La letalidad del Tenerife puede con la estética del Sanse
El Tenerife puso los goles y la efectivad frente a un Sanse tan vistoso como estéril. Tuvo un larguero cuando andaba buscando el empate y luego hizo todo bien salvo definir ante la puerta de Soriano. Enfrente, el grupo regaló al Ramis en su cincuentena de partidos como técnico blanquiazul una faena con poco adorno y un oficio cada vez más sólido.
La décima victoria del curso deja al Tenerife segundo clasificado a expensas de lo que haga este lunes el Eibar, a la misma distancia del líder Almería como del séptimo clasificado que marca al pelotón de perseguidores de la promoción. Ausente Shashoua, ha sobrevivido en la doble cita casera con la letalidad de Apeh y Gallego y, por encima de todo, con su fortaleza defensiva. Le llegan y le llegan al área, pierde más que domina el medio juego, pero con el azar de cara maximiza la solvencia de cada recambio del que tira Ramis para negociar las lesiones.
El Tenerife ha sabido a adaptarse al registro al que le obligan las bajas de Bermejo, el inglés o Carlos Ruiz con una versión contenida en la que arriesga lo justo y espera, paciente, a sacar petróleo de lo poco claro que genera. Este domingo juntó mejor las líneas que contra el Alcorcón, se aplicó al juego directo y apostó por que pasaran las menos cosas posibles, esa corriente que domina esta Segunda División.
En otro tiempo, sin los 33 puntos que le colocan más cerca del campamento base que nunca, un partido como este contra el grupo de Xabi Alonso desesperaría hasta el cabreo si no fuera por el gol que calma el ánimo y recuerda al personal que esta plantilla –más fiable que brillante, más trabajadora que efectista– tiene un plan casi para cualquier ocasión.
La de hoy escondía el veneno de los buenos filiales que se asoman a la Segunda más pendiente de generar valores para el primer equipo que de la mera permanencia. Así se entiende la apuesta del Sanse para echarse el partido al hombro a partir de un seis al que se le queda chica la categoría. Solo por ver a Luca Sangalli –buscando tiempo futuro con Imanol– valía la penar pagar la entrada.
Sangalli juega con la misma pinta, física y técnica, que un Ibagaza cualquiera. El centro de gravedad allá abajo, carreras cortas, explosividad la justa, hace virtud del dominio del espacio para recibir con la marca lejos y ponerla donde quiere. Un cambio de juego, un pase filtrado a la calle del diez, una aparición como ocho cuando arriesga su sitio, casi todo lo bueno del Sanse quedó al criterio previo de Sangalli.
El Tenerife opuso al dinamismo de su rival una perseverancia a prueba de todo. Renunció al juego corto por dentro, tiró no más de cuatro o cinco paredes y se fio a que con el juego directo encontrara la suya, tan pronto como en el 17, tan fácil como una bombeada que descubrió la conocida capacidad de Gallego para matar la pelota mientras le caía para armarse una volea contra la salida de Ayesa. Un pase, un control, un remate: 1-0.
Con la ventaja vino el partido verdaderamente duro. El Tenerife desechó el intercambio de golpes y el Sanse pivotó sobre Sangalli para buscar el empate: por fuera con Ander Martín y por dentro con la movilidad de Aldosoro (un aviso en el 28, con Soriano en su fase indecisa) y Roberto López (un libre directo cuasi perfecto que solo rechazó el larguero en el 36). Y siempre aseados los de Alonso, ni una mala patada, ni un balón rifado.
A la mejor fase del Sanse respondió el Tenerife con un arrebato fuera de guion. Se arrancó Rubén Díez –al cabo su partido más completo como blanquiazul– con una conducción diabólica (m.39) y se la puso franca al área chica a Eladay para un remate descontrolado que no fue gol porque se empenó el tiro y lo desvió el travesaño.
Y ya a la vuelta del entreacto, le quedó aire a los donostiarras para mantener el argumento. Llovían los balones al área y respondían siempre bien los locales, tan romos en los balones divididos como acertados en los cruces o tapando los tiros lejanos. Ramis pobló el medio campo con Aitor Sanz, largó a Corredera al flanco derecho y luego quitó a Rubén para repetir con Míchel como segundo punta junta al aclamado Apeh, ídolo de última hora del Heliodoro.
Entre uno y otro amaneció el 2-0 que reveló la utilidad de las estrategias de Ramis y Alonso. Cayó un balón a Apeh por la senda del ocho, controló, le dio pausa a la acción y esperó al desmarque de Michel rompiendo por dentro para definir, como un nueve cualquiera, ante la salida del portero.
Rendido a la evidencia, expuesto al ida y vuelta, tuvo Apeh el tercero tras otra pugna que ganó. Sentó a Pokorny y condujo como un titán, entre un agarrón y un empujón, hasta que Roberto López no tuvo otra que derribarlo, a punto de plantarse ante Ayesa para hacer el uno contra uno. Ahí murió el partido en lo que terminaba de nacer el factor Apeh, otra tecla con la que ha dado Ramis dar aún más variedad a la lista de recursos con las que maneja hacia el éxito a un grupo rocoso.
(2) CD TENERIFE: Soriano; Mellot, Sergio, José León (Sipcic, m.84), Álex Muñoz; Rubén Díez (Míchel, m.78), Larrea, Álex Corredera, Elady (Aitor Sanz, m.63); Mollejo y Enric Gallego (Apeh, m.78).
(0) REAL SOCIEDAD B: Ayesa; Blasco, Rodríguez, Pokorny; Alkain, Sangalli, Olasagasti, Ander Martín; Aldasoro (Valera, m.73); Roberto López, Aldsoro; y Magunazelaia (Karrikaburu, m.73).
GOLES: 1-0, Enric Gallego (m.17). 2-0, Míchel Herrero (m.87).
ÁRBITRO: José Antonio López Toca (Comité cántabro). Amonestó a Enric Gallego (m.9) y Soriano (m.38); y a los visitantes Blasco (m.61), Pokorny (m.70), Roberto López (m.90) y Rodríguez (m.94).
INCIDENCIAS: Partido de la 18ª jornada de LaLiga SmartBank 21-22, jugado en el estadio Heliodoro Rodríguez López. 9.383 espectadores.
0