Espacio de opinión de Canarias Ahora
Alegato contra la usura
Hasta mediados de los 80 cuando ibas al banco a pedir una hipoteca no ocurría lo mismo que en este siglo; te daban la mitad que ahora, un 60% del valor de tasación, un 75% con suerte. Los tipos de interés se correspondían con una inflación aterradora y era todo bastante disuasorio, pero conozco a alguno que invirtió entonces y por el método de cambiar de casa cada dos años, al calor de la subida del precio de la vivienda, acabó teniendo cuatro en propiedad en menos de diez años y todo sin dar un palo al agua. Después, el euro cambió algo las cosas al estabilizar los tipos de interés, pero acabó con una banca que aunque trapicheaba con las letras, no quería pufos en sus cuentas.
Pocos años después y por supuesto antes de la crisis; con unas leyes muy desfavorables para quienes fallaban en ese proyecto vital que supone comprar una casa; se le daba una hipoteca del 120% del valor de tasación, a un mileurista que justificaba su solvencia con un contrato temporal y a veces sólo llegaba a los 900. Era el ¡España va Bien!
El viejo sonido de las pesetas les hizo pensar que el precio de la vivienda seguiría subiendo sin parar y que si el mileurista pufaba, el negocio acabaría siendo redondo: la vivienda se vendía por encima de su precio original produciendo mayores beneficios y al pobre mileurista, apoyándose en la lentitud de la justicia, se le cosía a intereses, a los que en lugar de llamar usura se les denominaba: de mora, de demora y de la p.s.m. según quien los mencionara. Yo me pregunto ¿Quién tomo la decisión de ignorar el riesgo de tal manera? ¿fue el Banco de España, fueron las propias entidades, la CEE? Como tengo claro que la decisión no la tomó el mileurista, ya tengo equipo ante lo que pueda suceder en un próximo futuro.
Quizás debiera reconocer que siempre lo he tenido y que ese equipo es la clase trabajadora; no las clases medias como se viene llamando a estos pobres que compraron una casa, ni siquiera los desahuciados, o aquellos que fallecerán como consecuencia de los recortes sanitarios, no los catalanes, vascos o canarios. Desde Grecia hasta aquí hay una única clase trabajadora a la que acosan y aprietan; y los griegos, o los desahuciados de cualquier provincia, sufren lo mismo, de parte de los mismos golfos, y por la mismas causas que esos 33 de cada 100 canarios que están parados/as.
Alguien puede pensar que la banca cometió un error con ese cambio de criterio -al reducir la cobertura de las hipotecas me refiero- pero eso es increíble, porque no dan puntada sin hilo y cualquiera que piense un poco se da cuenta que el riesgo de impago se multiplica exponencialmente. No es lo mismo prestar el 60 que el 120 con la misma garantía y no es cálculo financiero sino pura lógica.
Y alguno se preguntará ¿cómo y porqué hicieron todo esto, para qué, porqué no dijo nada el Banco de España? pues, ?, como el objetivo era crecer y crecer y los que mandaban iban a comisión, ?, se les fue la mano. Una dura e injustificable realidad; desde MAFO a los directores de oficina que vendieron preferentes, no tienen perdón de dios. Lo único que se me ocurre en su favor, es su grave enfermedad, todos contagiados de NEOCON ideológico, convertidos en una especie de zombis idiotas a lo Sara Palin (para quien no la conozca que piense en la Botella).
La verdad es que la cosa se veía venir, aquellos machacones discursos sobre el ahorro, la competitividad y el aumento del valor añadido de inicio de los 90, dieron paso a modelos de dirección casi basados exclusivamente en el marketing. En las empresas y en la política ya nadie era imprescindible, se despedía y jubilaba a plantillas enteras de personal bien formado, joven y con sueldos muy por debajo de la media de la CEE, porque no eran rentables ya que no podían competir con los beneficios especulativos y financieros que proporcionaba la fiebre del ladrillo, había dinero a mansalva porque todo se privatizaba y el BCE fabricaba dinero a toda máquina para financiar la reunificación alemana, puro neoliberalismo, sólo incipiente a la vista de lo que pasa ahora.
Finalmente los fanáticos de las tres pes, metidos también a banqueros, empezaron a diseñar productos financieros muy aseaditos, con unas cuentas muy bien hechitas, pero dejaron de pensar que las personas, sus clientes, eran sus grandes aliados para mantener un crecimiento constante y solvente, y claro, se olvidaron de pensar que la escalada del precio de la vivienda podía tener un parón.
¿Cómo pudo pasar, cómo los bancos pudieron dar crédito hasta llegar a la quiebra? pues, perdiendo la vergüenza y haciendo trampas, las mismas que se siguen haciendo. Los banqueros y empresarios se convirtieron en artistas del balance pintado, los políticos cobraron el 4% por hacer manga ancha, los funcionarios miraron para otro lado, los periodistas descubrieron la realidad virtual, y los notarios no se dieron cuenta de lo que pasaba en la antesala de sus despachos. Es la corrupción quien nos ha traído hasta aquí y muchos que la han visto crecer ante sus narices y decían que los políticos eran unos “mamones”, se escandalizaron cuando la mierda empezó a flotar por todos lados, pero les votaron a sabiendas.
