El ocaso de la sociedad indígena
La fecha exacta del inicio de la colonización del Archipiélago la desconocemos, aunque es mayoritaria la opinión de los expertos de que se produjo entre finales del siglo II y principios del III de la era común, como hemos visto a lo largo de esta serie. Sin embargo, la certeza es absoluta sobre el final de la sociedad indígena, porque está documentado: la Conquista concluyó en 1496, en Tenerife. Pero el declive comenzó a mediados del siglo anterior, con el desembarco de los primeros navegantes de la Cristiandad. Fue el principio del fin. En este capítulo, el último de este reportaje sobre el poblamiento de Canarias y el legado de sus primeros colonos, indagaremos sobre lo que algunos autores denominan ‘redescubrimiento’ del Archipiélago, nos aproximaremos al proceso de aculturación, aportaremos datos sobre la demografía y recalaremos en San Marcial del Rubicón, el asentamiento normando, en Lanzarote, con el que se inicia la Conquista, un episodio de la historia que abordaremos en una futura investigación periodística.
En 1341, Alfonso IV de Portugal envío una expedición que permaneció casi cuatro meses en las Islas. Alfonso XI reinaba en Castilla en ese tiempo y seguía de cerca los movimientos expansionistas de su vecino portugués. Mallorquines y castellanos realizaron por esas fechas sus primeras incursiones, pero cincuenta años antes, los hermanos Vivaldi, cuenta el historiador Antonio Macías, “fueron los primeros en internarse en el Atlántico Sur”. Añade Macías que “entre 1320 y 1339, el genovés Lancerotto Malocello se estableció, según indicios sólidos, en la Isla que posteriormente fue bautizada con su nombre”. No hay una fecha exacta sobre su llegada, pero se estima que sería sobre 1336. El historiador Jorge Onrubia explica que “la carta portulana de Angelino Dulcert o Dulceti data de 1339, en ella ya aparece la enseña de la señoría de Génova sobre Lanzarote, lo que indica, con claridad, que la expedición ya había tenido lugar”.
Tras mil años de aislamiento, sin huellas en la Historia desde que Plinio –ver capítulo 1º- diera cuenta de la existencia de las Islas, el Archipiélago empezó a ser objeto de deseo de las potencias europeas. Las razias en busca de esclavos, los saqueos y la llegada de enfermedades desconocidas fueron determinantes para certificar, 150 años después, el ocaso de los amaziges de Canarias. Este declive no fue simultáneo: al igual que el poblamiento se inició en las Islas Orientales, estas -Lanzarote y Fuerteventura- también fueron las primeras en perder su independencia.
En la pesquisa acerca de qué europeos fueron los primeros en llegar a Canarias antes de la Conquista, para saber con exactitud cuándo fue el ‘redescubrimiento’ del Archipiélago, Alberto Quartapelle, historiador y antropólogo afincado en Tenerife, aporta valiosas claves al respecto. Las recoge en su artículo El “loco vuelo” de los hermanos Vivaldi en 1291, publicado, en 2018, en Revista de Historia Canaria. El investigador italiano analiza numerosos textos que estudian el viaje de estos marinos genoveses, cuyo objetivo era llegar a Las Indias circunnavegando África. No lograron su propósito pues su rastro se perdió al sur de Cabo Juby, probablemente a causa de un naufragio. En esa travesía, Ugolino y Vadino Vivaldi navegaron cerca de Canarias, pero no consta que fondearan en ellas.
1339, el año del redescubrimiento
Siguiendo la pista de Quartapelle, encuentro un reportaje que Rosa Rodríguez publicó en Canarias7, en enero de 2018. En él localizo la fecha que buscaba: 1339 es el año del ‘redescubrimiento’ de Canarias -otros autores prefieren el concepto de ‘invención’ de Canarias y de los canarios por parte de los cristianos, en lugar de redescubrimiento-. La periodista se apoya precisamente en un artículo del italiano -El redescubrimiento de las Islas Canarias en el ‘anno domini’ 1339-. Quartapelle bucea “en diversos archivos hasta reunir los portulanos, mapas y relatos que se conservan de esa época y llegar a la conclusión de que, aunque escasos, todos convergen en que «unos genoveses que querían conocer el mundo, probablemente al mando de Lancerotto Malocello, fueron los ‘redescubridores’ de Canarias”. En su artículo, Rodríguez recuerda que esa fecha, 1339, “viene avalada por el hecho de que en 1341 Giovanni Boccaccio, uno de los padres de la literatura italiana, citara a Canarias como las islas recién descubiertas”.
