌn, tenemos que hacerla por ellos. Que no nos expliquen maÌs que con chillidos en el matadero que estaÌn sufriendo, no significa que su causa no tenga legitimidad. Y depende de todas y de todos que las grandes industrias que fuerzan sistemaÌticamente embarazos y partos de las hembras para que nos den la carne de sus criÌas, entre otra multitud de formas de abuso, paren. Paren de abusar, de enriquecerse, de contaminar, de contribuir masivamente al cambio climaÌtico.
La sensibilidad puede o no nacer dentro de un individuo, pero hacerla crecer es perfectamente posible, y es nuestra responsabilidad.
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