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El plátano se ahoga solito en la abundancia de los kilos

Empaquetado de plátanos de Canarias.

Román Delgado

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De nuevo, malos tiempos para el plátano de Canarias, el principal cultivo exportador de las islas tras el fallecimiento con mucho sufrimiento y de forma escalonada del tomate, o, si se prefiere, para la actividad agraria estrella por generación económica en toda la comunidad autónoma (hay unos 7.400 agricultores -solo 6.462 si se considera la lista de perceptores del primer pago de la ayuda UE del año 2023- y 8.629 hectáreas en cultivo -datos de Asprocan, 2022-) y además por la fijación de un paisaje singular en al menos cuatro de las cinco islas en que esa fruta se cultiva para mandar fuera (todas menos Fuerteventura y Lanzarote, con isla más productora Tenerife, seguida de La Palma, Gran Canaria, casi a la par que la segunda, La Gomera y luego El Hierro).

Pues bien, esa llama de color amarillo (el plátano) que toda se comercializa al amparo de una certificación de calidad europea, una indicación geográfica protegida (IGP Plátano de Canarias), ya no alumbra tanto y parece que se apaga, o se está ahogando en su propia abundancia.

Así ha ocurrido en todo el año pasado, en 2023, y así sigue pasando en el primer mes del nuevo 2024, con muy malas perspectivas a corto y medio plazo. Y ello (o quizá por culpa de…) después de los éxitos comerciales, de rentas óptimas percibidas por los agricultores isleños (siempre unos más que otros), en los años 2021 y 2022, sobre todo este último. El volcán de La Palma, aunque parezca todo lo contrario, tiene mucho que ver en lo que está pasando. Es más, lo ocurrido en el ejercicio pasado viene a confirmar que a veces de éxito también se muere, y si no se muere, se puede enfermar viendo muy cerca el propio final.

A algunos, a los cultivadores con explotaciones más chicas, las menos rentables por factores varios, ya les pasa. Es lo que reconocen en corrillos y también la preocupación que trasladan cada vez con más insistencia. Por ahora, nadie les hace caso con acciones efectivas: ni Asprocan ni el Gobierno de Canarias, cuyo consejero de Agricultura, Narvay Quintero, pensó en aplicar soluciones drásticas, medidas indirectas concretas para reducir el impacto de la actual ruina de precios, o para compensarla mejor, a finales de diciembre pasado. A día de hoy, quizá estas no lleguen antes de febrero próximo. Hay que esperar.

El plátano de las islas (en años normales, con una producción en torno a las 400.000 toneladas, una ayuda directa anual de la UE de 141,1 millones de euros -un cuarto del ingreso total del agricultor, si el mercado se comporta-, dentro del Posei, y con 20 millones al año en ayuda estatal al transporte de mercancías, en 2023 y prorrogada este año), siempre enfocado a la exportación y con su único mercado en la Península, española y portuguesa (por mucho que se quiera sostener lo contrario, los envíos fuera de Península no supusieron ni un millón de kilos en el último año con registros de Asprocan, de los 307 totales sacados fuera de las islas en 2022-), no se ha visto en otra igual en mucho tiempo, al menos desde hace algo más de 20 años, tras su gorda crisis anterior, en el año 2001, la que llevó a la calle, en una manifestación histórica, a decenas de miles de productores, familiares y defensores de este cultivo en Santa Cruz de La Palma.

Desde ese leñazo de precios o de renta percibida, los plataneros locales no navegaban en mar con tanto oleaje; tampoco la Asociación de Organizaciones de Productores de Plátanos de Canarias (Asprocan, presidida por Domingo Martín, también gerente de la OPP Cupalma y principal ejecutivo de esa entidad que quizá no siga tras la próxima asamblea anual) ni el Gobierno de Canarias.

Pero ¿qué ha pasado desde que explosionó el volcán de Cumbre Vieja en La Palma y qué no ha pasado en los últimos años? Vayamos poco a poco.

