Objetivo Piz Badile
Para ir poniendo en contexto esta pequeña aventura, nos remontamos a hace apenas dos años, a 2022, cuando hicimos nuestro primer viaje a Alpes en busca de escaladas y actividades más allá de la “comodidad” que nos ofrecen los Pirineos en verano. Aquella primera vez, me aventuré con Jorge Bravo a escalar algunas de las líneas más míticas de Chamonix, como la Rebuffat Baquet, a l’Aguille du Midi, la Contamine, a la punta Lachenal, la Rébuffat Pierre, a el Éperon des Cosmiques o la Frison, en Brévent.
Ese mismo año ya habíamos estado aclimatando con Marc Ávila durante un viaje exprés en Semana Santa, realizando algunas líneas míticas como la Goulotte Chéré, el descenso con esquís por el glaciar des Bossons y la Valle Blanche, un intento a la norte de la Tour Ronde y algo de escalada en hielo por Argentière.
El siguiente verano, el del 2023, volvimos a planear un programa lleno de actividades. Nos encanta disfrutar del proceso, y por eso siempre nos gusta ir poco a poco, aumentando cada año las actividades que realizamos en función de nuestras capacidades técnicas y físicas. Especialmente, la madurez que te va dando cada año la propia montaña y te permite ir valorando los riesgos que se asumen, la capacidad mental para poder afrontar itinerarios de mayor envergadura, el saber distinguir con antelación los peligros objetivos y subjetivos y, por finalizar, saber cuándo hay que bajarse o simplemente renunciar a la actividad.
Así que, esta segunda vez fuimos Jorge Bravo, Marc Ávila, Iván Marín, Ignacio Puyuelo y el que suscribe. Nos hicimos bastantes kilómetros, lo que nos permitió escalar la estética Aguja Dibona, Tete Rouge, en Écrins, e incluso pasar a Courmayeur para escalar el Petit Capuccin por la vía Gervasutti, el Grand Capuccin por la vía de los Suizos, la arista de Entreves, e intentamos el Dent du Geant. Aprovechando la buena aclimatación nos fuimos a hacer la arista Lion al Cervino... y ¡acabamos en España haciendo el Uriellu!
Y de esta manera llega el verano del 2024. Nada más empezar el año decidimos que ha llegado el momento de intentar nuestra primera norte. Hay seis dónde elegir, y las opciones que veíamos más factibles eran la Walker, a las Jorasses, o la Cassin, al Badile. Como nos encanta descubrir nuevos sitios centramos nuestro viaje en Suiza para acercarnos al Piz Badile, teniendo siempre como opción la Walker por si la meteo no acompaña.
Empezamos con muchas ganas de monte después de haber estado en Pakistán con el GMAM explorando el Karakórum. En esta aventura pudimos cuadrar para ir Jorge Bravo e Iván Marín junto a el que suscribe. Como no pudimos escalar mucho antes de juntarnos de cara a este viaje, planeamos una parada en Brevent con la idea de visitar el valle de Ossola, escalar las magníficas y curiosas fisuras de Cadarese, acercarnos al grandioso lago de Lecco y después ya si dirigirnos hacia Bondo, en Suiza.
La historia de la vía 'Cassin' (800m 6A MD) al Piz Badile (3.308 metros)
23 de julio. Al final nos hemos decantado por hacer una cara norte por su itinerario de apertura. Más que por las dificultades técnicas, por la historia que conlleva, por poder experimentar en cierta manera las dificultades, el itinerario, lo que los llevó a visualizar aquella línea y a aventurarse en las complejidades de la pared. Evidentemente hoy en día hay líneas más exigentes y de mayor envergadura, pero para nosotros no tienen el mismo valor añadido.
La primera ascensión de la cara norte del Piz Badile, una impresionante pared de granito en la región de los Alpes Bregaglia (Suiza) se completó en 1937, y se considera una de las epopeyas más legendarias del alpinismo europeo. Los protagonistas fueron los italianos Riccardo Cassin, Vittorio Ratti y Gino Esposito, junto con los escaladores suizos Mario Molteni y Giuseppe Valsecchi. Esta pared, de 800 metros de roca lisa y compacta, representaba un desafío técnico y físico enorme para la época, en la que el equipo de escalada era limitado y las técnicas aún estaban en desarrollo.
La expedición comenzó el 14 de julio de 1937, y el grupo avanzó en conjunto con una increíble perseverancia. La ruta fue muy exigente, tanto por las dificultades técnicas, como por las duras condiciones meteorológicas que enfrentaron durante el ascenso. Durante el primer vivac, cuando el grupo había alcanzado una gran altura, Molteni y Valsecchi comenzaron a tener problemas debido al agotamiento y las bajas temperaturas. Ambos llevaban ya una semana en la base de la pared esperando el buen tiempo. Cassin, Ratti y Esposito lograron continuar a pesar de las dificultades y, tras un último esfuerzo, alcanzaron la cumbre el 15 de julio.