Y ¿qué se puede hacer hoy? Realmente no tengo demasiada confianza en que este recorte de derechos vaya a tener solución a corto plazo, desde luego, a Rajoy y lo que representa no nos los quitamos de encima fácilmente y mucho menos, a esa forma banal, cínica y oportunista de entender la política. No voy a decir que es necesario confluir en una coalición de izquierdas que represente los intereses y defienda los derechos de la clase trabajadora, porque ya lo he repetido mil veces; como si fuera un castigo; pero, tal vez pueda detallar algunas ideas que creo deberíamos promover entre todos, para proteger a las personas y familias que han incurrido en impago por circunstancias sobrevenidas como consecuencia de la crisis:
Impulsar la dación en pago por el valor de tasación, mas incremento de precios.
Impulsar que se prohíba cualquier tipo de interés de demora y mora, superior al precio al que se financian los bancos porque hasta en los rescates hay que evitar la desigualdad.
Proponer la moratoria en el pago y congelación de la deuda, de forma inmediata y por tres años prorrogables mientras la situación socioeconómica del deudor le impida afrontar los pagos.
Impulsar la prioridad de los ayuntamientos -ante el negocio del Banco Malo y los fondos buitres que, respectivamente, compran fincas expropiadas por un 36% y un 10% de su valor, como en las rebajas, impidiendo además que bajen los precios- para dotar a estos ayuntamientos de fondos suficientes para la creación de una bolsa de viviendas sociales, orientada a propietarios que se vean obligados a la dación en pago y a personas sin acceso a una vivienda digna.
Impulsar que estas operaciones se financien a un tipo de interés muy cercano al precio al que lo hacen los bancos o el propio Bundesbank, por una evidente cuestión de justicia social y porque si no, a lo mejor, ni el euro ni la CEE convienen a nuestra clase trabajadora.
Impulsar la denuncia de todos los contratos hipotecarios como ilegítimos, porque resulta inaceptable que un contrato que incorpora una tasación independiente -obligatoria y pagada por el cliente- acabe liquidándose a precio de subastero, modificando el valor de lo pactado antes de dar por concluido el contrato, todo ello, en circunstancias vitales de extremada dificultad para el deudor.
Impedir que ninguna operación bancaria, tras una expropiación, acabe produciendo un mayor beneficio a los bancos.
Impulsar una quita razonable para los bancos que picaron en la burbuja inmobiliaria de la CEE, porque no es razonable que quienes pusieron las perras para esos negocios de riesgo, se vayan de rositas ganando el 100×100 de lo previsto, dejando para los ciudadanos el pago de los platos rotos. Ojo, que si los trabajadores no avalamos a los bancos con nuestros recortes, los pufos se los comen los bancos del norte de Europa y americanos que son, en definitiva, quienes nos imponen la situación que vivimos.
Eliminar cualquier vestigio de la prima de riesgo haciendo desaparecer su infausta memoria, para conseguir un Banco Central Europeo que financie a los distintos países a un precio único, igual para todos los europeos, sustituyendo ese control de los mercados convertido en anti-impuesto, por un mecanismo político que marque los límites de dicha financiación.
Abolir el artículo 135, que para dar prioridad absoluta en los presupuestos al pago de la deuda pública, se ha introducido subrepticia y recientemente en la Constitución Española, en la segunda de las dos únicas modificaciones desde 1978. La otra fue para entrar en la CEE.
En definitiva intentar acumular el mayor número de voluntades y luego de votos, en torno a muy pocas ideas, muy precisas y simples, para evitar que esta historia de la recapitalización de los bancos acabe en ruina absoluta para la clase trabajadora, y en la aceptación de condiciones sociales aún más precarias e injustas.
No es tan sólo una cuestión económica o de bienestar, es también una cuestión de poder y eso, ahonda el abismo en el que quieren sumergir a la clase trabajadora del sur de Europa ¡No lo podemos permitir!
¡Se admite el debate!
Hasta mediados de los 80 cuando ibas al banco a pedir una hipoteca no ocurría lo mismo que en este siglo; te daban la mitad que ahora, un 60% del valor de tasación, un 75% con suerte. Los tipos de interés se correspondían con una inflación aterradora y era todo bastante disuasorio, pero conozco a alguno que invirtió entonces y por el método de cambiar de casa cada dos años, al calor de la subida del precio de la vivienda, acabó teniendo cuatro en propiedad en menos de diez años y todo sin dar un palo al agua. Después, el euro cambió algo las cosas al estabilizar los tipos de interés, pero acabó con una banca que aunque trapicheaba con las letras, no quería pufos en sus cuentas.
Pocos años después y por supuesto antes de la crisis; con unas leyes muy desfavorables para quienes fallaban en ese proyecto vital que supone comprar una casa; se le daba una hipoteca del 120% del valor de tasación, a un mileurista que justificaba su solvencia con un contrato temporal y a veces sólo llegaba a los 900. Era el ¡España va Bien!