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De becas a créditos

Una alumna de un instituto de secundaria de Baleares que finalizó sus estudios, antes de selectividad, con la máxima nota, un 10, ha rechazado una matrícula de honor y la ha cedido a una compañera, también con un excelente expediente, para que pudiera cursar una carrera en una universidad pública. La decisión, algo más que un gesto, habla por sí misma de generosidad y es significativa al coincidir en el tiempo con la voluntad del Gobierno de querer sustituir las becas por unos denominados préstamos o créditos universitarios.

El Gobierno, el ministerio de Educación en este caso, sabrá lo que quiere, desde luego, y aspira a materializarlo como sea; pero no parece tener claras las reacciones que tal medida despertará en familias y estudiantes, pese a que el anuncio pilla en plenos exámenes o en vísperas vacacionales. Cuando trascendió que al presidente del Gobierno no gustó nada el momento en que fue lanzada la especie, el propio ministerio refutó el anuncio hecho por la secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades, Montserrat Gomendio. No es que esté en desacuerdo Rajoy: discrepa de la oportunidad, en plena venta de la bajada de impuestos.

En cualquier caso, adiós a las becas, adiós. Los préstamos equivalen a endeudamiento y si éste se prolonga, a ver cómo pueden resistir quienes no tienen otra opción para realizar estudios superiores. Pero, en el fondo, significan una regresión y una fractura del principio de igualdad de oportunidades. Es como si se quisiera primar al que más recursos tiene, o lo que es igual, hacer todo lo posible para que cursen carrera universitaria lo más pudientes.

Es decir, en vez de procurar un sistema de becas amplio, flexible y justo, que sea compatible, además, con una fórmula de préstamos equilibrada y ecuánime, sin intereses, y vinculada a la renta futura del estudiante en su devolución, tal como sucede con aplicaciones similares en muchos países europeos.

El Consejo de Estado propinó, en su día, otro varapalo al Gobierno a cuenta de esta medida. Interpretó que era un disparo a la línea de flotación de la igualdad de oportunidades. O lo que es igual, que ésta se veía seriamente amenazada. Le dio igual al ejecutivo, ha hecho oídos sordos y sigue adelante con esta fórmula: préstamos universitarios por becas.

Por si eran pocas, otra medida discriminatoria y poco favorecedora de acceder y cursar estudios universitarios. Así seguimos. Con alumnas cediendo parte de sus calificaciones para que otros cursen estudios universitarios y con previsiones publicitadas de responsables ministeriales que se han visto contestadas desde dentro.

O sea, que de becas a préstamos no hay más que un filtro.

Una alumna de un instituto de secundaria de Baleares que finalizó sus estudios, antes de selectividad, con la máxima nota, un 10, ha rechazado una matrícula de honor y la ha cedido a una compañera, también con un excelente expediente, para que pudiera cursar una carrera en una universidad pública. La decisión, algo más que un gesto, habla por sí misma de generosidad y es significativa al coincidir en el tiempo con la voluntad del Gobierno de querer sustituir las becas por unos denominados préstamos o créditos universitarios.

El Gobierno, el ministerio de Educación en este caso, sabrá lo que quiere, desde luego, y aspira a materializarlo como sea; pero no parece tener claras las reacciones que tal medida despertará en familias y estudiantes, pese a que el anuncio pilla en plenos exámenes o en vísperas vacacionales. Cuando trascendió que al presidente del Gobierno no gustó nada el momento en que fue lanzada la especie, el propio ministerio refutó el anuncio hecho por la secretaria de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades, Montserrat Gomendio. No es que esté en desacuerdo Rajoy: discrepa de la oportunidad, en plena venta de la bajada de impuestos.