Tristemente, Molteni y Valsecchi, debilitados por el frío y el esfuerzo, se quedaron rezagados y tuvieron que pasar una segunda noche en la pared. No lograron completar la ascensión ni sobrevivir al regreso. Por su parte, Cassin y sus compañeros descendieron con éxito. La ruta Cassin, en la cara norte del Piz Badile, quedó como un hito del alpinismo, representando tanto la gloria como el sacrificio que, a menudo, implica la escalada de alta montaña.
La aproximación
En nuestro caso fuimos también una cordada de tres formada por Jorge, Iván y Salva. Salimos de Bondo y aparcamos en un cómodo aparcamiento sorprendentemente gratis y con baño. Hacemos los últimos preparativos y nos ponemos en marcha hacia el refugio de Sasc Füra, una aproximación que se nos hace bastante larga, la verdad, debido a que vivaqueamos lo más cerca de la pared, dejando atrás las comodidades y los altísimos precios del refugio que se nos escapan de nuestros bolsillos. Así que vamos subiendo cargados. Una subida bonita entre bosques, pedregales y riachuelos. Hacemos una parada técnica para reponer fuerzas en el refugio, y justo visualizamos el rescate de dos chicas francesas que han tenido que ser evacuadas de la vía Cassin. Al parecer se les metió la nube encima, empezó llover y se quedaron en mitad de pared sin poder moverse. Cuando las vimos bajar del helicóptero, la verdad, llegaron hipotérmicas y con cara de susto. No debe ser nada agradable, aunque hoy en día tenemos el recurso de los grupos de rescate, nada que ver con lo que había cuando se abrían las primeras nortes en los Alpes. Nos recorre un pequeño escalofrío y nos damos cuenta de que va a ser una actividad en la que valorar muy bien la meteorología.
Pasado el refugio seguimos todavía otra hora y media más hasta encontrar un cómodo vivac. Se van encontrado varios sitios en la última parte de la subida. Cenamos algo y acabamos de discutir cómo realizaremos los primeros largos y cómo afrontaremos la escalada. Nos vamos a dormir con los nervios de aquel que sabe que en unas horas estará asumido en un reto del que lleva ilusionado todo un año.
Por cierto, éstas son las reseñas que utilizamos:
Apuntar que esta es la reseña que más se semeja a la realidad y la que más utilizamos durante el ascenso. Es una ruta con múltiples opciones en algunos tramos intermedios, pero que por norma general no es de las que te hacen perderte, al menos en comparación con algunas rutas que hemos realizado ya en Ordesa o el Vignemale. Eso sí, hay que ir buscando siempre el itinerario más lógico.
El ascenso
Por seguir el orden de los largos en esta reseña, para que sirva de modo orientativo, nosotros lo hicimos de la siguiente manera.
De R19 a R21 en ensamble.Del final del rápel a R1 fuimos en ensamble.
- Largo de escalada de R1 a R2, que es el famoso diedro Rebuffat que encontramos mojado.
- De R2 a R5 en ensamble. Es una travesía con bastante roce si se va a ir a 60 metros.
- De R5 a R8 hicimos largos de escalada.
- De R8 a R11 en ensamble.
- De R11 a R19 fuimos haciendo largos.
- De R19 a R21 en ensamble.
La última reunión es ya en la arista. A partir de ahí contar mínimo una hora para llegar hasta la cumbre. Hay que ir buscando el itinerario más fácil, con algún paso aéreo que no nos dejará indiferentes.
Volviendo a la historia, nos levantamos a las 03:30 de la mañana. Empezamos a caminar media hora más tarde. Contar una hora más hasta llegar al rápel. Empezamos a escalar sobre las seis de la mañana. Hemos decidido llevar un saco y una esterilla por si se tuercen las cosas, además del equipo habitual que llevamos de abrigo y comida.
Empezamos a caminar hacia arriba en dirección al espolón característico que forma una V. Hay que andar con cuidado porque de noche te puedes embarcar fácilmente entrándole a la arista en vez de bajar hacia el rápel, de hecho, a nosotros nos costó encontrar el punto de entrada para el mismo. Fuimos los primeros en entrar a la pared, pero poco a poco nos adelantaron dos cordadas que iban más ágiles al ser de dos componentes. Es una escalada muy disfrutona que se deja hacer durante todo el recorrido. En la parte baja de la pared tiene pasos de dificultad aisladas, y la parte superior presenta unas chimeneas soberbias, más mantenidas en grado y con mucho ambiente. Los largos más bonitos son el L1, L5, L11 y del L14 al L20.
