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Un 28M que decidirá la izquierda

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El 28 de mayo hay elecciones. Quedan muy pocos días, casi menos de 100 para reconocer si esta Comunidad Autónoma va por el buen camino. La cotidianeidad hace mella en el día a día de la política canaria. Tras una legislatura histórica, la discusión se contamina entre el desánimo de algunos por los tímidos avances y la ilusión quienes sienten el trabajo bien hecho. 

En la sociedad pesa un desánimo por la crudeza de nuestras perspectivas como Archipiélago, que no está siendo capaz de hacer más sofisticado su modelo tan rápido como quisiera. Leyes como la Ley de Cambio Climático, la Ley del Sistema Público de Cultura así como el establecimiento de la Renta Ciudadana de Canarias o el constante aumento de la inversión pública en Sanidad dan muestra de la labor que ha marcado esta legislatura con el Pacto de las Flores, el cual ha contado con una oposición colaboracionista y pragmática desde el primer momento.

Con todo, el discurso de quienes sostienen que quizás no es muy útil ejercer el voto, circula con rapidez, cuando lo cierto es que aunque para votar hay que estar comprometido con una idea de sociedad, la sola magnitud de la gran cantidad de personas que lo hacen, ya genera de por sí un efecto determinante en nuestras vidas. Lo pueden ustedes comprobar en la regulación de los precios del combustible, la regulación de los precios del transporte público, la respuesta ante toda una pandemia o el cuidado desarrollo cotidiano de tantas aristas del sistema de cobertura público, sostenido todo ello por los impuestos que pagamos cada mes.

Ante las frustraciones del presente y las posibilidades de una Canarias más próspera, el votante se encierra en conocer si lo que hace puede amejorar la configuración que tenemos o si bien como mucho podemos aspirar a un sostenimiento de la situación de hoy. En ese dilema se encuentra el votante ecologista canario, que sin duda es el que más ha sufrido durante esta legislatura, dada la incoherencia institucional que viven los partidos respecto a la gestión de los usos del territorio.

Esta mañana se discutía en el Abierto de Canarias en Cadena SER, si la Ley del Suelo de Canarias, proyecto estrella de la última legislatura con CC en el ejecutivo, había servido para aligerar el proceso y trámite de lo que se quiere hacer en las Islas con el cemento. La ausencia de procedimientos de participación ciudadana que medien los conflictos sociales que produce la edición del territorio explica muy bien porque siempre construir algo importante en Canarias es tan complicado. Hablamos de los trenes, de Cuna del Alma, de la Tejita o del Dreamland.

Todo ello se resolverá en la contienda electoral, una contienda que hoy interpela a las opciones progresistas y verdes. Según estudiosos del comportamiento electoral, como Anthony Downs y Gordon Tullock, el votante de las democracias hoy, bebe de un modelo de elección racional de la participación electoral el cual parte de la asunción de un actuar basado en obtener el máximo beneficio con la acción menos costosa. Esto es discutible y así ha sido ampliamente hecho por parte de muchos politólogos, que ponen sobre la mesa que también están en juego algunos elementos de carácter emocional, de carácter personal e identitario que marcan muy mucho como se dibuja el votante en el diagrama electoral.

En sí mismo, votar cuesta poco, y es evidente, que por sí mismo un voto no es capaz de transformar lo común. Es por ello que a este marco de entendimiento se añadió la variable “D” catalogada como “diversas satisfacciones”, una contribución de Riker, politólogo estadounidense que se destacó por aplicar la teoría de juegos y las matemáticas a la ciencia política. Basándonos en este modelo para ordenar las preferencias entorno a las consecuencias de la acción del voto, nos vamos a la cabeza del votante de Podemos y al presunto votante de Drago, colectivos que sin duda tienen en su mano el futuro del Gobierno de Canarias.

Estos marcos de entendimiento del comportamiento electoral están directamente relacionados con el papel institucional de las candidaturas políticas, por lo que le darían el favor a Podemos y sus socios (IU y Sí se puede por ahora) en tanto en cuando han demostrado que trabajar en las instituciones es posible y necesario, aunque no te de para hacer una campaña ilusionante.

Hay otros ejemplos básicos que nos ayudan a entender. Hay votantes en Santa Cruz de Tenerife que verán más racional votar por Coalición Canaria que por VOX para lograr que el PSOE no lidere el Ayuntamiento, así como habrá votantes que prefieran votar a las confluencias municipales aunque lo hagan por Drago a nivel autonómico.

VOX podría quedarse fuera del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife al no llegar al 5%. En el caso de Drago, además de que podría sufrir de la misma problemática, son muchas las incógnitas sobre la voluntad de esta joven organización de emular un acuerdo como el del Pacto de Las Flores, que lideran PSOE y Nueva Canarias hoy día. La sola percepción de que los 78.168 a Podemos en 2019 han servido para lograr un gobierno de progreso, y que votar a Drago deje esos escaños en una poética oposición combativa e ilusionante limita muy mucho las opciones de un Alberto Rodríguez mucho más carismático y orgánico para este espacio político que lo que hoy emana de las moradas.

La gran pregunta de estas elecciones es si PSOE y sus socios actuales revalidarán la mayoría, o si bien los socialistas tendrán que volver al pasado y acordar un “Gran Pacto Canario” (en palabras de Ayoze Corujo) entre PSOE y CC, para dar gobernabilidad a unas instituciones canarias, que si bien alguna vez innovan, fundamentalmente aquí, según vemos, están destinadas al funcionamiento básico de la Sanidad, la Educación, la Justicia y la Seguridad común de los canarios y canarias.

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