Solo el 15% de la juventud canaria de menos de 30 años ha abandonado la casa familiar. Estos titulares no son raros de ver y, con el tiempo, se nos harán incluso menos extraños ya que, según parece, las cifras solo pueden empeorar. Pero lo realmente triste es que detrás de esos números hay una mayoría de jóvenes que no pueden desarrollar su proyecto de vida.
Alquilar una vivienda (o comprarla) exige a la juventud casi todo su sueldo. La temporalidad en el empleo dentro de este colectivo en Canarias alcanza el 60%. O para entendernos mejor, tres de cada cinco jóvenes en las Islas tiene un contrato temporal.
Con esos datos, y la precariedad que asumimos cuando nuestro modelo productivo es básicamente el sector servicios (turismo, hostelería, etc.), es obvio que es imposible para las y los jóvenes no solo independizarse, sino también tomar decisiones como tener hijos, ampliar estudios o irse fuera de las Islas a buscar oportunidades. Incluso, esta situación afecta a elecciones más sencillas como viajar o consumir, cómo alimentarse y qué clase de cultura o de ocio quieren o pueden permitirse.
Por todo eso, a menudo me pregunto: ¿Qué le ofrecemos las instituciones a la gente joven?, ¿cómo vamos a pedirles que sigan confiando en la administración pública? Sinceramente, Canarias ya tiene una deuda enorme con su juventud. La anterior crisis nos afectó especialmente y ahora, aunque los ERTE han actuado hasta ahora como un salvavidas, es la juventud quien más posibilidades tiene de perder el empleo cuando la protección que ha ofrecido este sistema finalice.
Por ello, ahora más que nunca, se hace necesario un cambio de modelo productivo – que, como digo, no solo es necesario y urgente- sino que es la mejor manera para poder generar empleo para nuestra juventud: sobrecualificada, digitalizada, etc..
Necesitamos modernizar y adaptar a este nuevo tiempo el sistema de Garantía Juvenil y dedicar más recursos a generar empleo, que a formar o a orientar. Tenemos que crear empleo de calidad, que además revierta en nuestra sociedad, empleo verde, que ayude en la transición ecológica y nos lleve a una economía y a una movilidad sostenible. Necesitamos más inversión (nunca gasto) en investigación e innovación; empleo juvenil que refuerce nuestras universidades y nos ponga a la vanguardia y empleo en el sector cultural. Esta podría ser la nueva base de nuestro paraíso archipielágico.
Estos días, la Dirección General de Juventud del Gobierno de Canarias ha publicado la convocatoria de subvenciones para asociaciones y entidades sin ánimo de lucro con el simple pero importante objetivo de mejorar las posibilidades de inserción laboral y cualificación profesional de las personas jóvenes desempleadas (con titulación universitaria superior o de FP), inscritas en el Sistema Nacional de Garantía Juvenil, ofreciéndoles la oportunidad de tener un empleo de calidad durante doce meses, una primera experiencia laboral en la que desarrollen proyectos sociales.
Pero no es esta la única iniciativa. También toca evaluar los resultados de la implementación de las políticas de empleo dirigidas a la juventud, descubrir puntos débiles y establecer espacios para la participación activa de las personas jóvenes en su rediseño. Es más necesario que nunca que formen parte de las políticas públicas que les afectan de manera específica.
También es el momento de que las políticas de juventud generen alternativas de ocio saludable, dejar de criminalizarles y darle oportunidades. No olvidemos que es un colectivo al que le han robado el futuro y ahora (pandemia mediante) parece que quieran exigirnos que renunciemos a parte de nuestro presente. En resumen, menos estigmatización y más apoyo.
Aquello de “sin casa, sin curro y sin futuro” vuelve a resonar entre las personas jóvenes como un chiste malo. Lo bueno es que nos adaptamos, es que somos imaginativas, somos flexibles, somos lo que quieran de nosotros ya que nuestra capacidad de decisión cada vez se merma más. Por eso, desde el Gobierno del que somos parte debemos poner sobre la mesa políticas valientes para seguir construyendo unas Islas que defiendan los intereses de las mayorías sociales sin olvidar a las personas jóvenes porque, aunque parezca mentira, hay que recordar que esa Canarias que queremos, más sostenible, más igualitaria, no es viable sin el colectivo juvenil.
Sin la juventud no hay ningún cambio posible.