Llegamos a la cumbre sobre las ocho de la tarde. Nos tomamos la escalada con calma y disfrutándola en todo momento. Si se quiere rapelar en el día, para bajar por cualquiera de las dos variantes tendremos que ir ágiles. La bajada por el Espolón Norte la acabamos descartando y es que hay que tomárselo como una actividad completamente aparte y bien estudiada dado que son como mínimo cinco horas de rápeles continuos, y eso siendo optimistas. En nuestro caso decidimos acabar por el lado italiano hacia el refugio Gianetti.
El equipamiento general entre largos va presentando numerosos y antiguos clavos, y se puede llegar a encontrar alguna vieja reliquia como tacos de madera y cordinos. Hay que andar con bastante ojo en las reuniones ya que son a base de dos spits, y en la mayoría uno de ellos por lo menos se mueve o se ve bastante dudoso, aunque es posible reforzarlas con algo de ingenio.
En este último tramo, que es todo arista, optamos para ir más ágiles que el primero fuera con un nudo de tope con mosquetón y los segundos de cordada, uno a 20 metros, y otro a 25 metros. El tramo de arista es fácilmente protegible y nos vamos encontrando grandes bloques por dónde ir pasando la cuerda. Muy a tener en cuenta para la utilización de estas prácticas el manual de Adriano Martín Cófreces “Pincho”: Gestión de la cuerda en terreno agreste.
Una vez en la cima seguiremos 200 metros hasta llegar a la pequeña cabaña-vivac Redaelli, en el que caben seis personas. Tiene mantas y hay alguna bombona de gas más cerillas. Eso sí, no tiene radio ni teléfono de emergencia. Ahí pasaríamos la noche. Repito que es de emergencia por lo que evidentemente habría que ceder su uso a ese tipo de situaciones. Es habitual que la escalada nos lleve más tiempo de lo deseado y que haya varias cordadas que decidan dormir ahí. Si hay “overbooking” nos tocará dormir al raso, por eso, como contingencia, llevábamos el saco y la esterilla. Le añades peso a toda la subida y por las chimeneas se hace bastante más incómoda la subida, eso es verdad, pero en nuestro caso merecía la pena ir preparados porque sabíamos que no íbamos a bajar en el día. Cuando vas apurado con un horario y te llegan las prisas, sobre todo en el descenso de semejante pared, es cuando se cometen los errores, por eso lo planteamos a dos días.
Con esto no quiero decir que no te establezcas unos tiempos estimados o horario límite, pero hay que saber cuándo es mejor replantearse ese horario establecido y adaptarse a la situación.
El descenso
Nuestra decisión final para bajar al día siguiente desestimó la opción de bajar por la arista Noroeste y decidimos probar una opción mucho más corta y menos expuesta. el guía italiano nos habló de una nueva línea de rápeles instalada hacía poco tiempo, así que después de una noche un poco incómoda, pero caliente, nos levantamos y nos dirigimos hacia Italia sabiendo lo que eso conllevaba: deberíamos volver de alguna forma hasta Bondo. Sin embargo, eso era una preocupación que de momento estaba en segundo plano. No he encontrado ninguna reseña de esta línea de rápeles, la verdad, por lo que creo que todavía debe ser algo desconocida. Así que, he hecho un pequeño croquis a partir de uno ya existente (de Carlos Gallego) para que sea todavía más completo.
Fuimos haciendo los rápeles, gratificándonos de nuestra elección, pues no tuvimos ningún percance y nos ahorramos todo la tensión y sufrimiento de la opción Suiza. En apenas tres horas estábamos ya en el refugio Gianetti tomándonos una merecida cerveza.
A partir de aquí fuimos bajando por todo el valle por un paraje espectacular, el Val di Mello y el Val Masino, cuna de la escalada de fisura en Italia. Llegamos hasta el primer pueblecito, Bagni de Masino, y a partir de ahí empezó nuestra segunda odisea: conseguir llegar a Bondo por cualquier método. Así que tiramos de autostop. Primero hasta San Martino, nos llevaron unos runners, después hasta Cólico, una pareja escaladora y, finalmente, un buen paisano italiano que se desvió hasta llevarnos a la misma furgoneta. Nos costó bastante tiempo, pero acabamos llegando sin pagar un duro y a base de simpatía, chapurreando italiano y regalando pegatinas. Teniendo en cuenta que no olíamos demasiado bien, íbamos cargados con todo el equipo y que éramos tres, no está nada mal.
