Espacio de opinión de Canarias Ahora
Un café con Juan Cruz
Pocas veces tiene uno la oportunidad de encontrarse con Juan Cruz en Madrid, y conversar con él. Hace unos días tuve la oportunidad, él me comentó sus preocupaciones y yo a él las mías. Él está preocupado por el periodismo actual y su futuro, su decreciente estructura laboral y la preocupante multiplicación de las versiones de la verdad. La verdad es tan plural que fui yo quien lo avisó de los nuevos derroteros que trae Alvise a la política nacional.
Hoy en día, más que nunca, son las instituciones públicas las que mayor responsabilidad habrán de ver sobre lo que está pasando, en el sentido de que son ellas la mejor alternativa para sostener unos valores centrales positivos para la comunidad, ante la creciente multiplicación de las versiones de la verdad. Salvaguardar la pulcritud de nuestras instituciones es responsabilidad de todos.
El convencimiento de las personas, nuevos electores, que apoyan a los nuevos movimientos populistas de extrema derecha, es agudo y sostenido, es un convencimiento muy fuerte, y no tiene tanto que ver con las situaciones que viven cada uno de ellos, como pudiera ocurrir en el pasado con los apoyos de los partidos políticos obreros, o los partidos políticos católicos, o los partidos políticos agraristas. Los convencimientos actuales sobre cuál es nuestra identidad están basados en lo que nos gustaría ser, en esa idea aspiracional del yo que nunca alcanzaremos, pero igualmente nos gustaría proteger.
Veamos un ejemplo claro; no existe tal homogeneidad cultural a proteger, como piden estos nuevos movimientos esencialistas, la presencia de otras culturas en nuestro medio, del islam o de otros pueblos vecinos, ha sido constante, y en nuestro entendimiento ha nacido la idea de lo que somos hoy en día. Somos hijos de un mestizaje paulatino y voluntario entre generaciones, y ello es riqueza, no pobreza.
Tal es la paz social y resiliencia de nuestra sociedad que dan igual cualesquiera de las manifestaciones violentas y segregacionales que nos ponen por delante, ya que el sentido común de la sociedad española no entra en la carta de la diferencia, de la autoafirmación cultural y el abrazo al pasado.
Como en muchas otras cuestiones de la vida, no ser capaces de conseguir que el pasado condicione el presente, vivir en la nostalgia social, no aceptar los cambios, es pernicioso, y lleva a las personas a radicalizar sus posiciones, al no creer en la posibilidad de la persuasión, que es sin duda el motor de la política y la vida de estos tiempos. Vivimos en tiempos de persuasión constante.
Los nuevos movimientos que anidan en esta Europa, y que en España llevan la cara de VOX y Alvise, patrocinan la necesidad de volver a una homogeneidad cultural, que les hace imaginar un pasado mejor. Estas personas están en todo su derecho de construir alternativas e imaginarios de sociedad que vayan acorde a sus valores, de que se les permita participar políticamente y competir con el resto de organizaciones que optan a la gestión del presupuesto público. Esto es importante recordarlo.
Están cambiando las cartas, y desde las nuevas tribunas se está tratando de performar quien representa a las élites, y quien representa lo que oprime.
De un tiempo a esta parte hemos jugado en una retórica progresista del deber, donde el modelo de sociedad ideal es el de una sociedad que “cambia, y por tanto avanza”. De un tiempo a esta parte resuenan cada vez más lógicas conservadoras, las que ya conocemos en lo económico, defendidas por el Partido Popular, las sociales y culturales, que tratan de defender malamente VOX y ahora Alvise, y de últimas, las medioambientales y naturalistas, donde se entronca un entendimiento del entorno y de lo primigenio de la tierra y lo que ella da, buscando su preservación. Las tres son lógicas profundamente conservadoras, alejadas de los cambios constantes que nos hace padecer el mundo por el mero hecho del paso del tiempo, cambios que además, como comentaba con Juan en Madrid, son cambios que no se sabe de dónde vienen, ya que fueron pensados en otras ciudades de otros países, donde la realidad es bien distinta y poco conocen nuestro paisaje y nuestras costumbres.
Vienen tiempos en los que muchos de los que han dado su vida a la transformación, denunciando lo que veían mal, van a tener que vivir protegiendo lo poco que han logrado construir, más que nada porque la escasez de tiempo, recursos económicos y agua es cada vez más apremiante, y esa tendencia basada en discriminar a alguien; a los ricos, a los pobres, o a los extranjeros, seguirá estando presente.
El reto será, en este entorno cada vez más conflictivo, lograr una mayor profundización democrática, así como una coherente institucionalización de la verdad.
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