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Uno está al norte, en la vieja Unión Soviética, echándola de menos, tras saber que el estalinismo es un mueble viejo de las ideologías inventadas por los seres humanos. Otro está al sur, pero al norte de un gran continente como África, y es hijo de un hombre ambicioso, ignorante de la historia de su reino imaginario, y se ha empeñado en persistir en anexionarse un territorio que no le corresponde, como le dijo en 1975 el Tribunal de La Haya a su padre, Hassan II. Pero él, Mohamed VI y sus secuaces, siguen empeñados en ignorar la existencia del pueblo saharaui, a su vez abandonado por una España imperial en 1975, y vuelto a abandonar en este aciago dieciocho de marzo de 2022 en una misiva del presidente del Gobierno español al rey de Marruecos que avergüenza a propios y extraños.

El mundo tiene muchos enemigos, aunque el principal es el ser humano que lo protagoniza, ese homo sapiens cada vez más incapacitado para resolver los problemas que él mismo crea.

Estamos ante dos conflictos originados por dos canallas que juegan a ensanchar las fronteras heredadas a base de su poderío bélico. Putin a quedarse con Ucrania y Mohamed VI a quedarse con el Sahara Occidental. Dos sinvergüenzas que no terminan de encontrar al líder que se le oponga con dos … y los haga reflexionar tan solo por unos instantes sobre los crímenes de Estado que están protagonizando.

El mundo apenas sale de la agresividad de una pandemia que lo ha humillado como dueño de su vida a manos de un virus que se divierte matándonos como insectos indefensos. Y en este teatro de títeres incomprensibles, llámese el muy envejecido Biden, llámese el reciente mandatario alemán que no ha hecho sino recordarnos la pérdida de Merkel, llámese un Macrom, más preocupado por su reelección que por lo que pueda pasar fuera de Francia, llámese Boris Johnson, que a mi parecer es el más despabilado de todos a la hora de enfrentarse al órdago ruso, a pesar de sus desafueros, llámese Xi, mirando para otro lado y a ver qué pasa, llámense como se quiera, menos el doctor Sánchez Pérez-Castejón, tonto políglota en varios idiomas, como un día le dijo Ortega y Gasset a Salvador de Madariaga, todos están compungidos ante la altanería del exespía y teniente coronel de la KGB elevado a la categoría de nuevo Hitler de una Europa cada vez más acobardada.

Putin y Mohamed VI merecen el desprecio de nuestro mundo contemporáneo. Por oportunistas. Por jugar con los tiempos de la debilidad y la sensibilidad humanas. Por traidores a sus pueblos limítrofes.

Esta tarde primaveral (21/3/2022) he leído que Marruecos permite la repatriación, desde Canarias, de los emigrantes llegados desde las costas saharianas anexionadas por Mohamed VI. Apenas cuarenta y ocho horas después de la humillación unilateral de Pedro Sánchez en una carta ominosa que traiciona sin misericordia la historia del pueblo saharaui desde 1975. Habría que solicitarle a Mohamed VI que respondiera ante tribunales internacionales por las miles y miles de muertes de emigrantes inocentes salidos desde las mal apropiadas costas saharianas con el beneplácito institucional marroquí y sus autoridades concedido a las mafias de traficantes de personas.

Dos canallas más que añadir a la historia universal de los disparates humanos. La lista nunca se termina.

Uno está al norte, en la vieja Unión Soviética, echándola de menos, tras saber que el estalinismo es un mueble viejo de las ideologías inventadas por los seres humanos. Otro está al sur, pero al norte de un gran continente como África, y es hijo de un hombre ambicioso, ignorante de la historia de su reino imaginario, y se ha empeñado en persistir en anexionarse un territorio que no le corresponde, como le dijo en 1975 el Tribunal de La Haya a su padre, Hassan II. Pero él, Mohamed VI y sus secuaces, siguen empeñados en ignorar la existencia del pueblo saharaui, a su vez abandonado por una España imperial en 1975, y vuelto a abandonar en este aciago dieciocho de marzo de 2022 en una misiva del presidente del Gobierno español al rey de Marruecos que avergüenza a propios y extraños.

El mundo tiene muchos enemigos, aunque el principal es el ser humano que lo protagoniza, ese homo sapiens cada vez más incapacitado para resolver los problemas que él mismo crea.