Aclarado cuándo se redescubren las Islas Canarias, la otra fecha que marca el inicio del declive de los indígenas isleños fue citada anteriormente: 1341, año de la arribada de una expedición portuguesa. Los historiadores Buenaventura Bonnet (Santa Cruz de Tenerife, 1883-1951) y Elías Serra y Ràfols (Mahón, 1898-La Laguna, 1972) documentan el periplo de los lusos. El proceso de conquista, sin embargo, se inició sesenta años después, en 1402 con la ocupación de Lanzarote. El 1 de mayo de ese año, en plena Guerra de los Cien Años, los normandos Jean de Béthencourt y Gadifer de la Salle, caballeros del Reino de Francia, partieron de La Rochela (Francia) rumbo a Canarias con el propósito de “ver y visitar todo el país para conquistarlo y convertir a sus gentes a la fe cristiana”.
Con estos datos, observamos que Lanzarote es la protagonista de tres hitos fundamentales en la historia de Canarias. Mientras no aparezcan pruebas –dataciones con higiene radiométrica o nuevos restos arqueológicos más antiguos de los actuales- que indiquen lo contrario, fue la primera isla en la que se originó el poblamiento del Archipiélago –ver capítulo 4º-, a finales del siglo II de la era común; también es la primera cuando se redescubre Canarias, como acabamos de explicar, y, por último, es el primer territorio dominado en el proceso de la Conquista, como veremos en este capítulo.
La Conquista se prolongó durante todo el siglo XV, pero la aculturación de la sociedad prehispánica se inició décadas antes, con la llegada de los primeros cristianos. El catedrático de Historia Medieval de la ULL Eduardo Aznar es experto, entre otros asuntos, en el fenómeno de la aculturación. Su obra Evangelización y organización eclesiástica en Canarias aporta numerosas claves sobre la repercusión del proceso de aculturación en la población autóctona. Se desarrolla “desde el segundo tercio del siglo XIV, momento en que se producen los primeros asentamientos misionales, hasta el segundo tercio del siglo XV, cuando concluyen las predicaciones en las islas aún insumisas”.
Aznar describe tres momentos de predicación: “El desarrollado por los mallorquines en Gran Canaria, el realizado por los colonos franco-castellanos en las islas periféricas y el acometido por la Vicaría Franciscana”. Cuenta el historiador que una decena de aborígenes “aprendieron el catalán” –la lengua de los mallorquines-. Otro trabajo muy interesante de Aznar, que firma con Antonio Tejera, es El encuentro de las culturas prehistóricas canarias con las civilizaciones europeas.
El catedrático Aznar nos explica que durante el proceso de “aculturación que experimentaron los esclavos aborígenes, cuando fueron enviados a Castilla”, las autoridades eclesiásticas detectan que los aborígenes “que eran libres no sabían las oraciones, frente a los esclavizados”, circunstancia que aceleró la cristianización de los nativos canarios.
Traductores guanches
El filólogo Marcos Sarmiento, profesor en la ULPGC, es autor del libro Cautivos que fueron intérpretes. Su investigación ilustra la rapidez de la aculturación y el rol de los indígenas bajo influencia europea durante la etapa final de los amaziges isleños. Los traductores, prisioneros de los conquistadores, jugaron un papel relevante. Los primeros intérpretes se utilizaron en Lanzarote, Fuerteventura y Gran Canaria. En esta última isla, “el intérprete, Pedro el Canario, se fugó en Arguineguín y se fue con sus paisanos”. Jean de Béthencourt llegó a Lanzarote en 1402 con tres traductores, uno de ellos, nativo de la isla. Esta circunstancia pone de relieve que habían sido víctimas de alguna razia. Sarmiento tiene contabilizada una treintena de intérpretes, entre ellos Pedro el Lengua. “Lo apodaban así porque conocía variantes dialectales: la de su isla natal, Gran Canaria, y la de Tenerife”. También viajó a la costa africana para “traducir a los bereberes”. Es un dato interesante porque certifica que “el guanche pertenecía a la misma familia de la lengua” de las poblaciones norteafricanas. Las fuentes de Sarmiento son las crónicas, Viera y Clavijo y también historiadores contemporáneos, como Antonio Rumeu de Armas y Manuel Lobo.
