El infranqueable muro rojiblanco

Intensidad. El esfuerzo no se negocia. Dar el máximo en cada partido. Son las frases que el 'cholo' Simeone usa y repite como un mantra jornada tras jornada y en esta, en la vigésima, el Atlético de Madrid ha ilustrado esas palabras con el juego desplegado en el pobre césped del Estadio de Gran Canaria.

Y eso que los amarillos desplegaron su fútbol sin complejos, con las ideas de Setién más que inculcadas, ante un estadio con 28.515 espectadores.

Los amarillos llevaron la iniciativa en la búsqueda del gol y daban buenas sensaciones, generando ocasiones ante un equipo que concede muy pocas: El Atlético de Madrid, tras 20 partidos disputados, sólo lleva ocho goles en contra.

Incluso la zaga rojiblanca se veía obligada a despejar balones ante las ofensivas amarillas. Pero es que precisamente así juega el Atleti. Entrega la posesión, no le importa si así evitan que les generen ocasiones. Saben aprovechar sus oportunidades, o bien porque con la intensidad que despliegan provocan los errores de los contrarios, o porque con muy poco hacen mucho.

Incluso tras el gol, los de Simeone continuaron manteniendo su juego. No bajaron un ápice su intensidad defensiva desde cualquier parte del campo, a penas deja resquicios al rival. Lo asfixia, le obliga a pensar rápido y a tirar de técnica, ya que tácticamente es casi imposible sorprender a los de Simeone.

Un ejemplo: en el primer corner en contra, con la ventaja en el marcador, los 11 del Atlético de Madrid estaban en el área para defenderlo. 

Por su parte, Las Palmas mantenía la posesión, hacía su juego, antagonista al de los rojiblancos, y a pesar del resultado desfavorable se percibían posibilidades de encontrar una llave para abrir la cerradura rojiblanca gracias sobre todo al liderazgo de Roque sacando el balón y ayudando atrás, la magia de Viera y al buen posicionamiento de William José.

Pero el físico pasa factura y a medida que corrían los minutos el músculo del Atléti superaba a la técnica amarilla. Los de Setién se replegaban y el muro rojiblanco cada vez avanzaba más metros, jugando sobre todo con la psicología, aprovechando las debilidades que pueda dejar el rival y aprovechándose. 

Para Las Palmas, a pesar de sus constantes intentos, era imposible abrir la cerradura rojiblanca. El Gran Canaria gritó gol un disparo de Roque que se marchó pegado al palo, rozándolo. Justo después, el mazazo del Atleti volvía a enmudecer al coliseo amarillo con el 0-2. Fútbol.

No jugaron mal los amarillos, a penas cometieron errores y fueron fieles al estilo de Setién. Irreprochables en su actitud, lo intentaron y jamás se dieron por vencidos.

Pero cuando tienes en frente a un rival como el Atlético de Madrid, que a la mínima te castiga (tres goles), da siempre el máximo y no te concede ni regala nada, es preciso realizar un partido física y psicológicamente perfecto para poder agrietar o escalar el infranqueable muro rojiblanco.