Llegamos por fin a Bondo y todavía nos quedaba algo que estuvimos discutiendo todo el viaje de vuelta. ¿Cómo organizar la subida hasta el vivac a base de pared para recuperar el material que habíamos dejado? Además, íbamos a contrarreloj porque teníamos un día para volver a subir, bajar y clavarnos dieciséis horas de viaje en el coche.
Una vuelta de tuerca
Llegamos sobre las seis a la furgoneta, después de todo el día haciendo autoestop. A la que nos dimos cuenta, ya eran las siete, así que había varias opciones. Jorge quería subir al día siguiente, pero Machín decía de subir del tirón ya en caliente porque si no no llegábamos el domingo a Jaca y él “curraba” el mismo lunes por la mañana. Lo que si teníamos claro era que yo me quedaría descansando para poder conducir al día siguiente.
Al final la solución fue subir por un camino que no conocíamos, pero que era más directo y una hora y media más corto. Lo cerraron hace unos años por un desprendimiento, pero es igual de bonito y recomendable.
El tema es que estábamos sin roaming, y no pudimos ver ni la meteo, ni planos ni nada, solo unas capturas que Iván pudo hacer al Fatmap de la senda. Con eso, y un montón de frontales, mis dos compañeros empezaron a subir en busca del vivac dónde habíamos dejado el material. Una vez entrado al camino les asaltaron las dudas de si irían bien o no porque estaba todo el río por dónde discurría la senda con movimientos de tierra por unas obras. La senda no se distinguía apenas. De la nada, y entre la oscuridad, aparecieron en el bosque sentados en mitad del camino dos señores suizos con los que se entendieron en alemán y les confirmaron que iban en la dirección correcta.
Avanzando por el río, y después de cruzarlo por el sitio que consideraron mejor, llegaron a unas típicas casas suizas como las del abuelo de Heidi. En una fuente se encontraron unas birras en su punto de maduración, y lo que te da el monte hay que tomarlo, así que antes de seguir subiendo nivelaron el Ph.
Ya se cernía la oscuridad, pero con ayuda de los frontales y la luna llena consiguieron llegar al refugio Sasc Füra. Del tirón subieron hacia el vivac que estaba aún a más de una hora del refugio. El drama empezó cuando comenzó a llover y no encontraban el vivac por ningún sitio. Machín gritando “¡Jorge cabrooon, que estamos demasiado arriba! Estas son las placas donde casi me mato al subir al Piz Badile”.
Después de buscar durante más de una hora resultó que estaba más abajo. Se calentaron subiendo. Cenaron unas bolsas liofilizadas, y de la que estaban comiendo ven que se aproxima una tormenta eléctrica enorme. Su plan era dormir en el mismo vivac y bajar luego, pero como Jorge les tiene pánico a los rayos, bajaron a dormir al refugio debajo de las mesas exteriores.
A primera hora de la mañana, la guarda del refugio apareció junto a sus padres. Estuvieron charlando un rato y les acabó invitando al café. Muy amable por su parte viendo la odisea que estaban viviendo. Después de eso bajaron finalmente hasta la furgoneta para encontrarse conmigo, desayunamos algo en el único bar que hay en Bondo... Nada barato.
De regreso a España paramos como poco en quince supermercados para abastecernos de queso italiano, cannolis, grappa y otras delicias antes de entrar en el túnel de Chamonix y admirar la integral de Peuterey, el dent du Geant y las Grandes Jorasses.
Durante las respectivas paradas en Francia Machín recordó lo mucho que odiaba a sus habitantes y lo caro que son los peajes y áreas de servicio. Llegamos a las cuatro de la mañana del lunes casi de empalme al trabajo, así que nos salió la jugada a pedir de boca.
Contentos y ya en casa con una sonrisa de par en par, no pudimos sino ponernos a hablar sobre cuál sería la siguiente el año que viene...
Logística
Logísticamente hablando hay que planear bien esta aventura. Si se decide bajar por el lado italiano, hay que prever tener otro coche, algún contacto o tirar de autostop. Las opciones del bus no son demasiado fiables. Si el dinero no es problema, siempre se puede negociar con algún taxi.
No voy a incidir en el material individual porque alguien que se mete en este tipo de paredes sabe que tiene que llevar o dejar de llevar, pero en cuanto al material colectivo en nuestro caso utilizamos:
- 2 cuerdas de 60m de 8’5mm.
- 15 cintas entre alargables y exprés.
- 1 juego de clavos.
- 1 piolet maza ligero.
- 1 juego BD friends hasta el 2 repitiendo el 0’5, 0’75, 1.
- 1 juego de microfriends de Wild Country.
- 1 juego de fisureros.
- 1 saco y esterilla como emergencia.
- Los guantes de fisura resultan bastante útiles.
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