Juan Mayor es el intérprete más significativo. Nació en Lanzarote, en el seno de una familia majo asimilada por los castellanos. “Acompañó a Fernando de Guanarteme en su viaje a la Península para entrevistarse con los Reyes Católicos”, nos cuenta Sarmiento. Hubo mujeres entre los traductores. Una de ellas fue Francisca de Gazmira. Era de La Palma. “Fue intérprete en pactos, como el que firmó Alonso de Lugo en La Palma. Intervino también cuando Lugo engañó a los palmeros, cuando les prometió que no los vendería como esclavos. Ella se presentó en la corte de los Reyes Católicos y luchó para que los liberaran. Logró su objetivo”, explica el filólogo.
Como señala Sarmiento en Cautivos que fueron intérpretes, los primeros esclavos traductores los utiliza el francés De Béthencourt cuando arriba a Lanzarote y establece el primer asentamiento foráneo en Canarias, a principios del siglo XV, en el umbral de la Conquista. Sobre este acontecimiento, las historiadoras y arqueólogas María del Cristo González, profesora de Historia Medieval de la ULPGC, y Esther Chávez, profesora de Arqueología de la ULL, están realizando una exhaustiva investigación.
González y Chaves dirigen las excavaciones que se realizan en el yacimiento de San Marcial del Rubicón, en unas de las paradisiacas playas del sur de Lanzarote. “Fue el primer asentamiento estable de europeos, en el siglo XV”, explica González. Estamos en el año 1402. Jean de Béthencourt y Gadifer de la Salle crean, en palabras de la historiadora, “la primera ciudad europea en el Atlántico medio” y, posteriormente, “el primer obispado”. Con esta misión, se inicia la denominada conquista señorial de las Islas Canarias, para distinguirla de la conquista realenga emprendida por los Reyes Católicos. Béthencourt conquistó Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro. En 1405, estas islas ya estaban bajo dominio normando. Fuerteventura, por ejemplo, “pasó a ser un señorío dependiente del Rey de Castilla. Estos tres años que duró la Conquista no fueron de violencia y enfrentamientos, sino más bien de paulatina convivencia pacífica y acomodo entre los conquistadores y conquistados”, informa el portal iFuerteventura.net.
Béthencourt y Gadifer, explica la experta en Historia Medieval, “son dos nobles que financian la conquista de Canarias. Estamos hablando de un fenómeno medieval, son los nobles los que financian ese tipo de conquista”. Béthencourt, una vez ocupada Lanzarote, acude a la Corte y “se entrevista con Enrique III de Castilla y le ofrece la Isla, a condición de que le nombre señor de las Islas de Canarias y algún privilegio más, como acuñar moneda”, explica María del Cristo González. El monarca acepta. Es a partir de 1477 -más de medio siglo después, mientras continuaba el proceso de aculturación- cuando los Reyes Católicos asumen la conquista de las islas pendientes. Se entra de lleno en la conquista realenga. Pero este episodio que duró cerca de una centuria no es objeto de estudio en este reportaje, aunque sí es necesario referirse al mismo para contextualizar el declive de la sociedad de los primeros pobladores del Archipiélago.
Arqueología de vanguardia
Las excavaciones que dirigen las doctoras Chávez y González están aportando mucha luz a estas ruinas medievales de principios del siglo XV. Financiada por el Gobierno de Canarias, la investigación cuenta con instrumentos sofisticados para las “prospecciones superficiales y geofísicas, sondeos y excavaciones en extensión y prospección geofísica y subacuática de la zona litoral del yacimiento”. Incluso, se emplean técnicas de fluorescencia de rayos X para determinar el origen de las piedras del asentamiento, procedentes de canteras próximas al yacimiento.
A estas actuaciones principales, informa la Dirección General de Patrimonio Cultural, “se añadirán las intervenciones que se deriven de ellas, como la restauración y consolidación de las unidades exhumadas que lo requieran, así como el estudio de los materiales arqueológicos resultantes”.
