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OPINIÓN | 'En el límite', por Antón Losada

La campaña

Cuando aún faltan dos días, todos cansados. Se supone que los quince de campaña propiamente dicha serán decisivos, más que nunca. El Presidente del Gobierno de España se ha apuntado al plebiscito. ¿Se ha apuntado o lo ha provocado? A la hora de evaluar daños, la misma noche del 28 de mayo, puede que tengamos una respuesta. Porque solo se analizan daños, qué importan ahora las alegrías de unos y de otras. Se trata de que el ambiente siempre sea lo más desagradable posible. Interior de la cabina de un avión de Iberia (Puente aéreo) con destino Barcelona. Sentado en la butaca de “business” delante de mí, de pie, hablaban dos personas: una alta, Carlos Falcó, marqués de Griñón. La otra de estatura media, también empresario conocido al que no reconocí. Este le dijo al padre de Tamara: “la gente está tan asustada que podemos contarle cualquier cosa, se la van a tragar.” Falcó no respondió. Parecía reflexivo. Era la primavera de 2010 y ya había estallado la crisis que, al parecer, provocó un señor llamado Zapatero aunque en realidad se dijera Lehman Brothers. Ya nos habían vendido la burra, la primera gran mentira: los culpables éramos los de a pie, habíamos gastado de más, habíamos creído en la nueva ley aznarí del suelo, en las hipotecas regaladas…

Ahora hay otro culpable universal de todos los males. Se llama, claro está, Pedro Sánchez. Su última intriga ha sido colocar a etarras convictos, confesos y condenados en las listas del partido Bildu. La derecha política y mediática lo suelta en tromba y una serie de gente, bastante, se lo cree. Como la estela de los aviones que nos fumiga para que siga la sequía: detrás está Pedro Sánchez.

Por tanto, volviendo al principio, ¿un plebiscito provocado por el presidente o asumido? Digamos que negarse a él hubiera supuesto acusaciones de cobardía. En cada municipio, hay más de ocho mil, en cada territorio, el juego político es único e irrepetible. En unos sitios se aporta más que en otros, le pasa a todos los líderes. Más a la izquierda, es un suponer, la ferrolana e Iglesias siguen jugando a las casitas y a los médicos. Él ha decidido que ella no puede ser otra cosa que enfermera, su enfermera. Enfermera ilustre y bien vestida, desde luego, pero el único médico (chamán) es él. La izquierda de la izquierda: qué dolor.

Añoro bonitos carteles, paredes llenas, vallas por todas partes, películas publicitarias que se pueden emitir en la web. Hasta ahora, me quedo con la imagen que está transmitiendo Rita Maestre, alguien lo está haciendo bien en la campaña de su partido. Y la tranquilidad de Juan Lobato (PSOE) que combina firmeza y socialdemocracia moderna. Recuerda al Tony Blair inicial, aunque no tenga nada que ver: Lobato jamás nos llevará a una guerra.

Añoro los colorines. Qué bonita la campaña del PSOE de las primeras municipales, tan naif y tierna, tan en la primera juventud de la democracia. Por eso me tragué los cinco capítulos de una serie de RTVE olvidada, “Hasta luego cocodrilo” (1993). Está como nueva, actrices y actores se salen (Valls, Hipólito, Vega, Elías…)De todo se aprende.

Cuando aún faltan dos días, todos cansados. Se supone que los quince de campaña propiamente dicha serán decisivos, más que nunca. El Presidente del Gobierno de España se ha apuntado al plebiscito. ¿Se ha apuntado o lo ha provocado? A la hora de evaluar daños, la misma noche del 28 de mayo, puede que tengamos una respuesta. Porque solo se analizan daños, qué importan ahora las alegrías de unos y de otras. Se trata de que el ambiente siempre sea lo más desagradable posible. Interior de la cabina de un avión de Iberia (Puente aéreo) con destino Barcelona. Sentado en la butaca de “business” delante de mí, de pie, hablaban dos personas: una alta, Carlos Falcó, marqués de Griñón. La otra de estatura media, también empresario conocido al que no reconocí. Este le dijo al padre de Tamara: “la gente está tan asustada que podemos contarle cualquier cosa, se la van a tragar.” Falcó no respondió. Parecía reflexivo. Era la primavera de 2010 y ya había estallado la crisis que, al parecer, provocó un señor llamado Zapatero aunque en realidad se dijera Lehman Brothers. Ya nos habían vendido la burra, la primera gran mentira: los culpables éramos los de a pie, habíamos gastado de más, habíamos creído en la nueva ley aznarí del suelo, en las hipotecas regaladas…

Ahora hay otro culpable universal de todos los males. Se llama, claro está, Pedro Sánchez. Su última intriga ha sido colocar a etarras convictos, confesos y condenados en las listas del partido Bildu. La derecha política y mediática lo suelta en tromba y una serie de gente, bastante, se lo cree. Como la estela de los aviones que nos fumiga para que siga la sequía: detrás está Pedro Sánchez.