Primero: descontrol de oferta y rendimientos ante la perspectiva de vacas gordas

El buen año de ingresos plataneros, de los agricultores locales, en 2021, el mismo del volcán, que revienta en septiembre, y el excelente año 2022, con menos producción en La Palma, reducida en unos 50 millones de kilos (la isla perdió por la erupción unas 200 hectáreas de cultivo, con afección a unas 600 familias) y menos oferta general en las islas, genera, ya desde finales de 2021, muy buenas expectativas entre los cosecheros locales y motiva el incremento de la superficie cultivada en Canarias, concentrado en las islas de Tenerife y Gran Canaria, y/o ponerle una marcha más a la productividad.

Esas nuevas plantaciones (algo más de 50 hectáreas de 2021 a 2022, unidas a la mejora del rendimiento por hectárea por la aplicación de técnicas agronómicas y por el tiempo caluroso de todo 2023), son las causas que conducen a las 480.000 toneladas que parece que se han producido en todo el año pasado, según las primeras estimaciones con origen en fuentes oficiales. 

En 2021, se ofertaron 411.732 toneladas (cerca del umbral considerado normal de las 420.000), y en 2022, ya con impacto manifiesto del volcán, 349.094. Son datos de Asprocan. En 2023, en torno a 480.000, con los previsibles casi 40 millones de esa cantidad en pica, al menos la autorizada. Hay una gran diferencia interanual: más 131.000 toneladas, algo brutal.

Es el primer factor que juega muy en contra del plátano canario tan solo aplicando las leyes consabidas del mercado, además con una demanda potencial que no crece en Península ni en países extranjeros, sino todo lo contario: se acorta en la España peninsular y Portugal por la competencia cada vez más feroz de la banana. Actualmente, según los últimos registros oficiales de Aduanas, prácticamente la mitad de ese negocio agrícola ya lo controlan los importadores de plátano desde terceros países en Centroamérica y África occidental; o sea, las multinacionales de la fruta, una de ellas con presencia de una OPP canaria, la principal según volumen de plátano local comercializado. Se llama Coplaca (30% del total isleño en 2022), y Coplaca también es Eurobanan, firma que importa banana en España.

Quitando el efecto del tiempo caluroso más prolongado en las islas y su impacto en este cultivo de origen tropical (que parece que ha venido para quedarse por el calentamiento de la atmósfera), en el que la planta pide más agua, los demás factores han sido motivados por decisiones de los empresarios plataneros de las islas no frenadas por las autoridades públicas competentes. Tampoco por Asprocan.

Segundo: el exceso de oferta y su hermana mayor, la pica o inutilización de fruta

Si hay muchísima más producción, el mercado de destino, Península, no absorbe toda la fruta con precios remunerativos (mucho menos con la competencia actual de la banana) y, como además colocar el plátano fuera sale carísimo (y solo se devuelven pérdidas enormes que asume el productor local; es decir, un modelo insostenible en los dos sentidos, el de enviar sin demanda extra o el de producir y destruir, dejar en casa), pues se suele elegir esa fórmula, la preferida por Asprocan casi siempre, también en 2023: pica de fruta, inutilización o retirada del mercado.

Hay que recordar que, hasta la semana 43 de 2023, la última del mes de octubre pasado, la entidad agraria pidió a Agricultura autorización, y se concedió, para inutilizar 22 millones de kilos (retiradas obligatoria y voluntaria, la suma de ambas). La cifra final anual con visto bueno de la Consejería se prevé que esté cerca de los 40 millones de kilos. De esa cantidad global, tanto Asprocan como la Consejería de Agricultura reconocen que se inutilizaron en realidad unos 12 millones de kilos (para Banco de Alimentos, proyectos como Marruecos o tirados a la basura), aún con dos meses por delante en los que no se ha dejado de aplicar la misma práctica. Como ejemplo contrario, la inutilización en un año excelente, con 131 millones de kilos menos de oferta anual: solo 1,7 millones de kilos de volumen picado en 2022.