La directora general de Patrimonio Cultural, Nona Perera, pone de relieve que esta actuación es “integral y multidisciplinar, al utilizar tanto las fuentes documentales como las técnicas actuales de investigación, que nos conducen a aumentar el conocimiento de lo que aquí sucedió, desde el primer asentamiento a la fundación de la ciudad, en 1408”, de San Marcial del Rubicón.
Desde este enclave lanzaroteño se inició el proceso de exploración y conquista del Archipiélago, lo cual supuso la construcción de “una torre-fortaleza, una iglesia, unos pozos para extracción de agua potable y estructuras relacionadas con el asentamiento”. Además de arquitectura, se han detectado metales, como clavos y escoria, “lo que nos lleva a pensar que se habilitó una fragua”, apunta la doctora en Arqueología Chávez. También se ha hallado un importante número de monedas. En este núcleo, también se encuentran vestigios de los primeros habitantes de la Isla, como una necrópolis. Los arqueólogos han hallado restos de cerámica indígena y europea, que desvelan la convivencia de ambas culturas, un claro síntoma de la aculturación que fue gestándose con la llegada de los extranjeros.
Esta primera etapa del dominio foráneo sobre la población local solo duró tres años y apenas guarda vinculación ni similitud con la conquista de las otras islas. Fue un escenario que se prolongó durante casi un siglo -1405 a 1496-, donde se sucedieron relaciones pacíficas con episodios bélicos, con batallas que fueron diezmando a los nativos, con divisiones entre ellos, algunas de las cuales venían de siglos atrás, como explicaron en el capítulo 6º el médico y antropólogo físico Conrado Rodríguez-Maffiotte, director del Museo Arqueológico de Tenerife, y la doctora Teresa Delgado, conservadora jefa de El Museo Canario.
San Marcial del Rubicón es un yacimiento foráneo en el que se han encontrado huellas de la relación de los extranjeros con los nativos, pero hay yacimientos indígenas en los que se ha constatado la influencia de los foráneos. Hay ejemplos en Tenerife, Gran Canaria, La Palma, Fuerteventura, El Hierro o La Gomera. En esta última isla está el yacimiento de las Cuevas de Herrera González, en el municipio de Vallehermoso.
“Las Cuevas de Herrera González es la punta del iceberg en las investigaciones que tenemos proyectadas para indagar sobre la continuidad de la vida aborigen en el siglo XVI, después de la Conquista”, afirma Juan Carlos Hernández, director del Museo Arqueológico de La Gomera (MAG). Hace doce años se excavó este yacimiento aborigen y se encontraron cerámicas de factura indígena mezcladas con loza de colores naranja y blanca de origen foráneo, además de una moneda, “un ceutí”.
Este enclave tiene varios niveles estratigráficos. Los más antiguos tienen una datación que oscila entre los años 1409 y 1438, fechas que “coinciden con un asentamiento de origen portugués de 1420. Se trata”, explica el arqueólogo del MAG, de Santa Lucía Lantigua, un enclave muy próximo al citado anteriormente. Las cerámicas y lozas de las Cuevas de Herrera González fueron excavadas en un nivel estratigráfico más reciente, de finales del siglo XV. De la centuria siguiente son los restos de un ingenio azucarero, pero tanto esa investigación como la que indagará la hipótesis de que los gomeros reutilizaran el asentamiento portugués de Santa Lucía están pendientes.
Las Cuevas de Achbinicó
El conjunto de las Cuevas de Achbinicó, en Tenerife, es otra referencia arqueológica importante para indagar la etapa de contacto de la cultura guanche con los europeos. Nueve autores firman un trabajo interesante: Arqueología Histórica en las Cuevas de Achbinicó. Algunas aportaciones al conocimiento de Tenerife en el siglo XV e inicios del XVI. Además de compilar fuentes de información que han estudiado el proceso de aculturación, este trabajo destaca “la presencia temprana en la costa de Candelaria de tres eremitas franciscanos, conviviendo con los guanches y predicando en su lengua”.
