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El Real Madrid confirma su cita con el Barça (0-1)

El Real Madrid confirmó su cita con el FC Barcelona en las semifinales de la Liga de Campeones, una vez que solventó sin aspavientos el partido de vuelta de cuartos en White Hart Lane, donde salió victorioso (0-1) gracias a un gol de Cristiano Ronaldo, que le permite ubicarse entre los cuatro mejores del viejo continente ocho años después.

Los de Jose Mourinho, sin grandes alardes, ganaron al Tottenham mirando al Barça de reojo. Sólo Carvalho impidió que la visita a la capital del Imperio Británico fuese limpia. El portugués se perderá el choque de ida ante los culés tras ser amonestado en la primera mitad del encuentro, la que ofreció los mejores momentos de los londinenses.

Y es que el partido no tuvo historia. La remontada era una empresa hartocomplicada y la respuesta merengue era, más o menos, aceptable. Ozil y Adebayor suplían las carencias de Cristiano Ronaldo, egoísta por definición y desacertado en las decisiones colectivas. Ahí puso orden Xabi Alonso y un inspirado Marcelo, omnipresente en el verde inglés.

Estaba claro que los spurs querían quitarse la espina del Bernabéu y demostrar que la goleada blanca fue consecuencia de la tempranera expulsión de Crouch. El galés Gareth Bale y Aaron Lennon fueron un auténtico puñal y canalizaron por ambas bandas el juego británico, enérgico y vertical, como de costumbre.

Los de Harry Redknapp apostaron por la velocidad como mejor arma y comprometieron a Sergio Ramos con constancia. El de Camas sufrió el desequilibrio de Bale, un incesante martillo para su comedida postura al estar apercibido, y alterados por la calidad de Luka Modric, que no ofreció tanto como se esperaba desde su llegada a Inglaterra.

Pero los de casa no acertaban con la tecla pese a los numerosos acercamientos al área de Casillas. Roman Pavlyuchenko tuvo buena parte de culpa. El ruso falló dos ocasiones, pero fue objeto de un posible penalti cometido por Raúl Albiol, otro de los señalados si hubiera vista la tarjeta amarilla.

Error infantil

En la segunda parte, el Real Madrid se mantuvo en las mismas ideas. Como parte de la filosofía mourihinsta, el equipo blanco apenas ofreció argumentos -ni tan siquiera intenciones al guardar el balón- y defender con cautela los desplazamientos en largo del Tottenham, desesperado desde aquella expulsión de Crouch en Madrid.

Y así, de la nada, surgió el gol merengue. Cristiano sacudió un zarpazo desde 30 metros y Gomes, en una acción inexplicable, dejó escapar el esférico, que se introdujo poco a poco en la meta de los londinenses. Un gol cómico que aplacó, por completo, la actividad de los 'spurs'.

Desde ahí y hasta el final, el Tottenham lo intentó casi a la desesperada para no marcharse de vacío. Entre Casillas y la zaga blanca las ocasiones se quedaron en nada. Kaká, que entró por Cristiano, ofreció buenos minutos y Granero iluminó la medular madridista en los instantes finales.

Se trataba de la constatación de una nueva semifinal. El Real Madrid certificaba su duelo con los blaugrana y desplegaba las medallas que tenía (escondidas) en su pecho. Los de Mourinho recuperan el lustre que permanecía difuminado en el recuerdo y desdeñan fracasos y ridículos europeos de antaño. Ya es una realidad, Real Madrid y Barça, Barça y Real Madrid. El espectáculo está servido.