Pero ¿cuál ha sido el problema esta vez, pues la pica no ha levantado los precios recibidos por el agricultor, e incluso empezando febrero, el que antes era buen invierno (el de las valoraciones pa’rriba), todo sigue igual? El problema es que el negocio ya no da dinero. Los precios medios percibidos, los ingresados al agricultor en su cuenta bancaria por las cooperativas y para su mejor fruta, la de calidad superior en cultivo convencional, están en la horquilla de 0,25-0,35 euros por kilo, por los 0,40-0,50, también promedio, de la fruta ecológica con DOP. 

Esto significa estar muy lejos de los costes de producción por kilo para la calidad más alta, con costes finales de 0,60 a 0,70 euros, gastos que a veces no se cubren ni sumando la ayuda por kilo de 0,30 euros, principalmente porque todos los cortes de fruta del agricultor no están entre las calidades superiores. Además, la pica obligatoria, que toca a todos, no se paga, pero sí se ha producido ese alimento, con todos sus desembolsos. Por lo menos, no se penaliza con la retirada de la ayuda directa de la UE, salvo que se superen los históricos calculados por bienios.

Tercero: lo que está en marcha y no se frena, lo no hecho y lo que no se puede parar

Lo que viene en adelante, a expensas de lo que decida la Consejería de Agricultura para poner freno a la sobreproducción actual, es más de lo mismo. Ya estos días se ha conocido la roturación de nuevas fincas de plátano en Canarias. Y a eso hay que unir el plan de reconstrucción de las explotaciones dañadas por el volcán en la isla de La Palma, con unas 200 hectáreas que se pretenden poner en marcha poco a poco, como ha reconocido la Consejería de Agricultura, aunque tenerlas en producción en pocos años será muy pero que muy complicado. Esto por el lado de la oferta local, y no nos olvidemos del impacto del continuo calor. Hay más cultivo, en lo que se refiere a extensión, y con ello plátano extra que no se puede exportar porque no tiene mercado a precios remunerativos.

Luego está lo que no se ha hecho en todo este tiempo: proteger el negocio del plátano para los tradicionales, con una marca año general por debajo de las 420.000 toneladas y no dejando caer las explotaciones más pequeñas, que son las que menos pueden aguantar esta crisis y que, si este año 2024 va muy mal, igual ya se van secando. A esto se une el trabajo con resultado nulo, asunto de Asprocan, en la apertura de nuevos mercados fuera del nacional externo y la cada vez más presencia de banana en Península (parte española y Portugal), bien por los huecos que deja la fruta canaria o bien porque aquella es una fruta más competitiva: sistemas de producción industriales, economías de escala y aglomeración, salarios bajos, controles de calidad menores, apertura de fronteras… Y así se cocina el caldo de no tenerlo demasiado fácil en adelante.

Y cuarto: de lo que pocos hablan y es la sostenibilidad futura del cultivo

El cultivo del plátano es una actividad agrícola intensiva exigente en agua de calidad, cada vez menos disponible en Canarias (incluso en las zonas siempre con más abundancia), donde el régimen de precipitaciones ha sufrido una caída y el agua subterránea ya es de peor calidad y escasa; con amplios consumos de fitosanitarios en su cultivo tradicional, y con fuerte necesidad de mano de obra. El consumo de agua por la platanera es muy insostenible si lo que se hace es producir fruta para tirarla a la basura, consumiendo previamente tantos insumos, sobre todo la escasa agua. Y lo último: también hay un problema por la previsible destrucción de empleo en el medio rural, por el despoblamiento de los pueblos y por el impacto en esas economías locales y sus paisajes singulares.

Hay islas y comarcas canarias que sin el plátano como economía fiable no serían nada. Recuerden La Palma, en casi toda su extensión; la Isla Baja de Tenerife, Las Galletas en el sur de la misma isla, junto con Guía de Isora y Santiago del Teide, y otras zonas de Gran Canaria y La Gomera.

Las consecuencias de ese anuncio repetido de muerte lenta serían muy desastrosas para Canarias, mucho más en una economía tan dependiente del turismo, principalmente por perder paisaje agrario especial, único, y por quedar ya solo a expensas de la entrada de visitantes. Eso o algo muy parecido; eso sí, servido en dosis pequeñas, a largo plazo. 

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