Los historiadores aportan datos e hipótesis sobre el rol de este enclave antes, durante y después de la Conquista. Por ello, proponen una intervención arqueológica integral –hasta ahora, se han realizado algunas excavaciones y sondeos-. Achbinicó pertenecía al menceyato del Valle de Güimar, comarca bastante poblada durante la época indígena. Los autores consideran que “su inclusión en el entramado religioso de los grupos humanos (…) fue un estímulo para el destacado protagonismo de dicha cueva en la organización del proceso de cristianización de los indígenas, cuyo inicio se puede remontar a la segunda mitad del siglo XIV”.
No podemos pasar por alto que Candelaria, en la actualidad, es el centro de la cristiandad y sede de la patrona de Tenerife. ¿Existe una vinculación entre el escenario religioso del siglo XXI con la cultura guanche? La respuesta parece evidente, pero es un asunto, el sincretismo, que tendremos que escrutar en otra investigación periodística.
La playa de La Garita, en Telde, fue escenario de relaciones e intercambios entre canarios y navegantes, como acreditan los objetos encontrados en una excavación que dirigió el arqueólogo Abel Galindo, en el yacimiento de Lomo de los Melones. Se trata de un asentamiento doméstico de finales del siglo XIII que se mantuvo activo hasta el XV.
“Para el lugareño canario”, explica Galindo, “los materiales más solicitados eran los de naturaleza metálica, debido a la ausencia de estos minerales en la Isla. Sin embargo, en el trueque con los navegantes se incluían otros productos, ya que se han documentado recipientes cerámicos e incluso un gato”. Otro hallazgo interesante fue “una moneda reconocida como un vellón de Enrique IV –hermano de Isabel la Católica”. En relación con los descubrimientos de herramientas metálicas, el investigador concluye que “han permitido comprender que, aunque se trataba de materiales exóticos, fueron usados por miembros de la sociedad que no pertenecían a la nobleza indígena, pues eran herramientas y útiles asociados a trabajos manuales. En este sentido, junto a la moneda, se recuperó un fragmento de cincel de cobre”. En este yacimiento se procesaron y cocinaron productos cárnicos y marinos.
Demografía de Canarias
¿Cuántos habitantes tenía Canarias durante el ocaso de la sociedad prehispánica? No hay certeza. Las crónicas, según los historiadores, inflaron las cifras para minimizar la resistencia que opusieron los canarios a los conquistadores. Sea cierto o no, las fuentes de la época ofrecen datos contradictorios. Apuntan que Tenerife y Gran Canaria eran las más pobladas. Los autores de El enigma de la modorra; la epidemia de los guanches, el médico y antropólogo físico Conrado Rodríguez-Maffiotte, director del Museo Arqueológico de Tenerife, y Justo Hernández, profesor de Historia de la Medicina de la Universidad de La Laguna, señalan que “la modorra mató a 5.000 guanches”, aproximadamente una cuarta parte de la población de la Isla. Esta enfermedad sólo afectó a los indígenas.
El editor de manuscritos Benedetto Bordone recogió testimonios de navegantes que pasaron por las Islas en la primera mitad del siglo XIV. Uno de los textos recoge una breve descripción de sus habitantes y costumbres en los siguientes términos: “...Que la menor de ellas es de circunferencia de 90 millas , pero aquellas, que habitan los infieles son de muchos mayores, e de pueblos más abundantes, y sobre todas las otras la Gran Canaria , en la cual se encuentran alrededor de ocho mil almas, más o menos, y después de esta Tenerife, después sigue La Palma , que poca gente conoce no obstante isla bellísima, y todas tres fortísimas de manera que no temen de alguno de ser de alguno tomada”.
A partir de los datos que recopiló Marcos Sarmiento para su libro Cautivos que fueron intérpretes, el filólogo considera que “no creo que la población de Gran Canaria superara los 15.000 habitantes”. Una opinión similar tiene el doctor Jorge Onrubia, pero antes aclara: “Somos tributarios de los textos y son muy contradictorios”. Profundo conocedor del norte de Gran Canaria, en su calidad de responsable de Investigación de Cueva Pintada, estima que “el poblado de Agáldar estuvo habitado por unas 800 personas”. En el periodo comprendido “entre los primeros contactos y el segundo tercio del siglo XIV, no había más de 18.000 habitantes en Gran Canaria”, cifra que desciende a unos “12.000 durante la Conquista”.
El historiador Antonio Macías, que ha investigado la relación entre la economía primaria y la capacidad de carga de las Islas durante el ocaso de la etapa indígena, considera que el Archipiélago “tenía la capacidad de acoger una población en torno a 80.000 individuos”, en el momento de mayor esplendor, pero no implica que alcanzara esa cifra. Nunca sabremos qué población había a mediados del siglo XIV, cuando arribaron los primeros navegantes, pero sí sabemos, según las investigaciones realizadas por el catedrático Eduardo Aznar, que “a finales de 1526, Canarias tenía aproximadamente 25.000 habitantes; solo una cuarta parte de esa población era aborigen”.
Este último dato es determinante para afirmar que la Conquista no extinguió a la población indígena. Hoy, en 2022, hay dos estudios genéticos, realizados por sendos equipos de la Universidad de La Laguna, que certifican la pervivencia de la población norteafricana en la población actual. Una investigación dirigida por la bióloga y doctora Rosa Fregel, en colaboración con profesionales de la ULPGC y de dos universidades de Estados Unidos y una británica, sostiene que “la población canaria tiene una ascendencia aborigen por línea maternal del 55,9%, mientras que el componente europeo es del 39,8%”. El equipo de Fregel realizó este trabajo con muestras de 48 aborígenes de 25 yacimientos y con muestras de población local. Por islas, los valores más altos se observan en La Gomera (55%) y La Palma (41%), mientras que los valores más bajos se encuentran en Tenerife (22%) y El Hierro, con un sorprendente 0%, dato muy llamativo para una isla en la que no hubo derramamiento de sangre durante la Conquista y atesora “la segunda mayor pervivencia de toponimia indígena, detrás de La Gomera”, precisa el lingüista Jonay Acosta.
Un estudio más reciente, desarrollado, entre otros profesionales, por la bióloga Ana Díaz de Usera –será su tesis doctoral- ofrece unos datos aparentemente más equilibrados. En este caso, solo se ha estudiado a la población actual y se ha tenido en cuenta, por ejemplo, que los cuatro abuelos fueran canarios y de una sola isla. Casi el 40% de los canarios del siglo XXI, exactamente el 39,8%, tiene ‘sangre guanche’, ascendencia norteafricana. Por islas, hay notables diferencias respecto a los resultados de Fregel. Las islas con más pervivencia indígena son precisamente en las que no hubo violencia en su proceso de conquista; y es El Hierro la que tiene más componente aborigen, con un 29,9%, seguida por Lanzarote y Fuerteventura, con un 29,6%. Las restantes tienen el siguiente porcentaje de ADN indígena: La Gomera, un 28,9%, Gran Canaria (26,4%), Tenerife (25,5%) y La Palma, con un 24,5%. Un resumen del estudio de Díaz de Usera está en la conferencia (ver YouTube) Variación genética natural en poblaciones humanas I. Canarias.
Si la pervivencia de la genética aborigen es una realidad incuestionable, como hemos constatado con las dos investigaciones citadas, la cultura tampoco fue borrada del todo, como certifican, por ejemplo, la toponimia de la siete islas, salpicada de topónimos nativos, y el gofio, producto vegano de la dieta guanche presente en todas las despensas de los isleños del siglo XXI.
¿Por qué la Conquista duró un siglo cuando en 1405 ya estaban bajo dominio de la corona de Castilla Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro? ¿Hubo traiciones durante ese proceso? ¿Por qué hay que superar la dualidad maniquea de conquistadores y conquistados, vencedores y vencidos que, siendo cierta, no explica casi nada en términos históricos y sociológicos? ¿Por qué los guanches del sur de Tenerife se aliaron con los castellanos frente a los del norte? ¿Qué ocurrió con los indígenas que sobrevivieron al proceso de la Conquista? ¿Por qué ha pervivido la cultura de los primeros pobladores? ¿Cuándo desapareció la lengua guanche? ¿Los europeos usaron celebraciones indígenas para incorporar los postulados de la cristiandad a aquella cultura? ¿Por qué las patronas de Tenerife y Gran Canaria están en Candelaria y Teror? ¿Por qué en 2022 los canarios continuamos consumiendo gofio? Son cuestiones lo suficientemente apasionantes para emprender otra investigación periodística que siga la estela de Amaziges de Canarias, la Historia de una Cultura
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